Mentir sin inmutarse es algo consustancial a la personalidad de Pedro Sánchez, como cuando sin que se le caiga a trozos la cara de vergüenza afirma que la exhumación de Franco no es un acto electoralista. Como si el retroantifranquismo del PSOE no fuese ideología y propaganda. Tanto es así que hasta Podemos -es decir, sus «socios naturales»- le han reprochado su oportunismo. Turrión ha dicho que ha sido un acto berlanguiano.
Como ya nos preguntamos aquí en Denaes, después de la exhumación de Franco, ¿qué? Pues ahora toca identificar a los miles de enterrados que quedan en el Valle de los Caídos. «Una infamia -dice Sánchez- que más pronto que tarde deberá ser reparada». Esto quiere decir que tenemos miseria del guerracivilismo para rato, por si lo que ya hemos tenido no ha sido suficiente: the show must go on. Franco forever and ever.
La vicepresidenta cabriense da un aviso para navegantes: «Hay que hacer muchas cosas todavía en materia de Memoria Histórica, pero fíjense que siempre se hacen cuando hay un gobierno socialista. El PSOE es el partido que inició este proceso de recuperar la dignidad para todos». Antes del PSOE aliciesco todos éramos indignos. España y el mundo eran un absoluto desastre hasta que ellos y ellas vinieron y se quedaron. De modo que con el retroantifranquismo sociata finalmente va a consumarse la plenitudo temporis del Reino de la Libertad y de la perfecta democracia, una vez extirpados todos los fantasmas y demonios franquistas del más allá y del más acá.
Estos son los problemas que urgen ser solucionados: la Guerra Civil y el franquismo. El secesionismo catalán y no catalán, el problemón de la hucha de las pensiones, la recesión económica, el paro, la baja tasa de natalidad o la situación internacional en la que España pinta más bien poco tras años de estar en Babia o, todavía peor, en la Alianza de las Civilizaciones; todo esto -decimos- son para este desgobierno cuestiones irrelevantes o notablemente menores comparadas con el cadáver de un Jefe de Estado que murió hace casi 44 años. Lo importante son los restos de Franco; lo acaecido en Cataluña es sólo «un problema de orden público» o, aún menos, es algo absolutamente «normal». Buscad el guerracivilismo memoriahistoricista y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura. Ese es el bucle del pensamiento Alicia: soluciones simplonas a problemas tremendos a los que, si seguimos en la higuera, nos estrellaremos.
Sostiene Sánchez que con la exhumación se está dando un paso más para tener «una democracia digna». Ahora resulta que hasta que la momia de Franco no ha salido del Valle de los Caídos no hemos tenido una democracia digna, y por tanto ha sido in-digna; pero ahora ya da felizmente sus primeros pasos por obra y gracia de la Administración Sánchez & co. Pedro el Digno añade que el show de la exhumación supone «un paso más hacia la reconciliación que sólo puede descansar en la libertad y la democracia». El indocto doctor está muy lejos de siquiera sospechar que la reconciliación entre los españoles ya se produjo en el franquismo. Hay que decir que en la Transición los que se reconciliaron fueron los políticos. Por no mencionar, porque eso ya ni lo huele, que el PSOE del clan de la tortilla fue un invento de servicios de inteligencia extranjeros para que la izquierda no fuese el PCE.
Según el doctor con elogios, con la exhumación y reinhumación del cuerpo del franquistamente llamado Invicto Caudillo se «pone fin a una ofrenda moral». Lo que es un insulto es el moralismo filisteo y el guerracivilismo trasnochado de semejante fariseo, que de tanto vivir en el disparate puede llegar a afirmar cosas tan extravagantes como: «Hoy España cumple consigo misma». Hete aquí la España de locura y necedad, de Sodoma y Gomorra y de Caín y Abel.
El discurso del doctor maniqueo no puede resultar más infantil y ramplón: «La España de hoy es lo opuesto a entonces. Donde había represión y dictadura, hoy hay libertad. Donde había imposición hoy hay diversidad territorial. Donde había machismo y homofobia, hoy hay tolerancia». Ya lo dejó bien dicho, aunque mal hablado, Alfonso Guerra: «A España no la va a reconocer ni la madre que la parió». Toda esta locura objetiva parece una historia teológica: «El pueblo que yacía en tinieblas ha visto una gran luz» (Mateo 4.16).
