España sufre actualmente sucesivos ataques de guerra híbrida, mientras la sociedad española es apenas consciente de esta amenaza. Es más, la mayoría de los españoles desconocen en qué consiste la guerra híbrida. Es un término que sigue siendo muy poco conocido en nuestro país, algo que debemos cambiar incorporando este concepto al discurso político en todos sus niveles. Tenemos que comenzar a hablar sin eufemismos de los ataques híbridos que recibe constantemente España, hasta que nuestros compatriotas comprendan la gravedad de la situación en la que nos hallamos inmersos. La sociedad española debe ser consciente de esta amenaza y de sus diversas manifestaciones, solo así podremos mantener la unidad en tiempos de crisis. Por tanto, nuestro objetivo inmediato debe ser que los españoles se familiaricen con lo supone la guerra híbrida.
La guerra híbrida no es un fenómeno nuevo, pero sí está cobrando cada vez más importancia, y no solo en España. Esta modalidad de guerra se basa en un conjunto de acciones hostiles diferentes a las propias del conflicto tradicional, con las que un país pretende debilitar a su rival, aprovechando sus vulnerabilidades, pero sin provocar un conflicto militar directo. Esta estrategia puede incluir múltiples técnicas, como ciberataques, desinformación, manipulación de resultados electorales, uso de flujos migratorios para desestabilizar fronteras, terrorismo, espionaje, alteración en los flujos de energía, boicot comercial, etc. La guerra híbrida es muy peligrosa, ya que busca minar las defensas y el tejido social del rival, generando una influencia perjudicial en su gobierno, instituciones y sociedad en general.
Hace algunos días, Juan Sergio Redondo publicaba en DENAES un magnífico artículo sobre la capacidad de influencia de Marruecos en la corrompida clase política española. Juan Sergio también hablaba de “la guerra híbrida implementada por los marroquíes para afianzar sus objetivos expansionistas y, muy especialmente, en lo relacionado con Ceuta y Melilla”. Así es, actualmente Marruecos está dirigiendo una auténtica estrategia de guerra híbrida contra España que, si bien se siente sobre todo en Ceuta y Melilla, va mucho más allá y se extiende a todos los niveles de la Nación.
Encontramos muchos ejemplos de las técnicas de guerra híbrida que Marruecos conduce contra España. Las sospechas de una presunta injerencia marroquí durante la campaña electoral del 28 de mayo en Melilla con la compra de votos es un acto claro de guerra híbrida que, además, busca menoscabar la confianza en nuestra democracia. La promoción de partidos políticos promarroquíes en nuestro país o la petición a los ciudadanos marroquíes residentes en España para que se involucren más en política son también pasos encaminados a desestabilizarnos. Por supuesto que hay otros muchos más claros, como los sucesivos asaltos a nuestras fronteras con la connivencia de su gendarmería, o el envío masivo de menores para que inunden nuestras calles y debiliten los valores de nuestra juventud. Estos movimientos migratorios han sido explotados por Marruecos como una herramienta de presión política, buscando obtener concesiones en diferentes ámbitos de interés para ellos.
Pero hay muchos más y, lo que es peor, habrá muchos más, ya que el objetivo final de la guerra híbrida que conduce Marruecos no es otro que tomar las ciudades españolas del Norte de África y, en una segunda fase, intentar hacer lo propio con las islas Canarias. Eso solo sería posible en un contexto de extrema debilidad de España, algo que su estrategia de guerra híbrida busca generar.
Pero España no solo sufre tácticas de guerra híbrida por parte de Marruecos. No podemos olvidar que Moscú desarrolló un juego muy peligroso en Cataluña durante el referéndum ilegal de independencia de 2017. Los medios rusos, como Sputnik o Russia Today, lideraron una manipulación de la narrativa mediática sin miramientos, buscando influir en la opinión pública y desestabilizar la región. No en vano, Rusia es muy hábil en la guerra híbrida, tal y como saben bien en la ex Unión Soviética, especialmente en Ucrania, donde la guerra híbrida alcanzó su máxima expresión cuando, en 2014, los “hombres de verde”, militares sin bandera en sus uniformes, aunque claramente comandados por Rusia, se hicieron con Crimea sin que técnicamente se pudiese hablar de una invasión o de un ataque militar exterior. La guerra híbrida, si no es atajada a tiempo, tiene serios riesgos de degenerar en violencia y ataques militares convencionales.
Podríamos mencionar otras amenazas híbridas reales y presentes, como la desinformación en Internet, la propaganda o los ciberataques. España es uno de los países del mundo donde se registran más ataques informáticos al sector industrial. Este tipo de ataques podrían dormir tecnológicamente a España en minutos, o condicionar a la opinión pública para apoyar distintas tendencias políticas. Los posibles efectos son infinitos.
Todo esto, como decía inicialmente, hace necesario que el discurso político incorpore el término guerra híbrida y sus técnicas. España necesita definir una estrategia de Defensa sólida y diseñar una política exterior firme, y, para eso, es preciso que la sociedad sea informada y conozca las verdaderas amenazas que enfrentamos. Solo así podrá comprender la imperiosa necesidad de incrementar nuestra fuerza disuasoria, la única capaz, en último término, de evitar que nuestros enemigos den un paso más allá.
Ignacio Temiño