Más que el contenido, sorprende escuchar por primera vez en boca de Zapatero un castellano directo, escueto y denotativo…

Al Presidente le conviene que haya tensión. Así, sin pudor alguno -la complicidad es manifiesta- se lo aseguró a su fiel Gabilondo, a micrófono cerrado, nada más finalizar la entrevista del pasado miércoles en La Cuatro: “Lo que nos conviene es que haya tensión. A partir de este fin de semana, voy a dramatizar un poco”.
“Tensión” en lugar de “crispación”, término este último más culterano y sugestivo… Futuro inmediato y concreción temporal en el uso de los verbos… Más que el contenido, sorprende escuchar por primera vez en boca de Z un castellano directo, escueto y denotativo. Porque algunos ya estábamos seguros de que nuestro iluminado Presidente, desde las alturas de su platónico sobremundo angelical -digamos místico-, tan sólo sabía hablar mediante connotaciones y sugerencias que debieran espolearnos a trabajar por esa máxima de su maestro Emanuel Swedenborg: “Ama a tu prójimo como a ti mismo, purifícate del mal, trabaja para la armonía universal”. Incluso sospechábamos ya que Z había conseguido transformarse al fin en uno de esos ángeles terrenales hechos de puro amor con los que el filósofo sueco conversaba todos los días.
Pero no. Como Lucifer, el ángel ha caído y -mira tú por dónde- gracias al desliz de un miserable micrófono abierto a deshora. Así, a la espera de ese anunciado plus de dramatismo para la las próximas semanas, Zapatero nos ha hecho ver al fin que la reciente y miserable agresión sufrida por María San Gil a manos de algunos actores de reparto bien aleccionados, las últimas y sonadas detenciones de la cúpula batasuna ordenadas precisamente ahora por su fiel escudero Garzón -primera figura dramática- y los violentos ataques verbales lanzados hoy mismo contra los obispos (“ayatolás iraníes” según el inefable Alfonso Guerra) no son más que gestos, movimientos, diálogos y acciones de un vergonzoso espectáculo teatral preparado desde las covachas del gobierno; aprovechando, claro está, la tenzión dramática inherente a cualquier tempo previo a unas Elecciones generales.
Sólo queda ver si Zapatero, “monstruo de la naturaleza” por motivos bien distintos a los que pensó Cervantes para apodar así a Lope de Vega, puede lograr esa genial y fructífera ruptura de la tensión dramática en el último acto con la que éste revolucionó el teatro de su tiempo. Desde la Fundación para la Defensa de la Nación Española creemos que, por lo menos, a nuestro Presidente le falta para ello la elevadísima catadura moral y el acendrado amor a España del Fénix de los ingenios.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA