«Puesto que eres tibio, ni frío ni caliente, te expulsaré de mi boca» (Apocalipsis 3.16).
El pasado 3 de marzo la Conferencia Episcopal Española (CEE) eligió por el procedimiento de democracia formal nuevo presidente para los próximos cuatro años. El elegido es el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella (de 74 años). De los 87 votos Omella obtuvo 55, frente a los 29 de Jesús Sanz Montes (el candidato de Rouco Varela). Sería elegido en segunda votación.
Omella no es catalán sino maño, porque «Teruel existe» (nació en Cretas el 21 de abril de 1946). Su madre le enseñó catalán, pero se siente más suelto hablando español. Es sacerdote desde 1970. El 26 de diciembre de 2015 empezaría a ser arzobispo de Barcelona. El 23 de diciembre de 2017 fue nombrado por el Papa Francisco como miembro del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica. Omella es un hombre de Francisco, con todo lo que eso implica, y por ello lo nombró cardenal el 28 de junio de 2017. Así reivindicaba a Francisco el pasado 3 de marzo en su primer discurso: «Nos guía el Papa Francisco con su manera de ser, su alegría también».
El pasado fin de semana apareció un libelo contra Omella titulado Complot de poder en la Iglesia española: Barco contra Omella. En defensa propia, que fue enviado al correo electrónico de los 87 electores. Omella denunció en el verano de 2019 al sacerdote Miguel Ángel Barco por una presunta paternidad, y éste denunció a Omella por maniobrar ante el Vaticano por querer apartarlo de la Iglesia. En septiembre se archivó la causa por no hallarse indicios de delito.
Asimismo la CEE ha elegido un nuevo vicepresidente, el arzobispo de Madrid Carlos Osoro, el cual recibió 47 votos (frente a los 40 de Sanz Montes). Estamos hablando de otro hombre de confianza de Francisco; un clérigo, por cierto, que no opuso resistencia al traslado de la momia de Franco.
La prensa progresista ha celebrado los nombramientos de Omella y Osoro por considerarlos unos clérigos de «perfil moderado». Respecto al gobierno social-podemita, el nuevo presidente le ha deseado éxito: «Yo rezaré y colaboraré en la medida que pueda». Lo que lo distancia de otro de los candidatos a la presidencia, que en la prensa progresista es descrito como «de perfil bastante conservador»: nos referimos al arzobispo de Valencia Antonio Cañizares, el mismo que afirmó que el gobierno de Sánchez y Turrión implantaría «el pensamiento único».
Omella parece estar más en la línea de los curas postconciliares dialogantes y tras ser elegido ha declarado que busca «fraternidades y puentes», porque «si tenemos la voluntad de caminar juntos podemos conseguirlo». Sólo le faltó decir «sí se puede». O -ya puestos- «haz que pase de mí este cáliz, sí se puede». Tiene todo el carácter de un clérigo francisquista (que no franciscano). También es presentado como partidario de una «Iglesia abierta». ¿Abierta hacia qué? ¿Hacia la superstición y el progresismo? Asimismo, ha colaborado con Cáritas y Manos Unidas.
Sin embargo, Juan José Tamayo, director de la cátedra de Teología y Ciencias de la Religiones de la Universidad Carlos III, da un perfil bastante diferente del nuevo presidente de la Episcopal: «No pocas de sus actuaciones en la diócesis de Barcelona han sido polémicas, ceses de sacerdotes independentistas, nombramiento de sacerdotes conservadores… No han sido manifestaciones de sintonía con el papa Francisco, aunque él muestra externamente una imagen de cercanía al Papa». Y añade: «Se ha producido este mito de que es una persona que sigue la línea reformista del papa Francisco, pero yo creo que no tiene ese sentido crítico del capitalismo, ese cuestionamiento de la globalización neoliberal. Y creo que la Conferencia Episcopal está más preocupada por el tema económico, por las inmatriculaciones y por la escuela concertada que por denunciar las situaciones de injusticia, de pobreza y de opresión».
