En esos momentos de incertidumbre política, en los que se insinúa que las fuerzas perdedoras de las elecciones generales del 20 D podrían hacer un pacto para robarle el poder a la lista vencedora, la del Partido Popular, bien estaría que semejantes corruptos prestaran atención a la inexistencia de partidos separatistas en el país vecino, cuyo ejemplo tan caro les resulta


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Ayer Pedro Sánchez, el candidato socialista que ha pasado a la Historia de su partido por deméritos propios, habiendo logrado un récord negativo de 90 diputados en las elecciones generales del 20 D, visitó a su homólogo portugués, el actual Presidente del país luso, Antonio Costa, donde disertaron de forma larga y tendida, insinuando el actual Secretario General del PSOE que imitarán la misma estrategia seguida por los socialistas portugueses, esto es: un gran pacto entre fuerzas perdedoras para arrebatarle el gobierno al partido que ganó las elecciones con mayoría simple, el Partido Popular.

Algo que en cualquier caso no sería una política nueva ni copiada de nuestros vecinos, puesto que ya en las pasadas elecciones municipales y autonómicas del 24 de Mayo, pese a que el Partido Popular ganó en la mayoría de autonomías, provincias y ayuntamientos, sus mayorías simples fueron barridas por los corruptos y sistemáticos pactos postelectorales entre el PSOE y el partido no nacional Podemos, alternándose en los distintos gobiernos autonómicos y alcaldías según los sufragios alcanzados; aunque en ocasiones la lista que gobernaba no había logrado ni siquiera la mitad de sufragios que el ganador, caso de la alcaldía de Cádiz y del gobierno del famoso «Kichi», que con apenas ocho concejales mandó a la oposición a los diecisiete del PP.

Verdadero ejemplo de corrupción legal de la democracia realmente existente, donde varias de las fuerzas políticas perdedoras se alían entre sí tras los comicios electorales y dicen, con todo el cinismo del mundo, encarnar una ficticia mayoría y en consecuencia una fantasmagórica «voluntad general».
Sin embargo, las críticas al escuálido Sánchez no le han llovido en este sentido, sino que le han recordado una gran diferencia entre España y Portugal: como bien han señalado María Dolores de Cospedal, del Partido Popular, y Alberto Rivera, de Ciudadanos, «no hay ningún partido que quiera romper Portugal».

Y, de hecho, una de las famosas «líneas rojas» que el corrompido Pablo Iglesias Turrión ha señalado para aceptar un pacto con el PSOE es, precisamente, la celebración de un referéndum separatista en menos de un año en Cataluña, para que los «ciudadanos de Cataluña» (que no el partido que comenzó con ese nombre, Ciudadanos) decidan de forma «libre y democrática» su destino; Podemos, en su cinismo, afirma que en ese peculiar referéndum hará propaganda por el No a la independencia, insinuando poco menos que esa voluntad partidista será la ganadora y se identificará así de forma falaz con la «voluntad general» de los catalanes, considerados ciudadanos de una nación que «libremente» pretende seguir siendo parte de la España «plurinacional».

De fantasías andan sobrados quienes ni siquiera saben que la Nación Española es a día de hoy unitaria e indivisible…
Esto es: el pacto del PSOE con Podemos implicaría aceptar el desmantelamiento de la soberanía nacional que el propio Pedro Sánchez ha descartado, pese a que se haya desdecido en otras ocasiones, algo apoyado por los escasos «barones» que aún le restan a un partido político que vive unas horas especialmente bajas en lo que a cuota de poder regional se refiere, pese a gobernar (en minoría y apoyados por la extravagante formación de Pablo Iglesias) en varias comunidades autónomas; no se animan a renunciar a un pacto con Podemos, que más que un partido semeja una suerte de Frankenstein, resultado de unir, como quien cose retales, a un partido presuntamente nacional en lugares como Madrid o Aragón, a una serie de coaliciones proseparatistas en otros lugares más periféricos de nuestra geografía nacional. Las poltronas son demasiado apetecibles, pese a que la colisión con las posiciones de Susana Díaz, el valor más fuerte del PSOE en estos momentos (sin los resultados de Andalucía el fracaso del PSOE sería aún mayor), podría concluir en una escisión de la otrora poderosa formación socialdemócrata.

