El Ayuntamiento de la localidad madrileña de Alpedrete, gobernado por Podemos y el PSOE, ha decidido, con plena impunidad y alevosía, retirar la bandera de España del mástil donde ondeaba en la Plaza de la Constitución de la citada localidad


Ayuntamiento_de_Alpedrete_opt.jpg

El tripartito que gobierna la localidad madrileña de Alpedrete, Alpedrete Puede (esto es, Podemos), Unión del Pueblo de Alpedrete y el PSOE, decidió a finales del pasado mes de enero sustituir la bandera de España, que ondeaba en lo alto de un mástil en la plaza de la Constitución, por una propia de la localidad. Ante la polémica que ha provocado el cambio, el alcalde, Carlos García Gelabert, ha emitido un comunicado en el que señala que la bandera nacional estaba deteriorada y había que sustituirla. Literalmente porque, según el alcalde de Alpedrete Puede, «se encontraba hecha jirones» y era necesario cambiarla.

La extravagante corporación, auténtico espejo de la «nueva política» que los españoles estamos padeciendo desde el pasado mes de mayo, tuvo la infeliz ocurrencia de que «sería una idea bonita» sustituir la bandera de la Nación Española por la enseña de la localidad de Alpedrete, junto al monumento que conmemora el nacimiento del pueblo como municipio independiente del de Villalba en el año 1840. Aunque por el momento se hayan conformado con sustituir la enseña nacional por una pequeña bandera que se encontraba previamente en el despacho del alcalde, ya se sabe que la política de hechos consumados camina hacia cada vez mayores pretensiones, por lo que han encargado una mayor. Literalmente afirma: «Se nos ocurrió que sería una idea bonita poner en el alto mástil una gran bandera de Alpedrete, junto al monumento que conmemora el nacimiento de Alpedrete como municipio independiente de Villalba, allá por 1840. No la bandera pequeña que hemos puesto, porque la tenía yo en mi despacho. Encargaremos una grande que nos identifique como pueblo».

El alcalde Gelabert jura y perjura que no existe ningún problema con la enseña nacional, que se mantiene en todas las instituciones públicas. No comparte en absoluto que «alguien haga uso partidista de la bandera» y que «se les atribuya que no se sienten españoles»; él se considera «un patriota es el que trabaja sin descanso por España» y por sus vecinos. Por su parte, el Partido Popular, que se encuentra en la oposición, considera que la bandera debe volver a su lugar, y pide que se prescinda de decisiones que dañan los sentimientos de muchos habitantes de la localidad. Pero yerra aquí la representación del PP en Alpedrete, pues la cuestión desborda los simples sentimientos: son los símbolos de toda la Nación, independientemente de los sentimientos de quienes se encuentren al cargo de las instituciones, los que están en juego.

De hecho, este sábado se concentraron más de trescientas personas en Alpedrete para reclamar al Ayuntamiento de la localidad que restituya la bandera de España, convocados a través de las redes sociales por un vecino de la localidad, y que portaban la enseña nacional como la más representativa dentro de las diversas banderas y pancartas que exhibían.

Nuevamente nos encontramos con un caso de arbitrariedad en el ejercicio de las funciones públicas; resulta que la bandera de España que se encontraba «en mal estado» no es sustituida por otra idéntica, sino por una del municipio. Se pide que no se politice el asunto, cuando el uso de la bandera española no constituye como tal ningún caso de partidismo; salvo, claro está, que quienes invoquen el partidismo declaren su enemistad a todo lo relacionado con la Nación Española. Algo que en buena lógica entraría en contradicción con la confesión realizada por el alcalde de Alpedrete.

No vamos a negar que no constituye el mismo hecho retirar de una rotonda la bandera española que hacerlo directamente de la fachada de la corporación municipal. Sin embargo, en el contexto actual, resulta cuando menos sospechoso que un edil de la «nueva política» vuelva a tocar los símbolos de la Nación Española, sustituyéndolos arbitrariamente «porque están deteriorados» y sin una explicación convincente. Al menos, el alcalde no ha tenido el feo detalle de afirmar que en su grupo no sean partidarios de España, paradigma de la corrupción ideológica que desprecia a una Nación de la que sin embargo muchos de los nuevos ediles que ocupan nuestras corporaciones municipales no dudan en ultrajar. Ni tampoco ha copiado a cierto edil de una localidad valenciana, que sustituyó la bandera de España del balcón del ayuntamiento por una palmera. El alcalde Gelabert ha pedido la sustitución de la bandera española por una de su localidad que sea bien grande, que les identifique como tal, pero ello admite cuando menos el matiz de que Alpedrete no deja de ser un pueblo español, se mire por donde se mire, no una localidad perdida dentro de una suerte de «aldea global» donde las fronteras nacionales se hayan difuminado hasta tal punto.

Curiosamente, también en Alpedrete se ha dado el caso de que Alpedrete Puede, Unión del Pueblo de Alpedrete y el PSOE formaron tras las elecciones del pasado mes de mayo una suerte de tripartito sumando sus concejales obtenidos, cuatro, tres y tres respectivamente, para alzarse por encima de los resultados electorales que habían otorgado al Partido Popular, con siete concejales, la victoria electoral en el municipio por mayoría simple. Esto es, un caso más en los que los miembros de Podemos se han alzado con el poder pasando por encima de los resultados de los comicios, mediante pactos postelectorales con los que la victoria del Partido Popular en las urnas quedó en nada. A un nivel más modesto, pero nuevamente estos pactos postelectorales, pan común del caciquismo contemporáneo, serán justificados como «la voluntad del pueblo soberano».

Desde la Fundación Denaes, al igual que les sucede a varios cientos de los vecinos de Alpedrete, no comprendemos la necesidad de sustituir la enseña nacional de ningún lugar público, para poner en su lugar una solitaria bandera de la localidad. Aun no constituyendo de forma explícita un ultraje a nuestros símbolos, el argumento del alcalde de la localidad, Carlos García Gelabert, de que debía ser sustituida por encontrarse en mal estado y colocar en su lugar otra que identifique a los habitantes del pueblo, no encaja con la manifestación del pasado sábado, que exigía ver en su lugar a la bandera de España, ni tampoco con la realidad del modesto pueblo de la sierra madrileña, cuya situación no es la de un simple nudo dentro de la interconexión de todos con todos dentro de una ficticia pero muy de moda «aldea global», sino la de ser una localidad parte de la Nación Española. Como ya hemos destacado en otros editoriales, resulta cuando menos llamativo que estos representantes de la «nueva política» sustituyan arbitrariamente símbolos e instituciones que son de todos los españoles, apelando a cuestiones de gusto que en este caso se encuentran totalmente fuera de lugar.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.