La estrategia de Sánchez y sus asesores, entre ellos el joven gurú Iván Redondo, ha sido un completo fracaso, si es que con ello pretendían ensalzar al PSOE con unos 150 escaños y hundir a Podemos. Es otra manera de hacer el ridículo del doctor sobresalientemente elogiado. Una gesta digna de ser añadida en su glorioso currículum.
En su comparecencia tras el escrutinio de las pasadas elecciones de este domingo, Sánchez anunció que formaría «sí o sí» un «un gobierno progresista». Pero, ¿qué quiere decir con eso? ¿Se refiere a un gobierno con Podemos y los separatistas? Porque no puede significar otra cosa, como parece ser el caso tras el preacuerdo que han firmado este martes PSOE y Unidas Podemos.
Si tras el 28 de abril el escenario era complicado para formar gobierno (y de hecho, por unas cosas o por otra no se formó), ahora lo es aún más, pero no parece el caso tras el citado preacuerdo. De todos modos, el disparate en la política española es tan permanente que no hay que descartar que se celebren terceras elecciones. Si después del 28A se impuso el bloqueo, el 10N plantea una situación que a priori parece más difícil de desbloquear (pero a posteriori parece que no, si es que se consuma la alianza sociata-podemita).
¿Y ahora qué? Pues ahora los problemas del bloqueo se «solucionan» con más bloqueo. Los problemas de la democracia se solucionan con más democracia, pero resulta que más democracia ha traído más bloqueo. Pero aparentemente no, pues ahora en Moncloa están decididos a formar un «gobierno rápido». «El PSOE y Unidas Podemos hemos alcanzado un preacuerdo para conformar un Gobierno progresista de coalición que sitúe a España como referente de la protección de los derechos sociales en Europa, tal y como los ciudadanos han decidido en las urnas».
No obstante, aunque se forme un gobierno rápido, con tales resultados casi parece una utopía formar un gobierno estable para los próximos cuatro años. Como mucho se formaría, si se llega a algún tipo de acuerdo que materialice dicho preacuerdo, un gobierno que dure un año o dos, y después otra vez a elecciones: el día de la marmota.
Si en abril el PSOE tenía la posibilidad matemática de formar gobierno con Ciudadanos, esa oportunidad se ha esfumado con los resultados del 10N (y por tanto sólo queda la vía podemítica-separatista, como todo apunta en estos momentos). Ciudadanos ya es una fuerza irrelevante. Aunque esperemos que esto no sea tal en el parlamento de Cataluña, a pesar de haber quedado como octava fuerza en estas elecciones nacionales. Aunque no hay que descartar que el PP e incluso Vox reemplacen a Ciudadanos en esa región. Por poner un solo ejemplo, en la provincia de Barcelona Vox ha sacado tantos escaños como Ciudadanos: dos escaños; pero obteniendo la formación verde 184.313 votos y la naranja 172.918. ¿Estamos ante la ucedización de Ciudadanos o, más bien, ante su upeidedización? Quizás a Ciudadanos le ha salido cara su postura progre-sectaria contra Vox, porque en muchas ocasiones ha tratado a sus líderes como unos apestados. Otra posibilidad puede estar en que Inés Arrimadas tome las riendas del partido y realice el milagro de la resurrección.
Con semejante panorama España parece ingobernable, y esto es lo peor que le puede pasar a la nación más antigua del mundo, y tal vez sea lo mejor para aquellos que se excitan con destruirla, porque se sienten de otra nación (es una cuestión de sentimientos, no de razonamientos; ése es el nivel). La mayor preocupación que deja el resultado electoral es que los separatismos catalán y vasco, e incluso gallego, van a ser decisivos para formar gobierno, si es que Sánchez y su equipo están por la labor de reconstruir el Frankenstein (como parece que sí es el caso empujados por Podemos). ¿Tendría como precio la formación de un gobierno Frankenstein el indulto a los separatistas presos?