No obstante, la mayoría de los medios, tanto a la «izquierda» como a la «derecha», coinciden en señalar a Omella como hombre de Francisco y preferido del gobierno de Sánchez. Y, como nuestro protagonista dijo en la COPE (la radio de la CEE) al ser entrevistado por su nombramiento, se define como un «hombre que sigue al Papa sea quien sea y a través de él a Jesucristo».
Omella se ha mostrado contrario a la ley de eutanasia que quiera sacar adelante el Gobierno. Y en su momento fue muy crítico con la ley del aborto: «Vamos camino de incrementar aún más esa cultura de la muerte tan de moda… una vida es una vida y hay que respetarla en todas sus fases… Es muy grave la muerte de un niño indefenso y tenemos que decirlo con todas las palabras». Y afirma no doblegarse ante la ideología de género.
En relación a la Memoria Histórica el nuevo jefe de la curia española ha expresado su apuesta por la «convivencia y la no confrontación». Y añade: «Tenemos que saber perdonarnos y avanzar en la reconciliación y la convivencia». Reconciliación y convivencia que ya se consiguió en el franquismo y que hasta que no llegó un tal Rodríguez Zapatero a la Moncloa nadie pensaba perturbar hasta el punto en que lo han hecho los memoriahistoricistas retroantifranquistas negrolegendarios.
En junio de 2018 Omella reconoció que hizo de mediador entre el gobierno de Mariano Rajoy y la Generalidad durante los días previos a la cobarde declaración de «independencia». En declaraciones a Catalunya Ràdio Omella llegó a decir: «He hecho lo que he podido». Y añadió que fue bien atendido tanto por Rajoy como por Puigdemont. No obstante, Omella criticó la entrada en prisión de los líderes separatistas por «excesiva»: «Una prisión preventiva tan larga te abre muchos interrogantes. Lo mejor sería hacer el juicio lo antes posible o que al menos estuviesen cerca de Catalunya o en su casa esperando el juicio». ¿Será Omella el ansiado «relator»? ¿Mediará el nuevo presidente de la CEE entre el gobierno de España y la Generalidad, así como el Espíritu Santo media entre el Padre y el Hijo? De hecho, el gobierno social-podemita ve en Omella el interlocutor idóneo entre Moncloa y Generalidad, al ser un claro partidario del diálogo, sobre el cual piensa «que es absolutamente necesario». Y cuando fue nombrado cardenal, unos meses antes del 1-O, dijo: «Los obispos en Cataluña hemos dicho siempre que lo más importante es avanzar por el camino del diálogo. En todos los ámbitos si no hay diálogo, hay enfrentamiento. Entonces favorezcamos el diálogo, evitemos la confrontación trabajando por el bien común». Pero no cabe bien común entre el Estado y la sedición.
El mismo día de la chapucera Declaración Unilateral de Independencia Omella diría: «En este momento, como pastor de Barcelona, comparto el dolor y el sufrimiento de la gente. Mi corazón llora con ellos. Yo deseo y pido al Señor que nos ayude a evitar la confrontación y a construir un futuro en paz. Después de dos años que llevo en la diócesis de Barcelona, puedo decir que amo profundamente Barcelona y Cataluña. Son gente maravillosa. Y amo también España».
Omella no se considera separatista pero se sensibiliza cuando se trata de entender la relación de Cataluña con el resto de España. De ahí que se viese como mediador entre el gobierno de Rajoy y el de Puigdemont. Sin embargo, Omella ha empatizado con Oriol Junqueras, un político que se ha declarado católico (liderando a un partido masónico como ERC).
Al principio los separatistas recelaban de Omella porque no era catalán, pero nada más empezar las tareas del arzobispado de Barcelona seguiría la senda de su antecesor, Martínez Sistach, que sí era abiertamente separatista. Por tanto, al parecer, Barcelona seguía siendo con Omella la diócesis que alzaba la estelada y que daba la espalda a los fieles no separatistas. ¿Con la Iglesia separatista hemos topado?
Daniel López. Doctor en Filosofía.