La hoja de ruta del catalanismo independentista está claramente trazada y definida por los líderes de ERC desde 1934 hasta nuestros días. En tiempos de la II República (1931-1936), el entonces President de la Generalitat, Lluís Companys, tuvo la feliz idea de declarar el “Estado catalán dentro de la República federal española” de manera totalmente unilateral. Igualmente, continuó con su “continua rebelión e insubordinación” (parafraseando a Manuel Azaña) tras el estallido de la Guerra Civil en 1936. El entonces Presidente de la República consideró, no sin razón, que si el independentismo no se había levantado en armas contra la misma no era por falta de ganas, sino por “falta de armas o escasez de decisión”.

            Casi 86 años después, y tras haber tenido que escuchar a Joan Tardá, sin ningún complejo ni tapujo, reconocer que la estrategia es “primero, el Estado federal; después, la independencia”, España se encuentra en la misma tesitura que en 1934: la lucha por su supervivencia como nación política frente a las acometidas de sus enemigos, internos y externos, que pretenden balcanizarla en pedazos mil.

            El lector que considere alarmista esta reflexión, que analice los discursos de los independentistas (gallegos, vascos y catalanes) en las pasadas sesiones del Congreso para la investidura del candidato del PSOE, Pedro Sánchez: que si Visca Catalunya lliure, Gora Euskadi askatuta, Viva Andalucía Libre, Viva Asturies dixebrá, que si la bandera canaria de las 7 estrellas, que si el País Llionés… todo un compendio de las taifas inventadas y por inventar que ésta, nuestra mal llamada izquierda, viene considerando progresista defender. Mención, o capítulo, aparte merece la señora de ERC que saliera a reconocer que la gobernabilidad de España le importaba “un comino”.

            El lector que considere exagerada esta reflexión, que analice el pacto al que PSOE y ERC llegaron para que, con la abstención de éste último, pudiera Sánchez ser investido presidente del gobierno: la creación de una mesa de diálogo entre gobiernos (de España y de Cataluña) al mismo nivel (¿?) y un referéndum de lo acordado en dicha mesa solo en Cataluña. O lo que es lo mismo: el reconocimiento tácito por parte del gabinete de Sánchez del “Estado catalán dentro de la Monarquía “federal” española”, cumpliéndose así la etapa intermedia que conduciría a Cataluña hacia una futura independencia, siguiendo el guión del ínclito Tardá. Una vuelta de tuerca más, desde las “nacionalidades” del artículo 2 de la Constitución de 1978, hacia la “reaccionaria destrucción de la unidad nacional”, que diría el filósofo de Tréveris.

            Es por ello que, me temo, todos los enemigos de la nación española y sus trabajadores, de dentro y de fuera, anden ufanos y triunfantes, mascullando puño en alto: “muera la nación, viva la balcanización”.

 

Luis Carlos Nogués

Fundador y Secretario General de SOMOS España