En su comparecencia tras los resultados Sánchez hizo «una llamada a los partidos políticos porque tienen que hacer un ejercicio de generosidad y responsabilidad para desbloquear la gobernabilidad en España». Habrá querido decir, más bien, desbloquear la ingobernabilidad. El doctor hizo una llamada a todos los partidos «salvo a aquellos que se excluyen de la convivencia y siembran el odio». Entonces quedarían excluidos los partidos separatistas (en realidad bandas facciosas), los podemitas e incluso los propios socialistas (lógicamente no parece ese el caso, y estos son precisamente los partidos con los que el doctor quiere dialogar). Si en la anterior ocasión al comparecer tras su victoria se escuchó entre el público aquello de «con Rivera no», en ésta se ha llegado a escuchar «con Casado no» y «con Iglesia sí». Pero si es con Iglesias, como parece que va a ser el caso, también es con los separatistas. Luego el público sociata habrá querido decir que «con Junqueras sí», «con el PNV sí, que mal que bien vamos tirando»; es decir, «con Frankenstein sí».
Por su parte, los populares han advertido que con Sánchez no quieren ir «ni a la vuelta de la esquina». Parece que «no es no». Entonces Sánchez sólo podrá formar gobierno con podemitas y separatistas (aquí valdría la expresión «valga la redundancia»). Y no es difícil prever la ruina política y económica que eso supondría. No obstante, ante su comparecencia tras saberse los resultados, Casado anunció que «estaremos a la espera de lo que plantee Sánchez». Aunque añadía: «Mantendremos nuestros compromisos de la campaña: son incompatibles nuestros intereses y nuestros programas con el planteamiento que hace Sánchez. Ejerceremos nuestra responsabilidad y nuestra alternativa». Aunque sin querer dar la cara en la batalla ideológica por la Memoria Histórica y por la ideología de género habría que ver esas «incompatibilidades» a las que se refiere el líder popular.
El PP podría pedir la cabeza de Sánchez a cambio de la abstención en la investidura o en la formación de un gobierno entre ambos partidos. La otra opción es la resurrección de Franconstein con Iglesias Turrión en la vicepresidencia, o tal vez ocupando tal puesto su señora; y con la ERC pidiendo, y probablemente consiguiendo, con la colaboración podemítica, y del propio Sánchez, un referéndum de «autodeterminación»; así como el indulto a los separatistas presos. Y parece que esa va a ser la opción, según los preacuerdos a los que han llegado Sánchez y Turrión este martes. En el punto 9 de dicho preacuerdo puede leerse: «Garantizar la convivencia en Cataluña: el Gobierno de España tendrá como prioridad garantizar la convivencia en Cataluña y la normalización de la vida política. Con ese fin, se fomentará el diálogo en Cataluña, buscando fórmulas de entendimiento y encuentro, siempre dentro de la Constitución. También se fortalecerá el Estado de las autonomías para asegurar la prestación adecuada de los derechos y servicios de su competencia. Garantizaremos la igualdad entre todos los españoles». A pesar de que este mismo martes los podemitas han apoyado a los separatistas en el parlamento de Cataluña a favor de la «autodeterminación» en contra del Tribunal Constitucional.
Otra opción podría ser poner en marcha los planes y programas de la Declaración de Barcelona, la vía Iceta, y hacerlo «desde arriba» a través de una reforma constitucional que definiría a España como un «Estado federal» y por tanto, como una «nación de naciones», y no una nación de ciudadanos libre e iguales. Y esto en España es «la izquierda». Es como alucinar con ácido y pedir otro cartón por si la dosis no ha sido suficiente. Un disparate que no tiene consistencia ni es aplicable en ningún caso porque su esencia es un imposible que, por consiguiente, neutraliza su existencia. Y lo realmente existente serían los finis operis en los que los imbéciles e idiotizados finis operantis de la casta progresista quedarían desbordados (es decir, se situarían por encima de su voluntad). Y esa realidad de los finis operis nos puede llevar hacia la fragmentación de España, la cual no supondría la creación de diferentes Estados nacionales («Catalunya», «Euskal Herria», «Pais Valencia»…) sino la rapiña y depredación de nuestros recursos basales y riquezas por potencias extranjeras y gigantescas multinacionales que no serán tan imbéciles ni estarán tan idiotas como para no apropiarse de tales manjares.
Divide y vencerás. Y una España fuerte es una España peligrosa para esas potencias, como dijo durante la Transición Henry Kissinger sabiendo bien lo que decía. Y si el tal preacuerdo llega a ser un acuerdo y con él se forma un gobierno de coalición sociata-podemita-separatista… Tendremos años de hierro.
Daniel López Doctor en Filosofía.