En estos días de intensísima campaña electoral por los inminentes comicios de la Comunidad Autónoma de Madrid, más de 2.000 personas entre escritores, actores, periodistas y sindicalistas, es decir, lo que vienen a ser «artistas e intelectuales» (a los que Gustavo Bueno llamó «los nuevos impostores» han firmado un manifiesto titulado «Ahora sí». Ahora sí, qué. Los firmantes son gente de barrios pobres y suburbios que no tiene dónde caerse muerta como Carlos Bardem, Elvira Lindo, Virginia Pérez Alonso (directora del diario digital Público), Almudena Grandes, Rosa Regàs, Antonio Muñoz Molina, Alberto San Juan, Diego Botto, Julieta Serrano, Fernando Trueba, el cantante de Def con Dos, Ramón Górriz (CCOO)…
El manifiesto se plantea de una manera escatológica y maniquea a más no poder (hasta Zoroastro y Mani serían unos juiciosos moderados al lado de estos extremistas del dislate y la exageración al por mayor). Los firmantes se refieren a una lucha en la que «las libertades están en juego» y que se disputa entre la «izquierda progresista» frente a «la derecha» y «la extrema derecha». Y conseguir la victoria final es el bendito objetivo, tras ir electoralmente de derrota en derrota «después de 26 infernales años de atentados contra los derechos y la dignidad de la mayoría ciudadana». Si las demoníacas derecha y ultraderecha vencen entonces «el retroceso histórico puede convertirse en una pesadilla en toda regla». ¿Insinúan los firmantes izquierdistas progresistas fundamentalistas que «26 infernales años» no son ya una pesadilla en toda regla? Porque «26 infernales años» quiere decir que en todo este tiempo la Comunidad de Madrid ha sido el mismísimo Infierno. ¿O sólo se trata de una metáfora y una exageración propagandística con ánimo de demonizar al adversario pero sin ánimo de ni por asomo decir la verdad? Pues podrían ser las dos cosas a la vez, es decir, tal vez los firmantes se crean sus cuentos de vieja pero aprovechan la ingenuidad cómplice de su público para hacerle la campaña a la izquierda progresista liberadora del mal absoluto. Ríanse ustedes de Auschwitz, del Gulag y de los bombardeos incendiarios y atómicos. Lo de Madrid es insuperable. ¿O acaso hay horror más insufrible que el mismísimo Infierno, aunque no sea un infierno eterno sino de 26 años de llorar y crujir de dientes? En Hollywood se van a forrar a base de rodar películas morbosas sobre semejante drama. Y no digamos en el tan subvencionado como negrolegendario cine español.
La victoria de la sacrosanta izquierda progresista no sólo sería la Nueva Jerusalén para la Comunidad de Madrid sino también «para el futuro de todos los pueblos de España para muchos años». ¿Y por qué no hasta el fin de los tiempos per secula seculorum? ¿Es que tal vez esos «muchos años» serían sucedidos, desgraciadamente, por otros «26 años infernales»?
La victoria de la dichosa izquierda progresista (la izquierda caviar, la izquierda Galapagar, la izquierda baizuo o ultrabaizuo se interpreta en el manifiesto como una operación de «cortar en seco el avance del fascismo en nuestro país y poder trabajar por un Madrid sin exclusión social, sin machismo ni xenofobia. Un Madrid que avance en derechos sociales, políticos, económicos y culturales». Eso es, sobre todo culturales. ¡Vivan las subvenciones! Ya dijo Bueno que con el nombre de Cultura se justifica todo tipo de aberraciones.
Los firmantes parece que se hacen eco del ciudadano español y podemita de última hora Serigne Mbayé, cuando de manera bochornosa e incluso extravagante, fuera totalmente de lugar, afirmó sin pestañear y despeinarse que Madrid es una ciudad «muy racista» y está repleta de «racismo institucional». Como si la capital de España en pleno siglo XXI fuese una ciudad del sur de los Estados Unidos en plena época de la segregación racial. Como si los «ultraderechistas» fuesen encapuchados del Ku Kux Klan. Como si en Madrid hubiese un linchamiento cada día. Como si hubiese cámaras de gas dispuestas a liquidar a seres infrahumanos, así considerados por la malvadísima extremísima ultrísima derechísima.
Están nuestros intelectuales izquierdistas progresistas tan despistados (o tal vez tan subvencionados) que bien podrían haber escrito el siguiente manifiesto: «Un fantasma se cierne sobre la piel del toro, el fantasma de la ultraderecha. Todas las potencias políticas y mediáticas progresistas se han unido contra este fantasma. Sánchez y Turrión, Gabilondo y Barceló, Jorge Javier o «Jorgeja» y Ferreras, Bardem y Muñoz Molina, los funcionarios de Correos y la pistolera».
También hay otro fantasma que se cierne sobre España: el comunismo. ¡Sí, el viejo comunismo! Fascismo y comunismo, algo reiterado ad nauseam por boca de políticos y de periodistas, y por ello cada vez en la del ignaro vulgo, se van a disputar la Comunidad de Madrid el próximo 4 de mayo. Ríanse ustedes de la Marcha sobre Roma, de la Operación Barbarroja y de la toma de Berlín. Eso fue una anécdota. Ahora en Madrid es donde se disputa la verdadera batalla escatológica entre fascistas y comunistas. 1945 no decidió nada. Todo se decide el 4M.
Y cuando no son fascistas son nazis, y cuando no son comunistas son socialdemócratas. Como si fuesen incapaces de clasificar las diferentes tendencias políticas y llevasen a cabo malos cortes al estilo de un mal carnicero, que diría Platón.
Daniel López. Doctor en Filosofía.