El difunto Alfredo Pérez Rubalcaba dejó dicho en una especie de testamento político o canto de cisne revelador: «Imagínese la que tendríamos montada si hubiéramos ido a una investidura con el apoyo de Podemos, que está en el derecho a la autodeterminación, y de los independentistas que ni le cuento. ¿Qué estaríamos diciendo hoy los españoles? Y es que gobernar España es muy complicado, y exige apoyos parlamentarios sólidos, si quieres hacer un buen gobierno. Si quieres chapucear…». Pues eso es precisamente lo que ha hecho, y ya por entonces quería hacerlo, Pedro Sánchez: chapucear con podemitas y separatistas.
Lo primero que dijo Sánchez en su discurso de investidura fue: «No se va a romper España. No se va a romper la constitución». Como le dijo Pablo Casado, excusatio non petita, accusatio manifesta. «El PSOE es un partido español formado por compatriotas», añadía el doctor; y citando a Bertolt Brecht afirmaba: «hay que defender lo obvio». ¿Acaso lo obvio no es defender la unidad de España e ir contra los que quieren destruirla?
Sánchez quiere afrontar el problema de Cataluña como un «conflicto político, para dejar atrás la deriva judicial que tanto dolor y tanta fractura ha causado en buena parte de la ciudadanía catalana y española». Como si los catalanes no fuesen ciudadanos españoles.
El candidato se refirió al Estado autonómico del Régimen del 78 como «el mejor modelo territorial que hemos tenido en nuestra historia». Precisamente el modelo que nos ha traído hasta aquí, el modelo que ha hecho de España, dada su debilidad y fragmentación, una potencia insignificante en el concierto internacional, totalmente subordinada al Eje franco-alemán y a diversos poderes fácticos financieros atlantistas. Y no hay lugar a la rectificación, porque «la España de las autonomías es una realidad incuestionable», y además hay que ahondar en «el libre desarrollo de las identidades nacionales dentro de nuestro marco institucional». Y así se propone «España tal y como es: ese va a ser nuestro proyecto político». Y mientras, los de Bildu en la tribuna partiéndose la caja. Y aun así, el no muy coherente doctor, todo sea dicho, reconoció «el desgaste de nuestro Estado autonómico».
Más adelante el doctor fue mucho más explícito, e incluso cínico: «El proceso de descentralización de España es inseparable, incluso en términos históricos, señorías, del proyecto de construcción europea». Lo cual es cierto, ¡y así nos va!. Sánchez quiere «una España autonómica, descentralizada, una España federal en una Europa federal y unida». Es decir, el delirante proyecto de ciertas élites financieras del decadente globalismo y del europeísmo más recalcitrante.
El doctor daba un aviso a navegantes, para que nos preparemos con más de lo mismo; pero, si cabe, con mayor intensidad (porque ahora estará la señora Montero, la señora del señor Turrión, en esa vesánica creación zapateril-bibianesca llamada Ministerio de Igualdad): «El feminismo no va a dar marcha atrás… Es imparable… y en el consentimiento sexual sólo sí sea sí». Sólo le faltó mirar a Abascal y cantar: «¡El violador eres tú!».
Otro aviso fue la propuesta de declarar al 31 de octubre el día de las víctimas del franquismo (junto a la cada vez más presente festividad de Halloween, of course). El 8 de mayo será día del reconocimiento de los exiliados por el franquismo. También prometió retirar todos los símbolos franquistas de la vía pública. Luego vamos a tener, por si ya no tuviésemos bastante, más Memoria Histórica: más locura negrolegendaria e historiografía basura. Porque «para este gobierno patriotismo significa amparar a todos los españoles y también a las minorías más vulnerables… Patriotismo significa exhibir nuestros logros en derechos sociales… Patriotismo significa desplazar del espacio público los símbolos que evocan un período de opresión y dictadura ejercida contra españoles por sus ideas, por su cultura y por su lengua».
Y sin que aparentemente se le cayese la cara de vergüenza decía el que dudosamente fue doctorado como cum laude: «La mentira, la calumnia y la falsedad no son fenómenos nuevos». Es decir, no son un invento del doctor, ¡sólo faltaría! Y mientras Pablo Casado hacía el gesto de «¡vaya cara que tienes, de cemento armado!». Por si la falta de decoro no era suficiente, el doctor repitió la frase.
«¿Qué es el diálogo?», se preguntaba el doctor. «El diálogo debe partir del reconocimiento del otro, de la atención a sus razones». Sobre todo si el otro es separatista y no de «extrema derecha» o «ultraultraderecha», como se dice ahora. Porque «España es el país de la diversidad». ¿Y qué país no lo es? Esta va a ser «la legislatura del diálogo en general y del diálogo territorial en particular». Ha quedado claro.
Pablo Casado -que le preguntó a Sánchez si podía dormir- decía en su discurso que «la constitución no es el problema, es la solución». Pero la constitución sí es el problema, porque la chapuza de las «nacionalidades» del artículo 2, así como el diseño de las autonomías, es lo que nos ha traído a esta situación. Pero si sanchistas y podemitas pretenden cambiarla…. ¡Virgencita, virgencita, que me quede como estoy!