En cualquier caso, las declaraciones al unísono de la número dos de los «populares» y del número uno de Ciudadanos, en el contexto de la recogida de sus respectivas actas de diputados, constituyen un verdadero baño de realidad para las ensoñaciones socialistas; descartado cualquier planteamiento de «gran coalición» a la alemana que aún hoy viene insinuando el Presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, tampoco podría producirse una coalición «a la portuguesa», pues como bien señala Dolores de Cospedal, «Un pacto a la portuguesa en España no podría existir, porque aquí, aparte de los socialistas y de lo que sería el Partido Comunista, lo que sería la izquierda más radical, tendrían que formar parte también los independentistas, aquellos que quieren dejar de formar parte de nuestro país». Y, como bien ha remachado Alberto Rivera, «En Portugal no hay ningún partido que quiera romper Portugal, en ningún acuerdo de Gobierno. Lamentablemente en España hay partidos políticos que quieren romper España, quieren hacer un referéndum para que los españoles no seamos iguales y este país se pueda romper. Ese riesgo existe, y lo representan los partidos que piden eso. La situación de Portugal es distinta, me parece incomparable».

Rivera, especialmente prolífico en esta ocasión, pese a afirmar no hace muchos días que si el PSOE no se abstiene ellos votarán en contra de la investidura de Rajoy, ha profundizado en sus críticas al intento de Pedro Sánchez de investirse Presidente del Gobierno con semejantes apoyos: el líder de la formación naranja afirmó también que en España hay «un partido con varios partidos dentro, con partidos independentistas, que pone como condición la ruptura de España». Se refiere claramente a Podemos, como decimos un verdadero pastiche no nacional que en zonas como Galicia, País Vasco, Navarra, Valencia o Cataluña, esto es, en la España periférica donde proliferan las sectas separatistas que pretenden destruir la Nación Española, prefiere cubrirse la cara y presentarse con diversas «marcas blancas» emparentadas con dichas sectas antiespañolas, para conseguir así más apoyos. En realidad, Podemos no ha sumado los 69 diputados que tan alegremente le otorgan los periodistas que diariamente nos adoctrinan en una verdadera confusión ideológica: 42 son suyos por derecho propio, pero de los otros 27 producto de su alianza con el separatismo, tan sólo 7 independientes son verdaderamente de su propiedad, dentro de las candidaturas de esas sectas regionales separatistas; el resto formarán diferentes grupos en el Congreso de los Diputados.

Realmente, ninguno de los ejemplos invocados por quienes se dicen «de izquierda», pertenecientes a otras latitudes, tales como la coalición Syriza en Grecia o el pacto «a la portuguesa», tienen en rigor nada que ver con semejante engendro que están concibiendo de forma separada Sánchez o Iglesias: ni a Alexis Tsipras ni a Antonio Costa se les ocurriría formar coalición con quienes pretenden (si es que existen), dentro de Grecia y Portugal, trocear la soberanía nacional respectiva o simplemente terminar con la unidad de sus respectivos países. Y más le valdría a Pedro Sánchez asumir su clara derrota, que no admite paliativos en la clara pérdida de apoyos del Partido Popular, en lugar de embarcarse en aventuras de gobierno para las que claramente no está preparado, y asumir que su destino (siempre que no haya que repetir las elecciones generales) es o bien pasar mínimo una legislatura en la oposición para acumular experiencia, o simplemente admitir los dictámenes de voces autorizadas dentro de su partido como la de Susana Díaz, quien con sensatez descartó cualquier tipo de acuerdo que ponga en riesgo la unidad de la Nación Española. Y más aún cuando parece que la repetición de los comicios en Cataluña es un hecho…

En la Fundación Denaes siempre prestamos especial atención a lo que sucede en los países de nuestro entorno, respecto a la cuestión de la unidad nacional. Si en otras ocasiones hemos invocado el ejemplo de Francia como modelo de lo que hay que hacer con las sectas antinacionales, en este caso Portugal, un país que en un futuro no definido podría volver a ser parte de la Nación Española como sucedió antaño, puede ser también un ejemplo, en este caso de una política que no tolera más partidos que los del ámbito de la nación canónica europea que constituye nuestro vecino luso. Y, por supuesto, no podemos sino aplaudir las declaraciones de los dirigentes del PP y de Ciudadanos, que han denunciado las claras diferencias entre la situación portuguesa y la española a la hora de formalizar semejante pacto postelectoral.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.