Si estuviésemos hablando de otro país y de otro partido la pregunta que nos hacemos sería absurda, porque no hay gobierno que pueda resistir en el poder tras gestionar una tragedia de una manera tan nefasta y chapucera; pero estamos en España y hablamos del PSOE. Así que todo es posible.
En una cosa el PSOE es infinitamente superior al PP y a los otros partidos que están a su derecha: en la propaganda. De hecho, el gobierno trabaja más en la propaganda que en combatir la pandemia. Sirva de prueba lo pésima que está siendo la gestión sobre la misma. No saben gestionar pero sí aparentar. Y no es que los propagandistas del partido del puño y la rosa sean unos genios, lo que pasa es que el público se deja engañar; luego tal ingenuidad los hace cómplices. Del mismo modo que los creyentes son cómplices de la impostura de los sacerdotes. El que es estúpido que espabile.
Esta manifiesta superioridad en las artes propagandísticas ya pudimos verla en 2004 durante los días que transcurrieron del 11 al 14 de marzo, cuando los sociatas le dieron palos a los peperos hasta en el cielo de la boca y supieron vender la versión islamista de la masacre de los trenes. ¿Y por qué esto es así? Porque el PSOE dispone de muchos más medios de comunicación, y utiliza sin ningún pudor la televisión pública y las privadas afines, así como la radio y la prensa, para sus propósitos electoralistas, políticos y lucrativos. ¿Y qué hizo el PP de Mariano Rajoy con mayoría absoluta? Entregarle más televisiones al PSOE, o a gente afín al PSOE. Y que conste que en la época de las redes sociales la campeona en la audiencia sigue siendo, y por goleada, la televisión. Como se mostró en las dos pasadas elecciones generales. Asimismo, el PSOE de Pedro Sánchez en el Gobierno es el que más munición mediática ha acumulado en los 40 años de partitocracia (y en eso ha tenido mucho que ver la torpeza del PP).
El Podemisoe también dispone de un batallón de tertulianos que son auténticos talibanes de la progresía, totalmente entregados a la Causa sin la más mínima mancha de autocrítica, como si fuesen más papistas que el Papa y dispusiesen de infalibilidad doctrinal. Pero ahí están las hemerotecas para comprobar que los días antes del 8M se cubrieron de gloria haciendo el ridículo de una manera extrema e incluso descabellada, risible sino fuese por lo gravísimo de la situación.
A posteriori, los propagandistas del Gobierno tratan de limpiar el 8M como si éste no tuviese nada que ver con la propagación del virus, y afirman que ese mismo día hubo otras aglomeraciones como partidos de fútbol y de otros deportes, el mitin de Vox, el concierto de la Pantoja (y otros conciertos) y el funcionamiento de bares, restaurantes, pubs y discotecas como si no pasase nada; además de las calles de todas las ciudades y pueblos de España con sus habituales transeúntes. Y efectivamente así fue. Pero esas masificaciones no pudieron prohibirse porque no se hizo lo propio con el 8M. Es decir, con tal de que se celebrase la fiesta femiprogresista se consintieron todas las demás aglomeraciones.
Luego el 8M no sólo hizo daño por la manifestación en sí misma sino también por lo que arrastró. Y naturalmente no podían prohibirse las demás concentraciones de personas si no se cancelaba el 8M, y no se iba a celebrar éste prohibiéndose las demás aglomeraciones. España es el país donde crece a más velocidad el número de muertos y eso es por el 8M. Si se hubiese suspendido el 8M nos habríamos ahorrado cientos de muertos, tal vez miles. Pero hasta el 8M los oficialistas estuvieron riéndose del coronavirus. Es más, el 8M por la mañana el gobierno italiano había confinado a 16 millones de personas. ¿No era suficiente para suspender la manifestación y todas las demás aglomeraciones?
A su vez, el Gobierno tampoco se apresuró en hacer una compra masiva de suministros sanitarios, como sí hicieron los gobiernos de Alemania y Francia. Y eso que ha reconocido que ya fue advertido por la OMS el 30 de enero de la peligrosidad contagiosa del virus y alertó del peligro que suponían las aglomeraciones multitudinarias. Pero no sería hasta el 9 de marzo cuando el Gobierno empezó a poner medidas. Gobierno no precavido no vale para nada, sólo para funciones distáxicas.
Cuando esto pase, y mientras está pasando, el PSOE construirá un relato que, por estúpido que sea, tratará de imponerse por la fuerza de los medios a una versión más razonable o más fiel a los hechos. Decía San Ignacio de Loyola: «Si la Iglesia definiera algo como negro, cuando para tus ojos es blanco, nosotros hemos de encontrar el medio para que sea negro». Cambien «Iglesia» por «PSOE» y tendrán la paráfrasis perfecta.
El PSOE madrileño, a través de la cuenta oficial de la secretaría de «Igualdad PSOE-M», lanzó el 28 de marzo el hashtag «#AyusoPPculpables», que recuerda al «Aznar asesino» o al famoso sms -que, según le contó a Iñaki Gabilondo, Turrión se atribuyó- que convocó la manifestación en Génova 13 del 13 de marzo de 2004 el cual rezaba: «Que Aznar no se vaya de rositas». El tuit sería borrado poco después, pero «difama que algo queda». La secretaría de Igualdad del PSOE tiene un lema que afirma: «Todos los días son 8 de marzo». Ahora todos los días son coronavíricos. Si -como solía decirse- después del 11M todo es 11M, después del coronavirus todo es coronavirus, y el 8M hizo mucho para que éste prosperase y la situación enormemente se complicase. Cuando se supere la pandemia más dura será la crisis, y la crisis puede que mate más que el coronavirus. Y eso que las femiprogres decían con suma ingenuidad: «El machismo mata más que el coronavirus». Vuestra estupidez y fanatismo va a terminar matando más que el coronavirus.
En el Gobierno están temiendo que se relacione el 8M y el incremento de contagios, pues por ello se le pueden exigir responsabilidades penales en los tribunales. Y es lo que se debería hacer, esto es, que haya querellas por todos lados: de familiares de las víctimas, del personal sanitario, de fundaciones y organizaciones e incluso de partidos políticos.
Al menos, ya tenemos algo de justicia, o de justicia poética, pues tenemos el caso de la ministra de Igualdad, Irene Montero; que está ahí no por sus profundas aportaciones científicas y filosóficas al feminismo, sino «por ser la mujer de». La Montero ha sido infectada por dos veces. Dicho sea con las palabras de Benito Espinosa: es doblemente enferma y miserable.
Daniel López. Doctor en Filosofía.