Iglesias Turrión hablaba de «gobierno de reconstrucción», y se refería a la oposición como «derecha, ultraderecha y ultraultraderecha». Una manera de clasificar a tales partidos no sólo errónea, sino también demagógica e infantil. He aquí lo que podríamos llamar el «ultraultracretinismo parlamentario». Y como demagogo permanente salía de su boca: «Traición a España es vender y privatizar el patrimonio público. Traicionar a España es robar a manos llenas y financiarse ilegalmente en las campañas electorales». Efectivamente, eso es traicionar a España. Como hizo el PSOE privatizando Telefónica, Endesa, Repsol, Argentaria, Tacabalera, ENCE, AENA, INDRA, Agencia EFE, FECASA, IPASA, ENASA, CETME, FRIGSA, SIMEX, GEASA, INIMA, GESA, ELCANO, SEAT e IBERIA. O robando a manos llenas con casos de corrupción escandalosa como Filesa, Flick, Urbanor, Rumasa, Seat, AVE, Arcos, Guerra, Roldán, Banesto, Gal, Naseiro, EREs de Andalucía, Cursos de Formación, Campeón, Matsa, Nueva Rumasa, Operación Medeja, etc., etc.
Turrión quiere dialogar con los separatistas para construir un país «en el que, efectivamente, a día de hoy conviven diferentes sentimientos nacionales y diferentes naciones». El líder podemita puede aplicarse aquello de que la ignorancia es el fruto podrido de la pereza, pues el concepto de nación es oblicuo y para entenderlo hace falta un esfuerzo taxonómico. Para refutar este disparate ya hemos dedicado varios editoriales en Denaes. Aunque no estaría de más remitir al lector (y al mismo Turrión) que acuda al Forja 59 de Qué m… de país que presenta y dirige Paloma Hernández: https://www.youtube.com/watch?v=bjr6fFI5s9Y&t=172s.
Turrión añadía que habló con algunos de los presos separatistas y, pese a sus diferencias ideológicas, pudo comprobar «la profundidad incuestionable de sus convicciones democráticas». Pero, ¿de qué democracia está este sujeto hablando? ¿De la democracia sublime que está instalada en el corazón de los hombres -y, como no, de las mujeres, sobre todo allí- como si fuesen castillo en el aire o de la democracia que supone un Estado, un ejército, un territorio, unas riquezas y unas relaciones diplomáticas y comerciales con otros Estados, sean democráticos o no?
El líder morado reveló a la Cámara que le consta que algunos de los secesionistas encarcelados «han trabajado desde la prisión para defender el acuerdo y el diálogo. Y desde esta tribuna quiero darles humildemente las gracias». Y concluía con un «Sí se puede. ¡Adelante presidente!». Cuando el martes el presidente fue investido el coletudo líder morado, ya coronado como vicepresidente, rompió a llorar. Parece que la cursilería ha llegado para quedarse.
Cuando le llegó el turno a Gabriel Rufián éste se enorgullecía de haber cumplido su palabra tras prometer sentar al gobierno de España en una mesa de diálogo y haberlo conseguido. «ERC no es el problema, es la solución». ¡Ése es el diálogo! El diputado separatista se refirió a los «89 años de historia antifascista» de su partido. Pero hay que tener en cuenta que ERC se fundó como una coalición de partidos, entre los que se encontraba Estat Català de Francesc Macià y Josep Dencàs. Este último, tras la fallida insurrección de octubre de 1934, huyó por las alcantarillas camino a Italia en busca de su protector, el cual era ni más ni menos que Benito Mussolini. Dencàs reaparecería en el balcón de la Piazza Venezia con camisa negra, el uniforme de los esbirros del fascismo italiano (que eran imitados por los Escamots, la organización paramilitar de Estat Català). Vemos que no todo lo que reluce es antifascismo en los 89 años de historia de ERC.
Cuando le tocó el turno a Inés Arrimada la diputada naranja se preguntaba retóricamente: «¿Cómo puede el señor Sánchez decir que esto es lo que han votado los españoles si se presentó a las elecciones prometiendo justo lo contrario de lo que ha presentado hoy ante esta cámara?… ¿Un gobierno progresista con la mano del PNV?». Ya lo decía Cebrián: «Con el PNV mal que bien vamos tirando». Y con toda la razón interrogaba la líder de C’s: «¿Qué tiene de progresista que haya comunidades de primera y comunidades de segunda? ¿Qué tiene de progresista que haya más servicios públicos en un territorio que en otro?… No es progresismo, es rendición».
Ya el martes, la diputada de ERC Monserrat Bassa, hermana de Dolors Bassa, condenada a 12 años por delito de sedición malversación, llegaría a decir que «personalmente, me importa un comino la gobernabilidad de España». Y así concluía su intervención: «Queremos construir una república catalana independiente desde la cordialidad con España». Por eso se han abstenido a favor del gobierno que va a presidir Sánchez y vicepresidir Turrión: porque les importa un comino la gobernabilidad de España y piensan construir la susodicha república contando con la cordialidad de sanchistas y turrionitas.
¿Será el epitafio político de Sánchez su segundo Frankenstein? A buen seguro que no será el epitafio de España, porque nadie sabe lo que puede España. Y personajes a los que les falta mucho para llegar a ser mediocres y se dedica a chapucear nunca podrán destruir nuestra gran nación.
Daniel López. Doctor en Filosofía.