En las declaraciones del Doctor Frankenstein se condensan todos los mitos y vicios de su partido (por no decir del Régimen del 78 en general): fundamentalismo democrático, mito de la Cultura, europeísmo sublime y papanatas, feminismo indefinido y fundamentalista, lgtbiísmo retorcido y de propina guiños al separatismo. Menos mal que ha salido Rufián compensando un poco al señalar que aún hoy se vota a Franco. ¡Después de haber sido enterrado dos veces! Siempre cabe un tonto más.
Carmen Calvo soltó una frase genial, que muy bien se puede poner como ejemplo canónico de lo que es el fundamentalismo democrático más ingenuo y estúpido: los españoles deberían «ser capaces de reflexionar lo que esto representa para la democracia», y que «los jóvenes entiendan que nunca más debe haber otra cosa que no sea democracia». Aunque tal vez la de Cabra no sea tan ingenua y nos tome por lo propio a los demás; pues puede que lo que esté queriendo decir sea que en Moncloa nunca más debe haber otra cosa que no sea un gobierno socialista. Porque «la democracia soy yo», y los franquistas son los otros.
La cabriense ha declarado que el Valle de los Caídos se convertirá en un lugar de «memoria» para «los dos bandos» de la Guerra Civil. Luego -como dirían los matemáticos- se trataría de una transformación idéntica, porque con ese objeto se construyó el monumento de Cuelgamuros.
El 10 de octubre Calvo dijo que no habría imágenes y que sería una ceremonia discreta e íntima. Pero el mismo día de la exhumación Adriana Lastra (que la mujer da para lo que da) soltaba el siguiente tuit: «Buenos días! Ocupen su localidad, hoy puede ser un gran día». Enlazando una canción de los titireteros-cejas-zapaterinos Serrat y Sabina y el gusto por la pasta es nuestro.
Así pues, lo fundamental es la momia del Generalísimo y los muertos de la Guerra Civil, y no ya las peores cifras de empleo de los últimos siete años en el tercer trimestre (con un 14% de paro). Mejor contar muertos que parados. Asimismo, los disturbios secesionistas en Cataluña son asuntos menores que no requieren la más mínima atención de razón de Estado. Hay que hablar de Franco y no de la macrocorrupción de la familia Pujol (también hay que silenciar lo de los EREs de Andalucía, no vaya a ser que se entere la servidumbre).
Lo trascendental es la tumba del «tirano», y cambiarla de sitio es un hecho «histórico», como se vanagloriaba la de Cabra. Y ello es así porque en Ferraz están convencidos de que la exhumación tendrá como resultado la entrada masiva de papeletas socialistas en las urnas del 10 de noviembre. Lo más disparatado de toda esta locura retroantifranquista negrolegendaria es que eso es cierto, o muy posiblemente sea así. Ya veremos si Franco da o no da tantos votos o, como el Cid Campeador, vence batallas hasta en su recién estrenada tumba.
¿Y quién mejor que la controvertida ministra de Justicia, adepta a ciertas amistades peligrosas, para presenciar la exhumación en calidad de notaria mayor del Reino? Delgado quiere incluir en el código penal el delito de apología del franquismo, al amparo de la falacia que equipara a Franco con Hitler y la extendida e imprecisa idea de que en Alemania se castiga severamente la apología del nazismo.
Ante un acto tan cobarde, sólo cabe decir que a la casta política española le falta mucho para llegar a ser mediocre. Hace falta ser canalla para difamar a los muertos y no hacer nada contra los vivos que quieren destruir nuestra patria. Una vez consumado este zafio acto de campaña que pretendía ser una especie de victoria moral guerracivilista en diferido, vendrán más secuelas elucubradas y organizadas por estos canallas usureros de las rentas del franquismo. El show, señores, continuará…
Daniel López. Doctor en Filosofía.