Por real decreto el doctor Pedro Sánchez le ha concedido al doctor Iglesias Turrión formar parte de la comisión delegada que supervisa el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), institución adscrita al Ministerio de Defensa que dirige Margarita Robles, cuya directora va a ser Paz Estaban López (la primera mujer en obtener dicho cargo). Este puesto lo ocupará el coletudo líder podemítico, si no hay sorpresa de última hora, a partir del 25 de febrero.
Turrión siempre tuvo entre sus ambiciones controlar el CNI y gracias a Sánchez ahora tendrá -porque así le ha parecido conveniente al fraudulento doctor, cambiando la ley ad hoc– un puesto en la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos de Inteligencia, que es ni más ni menos que el organismo que supervisa y regula las tareas del CNI. Es menester recordar que el Centro Nacional de Inteligencia («Nacional» de nación política, ¡qué si no!) fue el detonante que hizo que ambos doctores no llegasen a un acuerdo en febrero de 2016.
De modo que en un puesto eutáxicamente tan delicado -el principal servicio de inteligencia del país, que no es poco; otros lo llamarán «las cloacas del Estado»– Turrión estará presente supervisando, cual obispo, contra las impurezas de «la casta» en pos de los sacrosantos intereses de «la gente»; esos desamparados que él, Turrión el del Casoplón, dice amparar y pretende hacer prosperar (sin predicar con el ejemplo, porque todo no puede ser).
Está por ver cómo se va a gestionar la cuestión separatista catalana, con ese diálogo inminente, y con personajes de esa formación separatista (tan separatista como el PSC) llamada En Comú Podem como es un tal Jaume Asens, presidente del grupo parlamentario en el Congreso, abogado del separatista Toni Comín y uno de los que ayudó a Puigdemont a fugarse de España (por si le faltaba algo). Turrión presentó a Asens como «el mejor activo para que el diálogo y la empatía gobiernen esta legislatura». Y para que el diálogo y la empatía con los sediciosos prospere no está demás supervisar lo que se cuece en las cloacas del CNI (tan activas, por cierto, en el encubrimiento de los atentados del 11M).
En tal posición, Turrión podrá acceder a los secretos de Estado (los arcana imperii), a pesar de que su ministerio se ocupe de los Derechos Sociales y de la globalista onuburocrática Agenda 2030 y, por tanto, no tenga nada que ver con la seguridad y la estabilidad del Estado, como se han extrañado en los círculos de Inteligencia (círculos no precisamente podemíticos). Una seguridad y estabilidad que, por cierto, peligra a golpe de diálogo. Porque hablando se entiende la gente que no guarda precisamente mucho interés en hacer de España «Una, Grande y Libre», sino más bien están por la labor de transformarla en una Expaña «plural», pequeña y sierva de determinadas oligarquías regionales e internacionales; que es a lo que vamos como siga la política de fragmentación. Que divide et impera lo saben muy bien los enemigos de España es de perogrullo. Pero tenemos los políticos que tenemos porque un pueblo se merece la televisión y el gobierno que tiene.
Todo ello fundamentalismo democrático mediante, como si la democracia fuese per se la solución a todos los problemas y todo lo que fuese contra la democracia (esto es, la partitocracia coronada realmente existente) fuese abominable de suyo. Pero, ¿es eutáxica la partitocracia que tenemos? Es de suma imprudencia, hasta el punto de que incontestablemente está resultando distáxica. Y un cambio de régimen o un vuelco espectacular en las pirámides de poder del Reino de España se ve harto complicado. Pero -parafraseando al gran filósofo Baruch de Espinosa- nadie sabe lo que puede España.
Este puesto en la supervisión del CNI, ¿era una de las exigencias de Turrión a Sánchez para formar el segundo Frankenstein, más monstruoso todavía al tratarse ahora de un gobierno de coalición dialogante con los que quieren destruir la nación política e intolerantes con aquellos que osan defender su unidad e identidad?
Es posible que el doctor Turrión haya accedido a tal puesto porque Cataluña, Venezuela y Bolivia son asuntos del CNI. Y en ambos países hispanos hay información muy sensible que no favorecería en absoluto a la formación morada, y tampoco -eso parece- al partido del puño y de la rosa, que presume de «honrado» y «centenario». Y sobre esto, es de suponer, algo tendrá que decir un tal José Luis Rodríguez Zapatero: el otro supervisor, el supervisor de nubes acostado en una hamaca (o tal vez el supervisor del chavismo, algo más incómodo que una hamaca, todo sea dicho).
Hay que tener muy en cuenta que el principal objetivo del CNI es «prevenir y evitar cualquier riesgo o amenaza que afecte a la independencia e integridad de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de derecho y sus instituciones». ¿Han metido al zorro en el gallinero? Porque tal noble objetivo parece que está a mil millas del Frankenstein dialogante con los enemigos de la nación (y sin nación sencilla y obviamente no hay CNI).
También es posible que el doctor «¡yo soy el presidente del gobierno!» y su jefe de gabinete, el reverenciador de Torra Iván Redondo, tengan como estrategia darle protagonismo al doctor «sí se puede (se puede ser de la casta y no morir en el intento)» a fin de quemarle: mesa de diálogo con los separatistas, «apretad» a los agricultores, presencia en el control del gobierno, su propio ministerio (tanto para Asuntos Sociales como para asuntos globalistas, los de la casta más castuza, corrupta y repugnante), y ahora un puesto en la comisión que supervisa el CNI. Nunca nadie tan mediocre, o tal vez le falte mucho para llegar a las cimas de la mediocridad, tuvo tanto protagonismo y semejante capacidad de supervisión.
Daniel López. Doctor en Filosofía.