Gara
«¡Madrid será la cuna del fascismo!» Cientos de ultraderechistas desfilaron ayer por el centro de Madrid convocados por Falange y otros grupúsculos similares. Banderas franquistas, símbolos de las SS y pancartas que reclamaban la libertad de Josué Estébanez, asesino de Carlos Palomino, constituyeron el atrezzo de la marcha. Al mismo tiempo, policías españoles requisaban silbatos y banderas a los aficionados vascos y catalanes que se acercaban al Vicente Calderón. Todo el mundo tenía en la cabeza la previsible pitada contra el himno español. Y la alfombra roja con la que se permitió el desfile fascista contrastó con la censura y el veto que buscó ocultar lo evidente: una amplia mayoría de los espectadores mostró su rechazo ante el cántico español.
Por orden cronológico. A las 18.20 horas, cerca de un millar de ultraderechistas se concentraban en la plaza de Alonso Martínez, a escasos metros de la sede del PP en la calle Génova. La marcha comenzó con cierto retraso y blindada por un fuerte despliegue de antidisturbios. En la cabecera, la pancarta con el lema «Contra el separatismo, una bandera». Por suerte, pocos fueron los aficionados vascos o catalanes que, despistados, se cruzaron con la turba. Entre ellos, una familia de seguidores del Athletic que, según salía del hotel donde se encontraba alojada, tuvo que dar marcha atrás ante los insultos de los ultraderechistas. Los que se encontraban en las inmediaciones, preguntaban preocupados por la mejor vía de escape.
Gritos como «Euskal Presoak, cámara de gas» o «no nos engañan, Vascongadas es España», constituyeron el grueso de los cánticos ultras. Paradójicamente, símbolos como el águila imperial eran exhibidos sin ningún pudor después de que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid avalase la concentración, que había sido retrasada al lunes por la delegación del gobierno. Además de vascos y catalanes, los periodistas eran otro de los objetivos principales de una marcha dividida en dos: en la parte delantera, nostálgicos entrados en años. Por detrás, unos 400 jóvenes exaltando a Franco y Hitler. En realidad, el dictador español llenaba la plaza de Oriente en sus exhibiciones fascistas. Pero sus correligionarios apenas llegaron a tres cuartos de entrada en Chamberí, una plaza mucho más pequeña.
En TVE no hubo pitido
La facilidad con la que los ultraderechistas, custodiados por un impresionante despliegue policial, pasearon por el centro de Madrid, contrasta con la beligerancia hacia las reivindicaciones nacionales de Euskal Herria y Catalunya. Por la mañana, la Audiencia Nacional española había rechazado dos denuncias presentadas por la Fundación para la Defensa de la Nación Española (Denaes) y Dignidad y Justicia que llegaban incluso a pedir la ilicitud de las asociaciones que reivindican las selecciones nacionales. Todas tenían en mente el pitido esperado.
A cinco minutos del comienzo del partido, los gritos contra Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, atronaban en el Calderón. La «lideresa» del PP había caldeado el ambiente abogando suspender del partido, consciente de que el rechazo al Estado y a Felipe de Borbón, sustituto de su padre, apuntaba a ser masivo. Así ocurrió. Poco antes de comenzar el partido, el himno, reducido para la ocasión, apenas se escuchaba en el campo. En televisión, por el contrario, se vieron obligados a bajar el sonido ambiente y subir la música para recrear la ficción de que nada había ocurrido. Censura para unos silbidos que chocó con la barra libre a los ultras.