Mucho están tardando los promotores de una supuesta Tercera República (curiosamente casi nunca la llaman así o no se hace excesivo ruido con ese nombre, será por el segundorepublicanismo memoriohistoricista) en hablar de «República de repúblicas», igual que hablan de «nación de naciones», «país de países» o incluso «partido de partidos» (también dicen cosas como «aprender a aprender» y otras extravagancias y galimatías por el estilo a cada cual más pedante y ridículo).
Mucho están tardando, decimos, pero de momento más bien prefieren hablar -como lo hace con insistencia Iglesias Turrión- de «República plurinacional»; es decir, si las naciones son varias (aunque indeterminadas, pues no se especifica si esas naciones son ya naciones políticas o naciones étnicas) la república es una.
¿Significa eso que la república plurinacional vendría a salvaguardar la unidad de España? Sería muy extraño, porque además de republicanos estos señores también se declaran federalistas, de ahí que hablen de una «república federal plurinacional». Dicho de otro modo: se pretende separar lo que está unido por la monarquía (heredera del centralismo franquista) para volver a unirlo en una república que conceda a regiones como Cataluña, el País Vasco o Galicia (aunque también otras regiones) el título de nación (aunque insistimos en que no se especifica qué género de nación vendrían a ser).
Y si acuden como argumento de autoridad a la Constitución del 78 dirán que se refieren a las «nacionalidades históricas» que cita el ínclito artículo 2, siendo Cataluña, Galicia y el País Vasco reconocidas como «comunidades históricas». ¿Y por qué estas regiones son consideradas «históricas» y, por ejemplo, Asturias, Aragón o Castilla-La Mancha no? Porque aquellas tres regiones contaron con el Estatuto de Autonomía en la Segunda República (la república modelo de los republicanos-plurinacionalistas, aniquilada por la Guerra Civil). Ese era el criterio y no valía para nada que Aragón o Castilla, como Asturias y también valencia o Navarra tuviesen más historia en tanto que fueron reinos. Los mal llamados «padres de la patria» no sabían lo que traían entre manos cuando redactaron semejante chapuza y distinguieron ad hoc entre regiones y nacionalidades. En dichos padres está el pecado original, aunque la cosa ya venía fraguándose en el tardofranquismo en oscuros contubernios más allá de la piel del toro o incluso en su propio interior.
El federalismo en un Estado ya unido como es el español sólo puede entenderse como separatismo cortés (aunque a veces es incluso cínico cuando se habla de «federalismo asimétrico»). Entonces ¿qué se busca contra la monarquía? ¿Una república o diecisiete? ¿O tal vez simplemente tres o cuatro republicas, suficientes para destruir a la nación española? En ese caso, ¿sería la Corona la mejor garantía para perseverar la unidad de España? Con republicanos así parece que sí.
No obstante, ¿no ha sido la monarquía la institución que ha vertebrado el régimen autonómico? ¿Y no ha sido el régimen autonómico el que nos ha traído hasta aquí? ¿No es culpable el Régimen del 78 de traer de nuevo, tras el paréntesis franquista, a los separatistas al poder en los parlamentos de sus correspondientes regiones y también en el Congreso de los Diputados y en el Senado, alcanzando acuerdos con los gobiernos de Moncloa tanto del PSOE como del PP, muy beneficiosos para los ciudadanos de esas regiones pero perjudicando al resto de españoles? ¿No son los separatistas lo que son gracias al régimen coronado en general y gracias a PSOE y PP en particular? Cría cuervos y te sacarán los ojos, pero parece que sarna con gusto no pica (con gusto para ciertos políticos, no ciertamente para los ciudadanos, aunque éstos sean cómplices de aquéllos cuando los votan).
También Unidas Podemos es producto del Régimen del 78, e incluso podría decirse que viene a ser su quintaesencia. Sólo en el régimen autonómico de los separatistas y de peperos y sociatas es posible un partido como Podemos, que no ha venido a abolir la Constitución sino más bien a darle cumplimiento, esto es, a llevar a que el régimen saque sus propias consecuencias, pues en la Constitución está el germen de la disolución o balcanización de España. Y eso es lo que viene a decir el citado Iglesias Turrión: «Que España es plurinacional no es una cosa de Podemos, es que lo dice la Constitución. No hay que avergonzarse de esto, hay que entenderlo como una ventaja».
Aunque dicha Constitución fuese el producto de una negociación -dice Turrión- de las élites de la dictadura con las élites de la oposición democrática. O más bien una negociación entre determinadas élites extranjeras junto a la Corona y los partidos políticos dispuestos a repartirse el pastel e incluso a robar trozos del mismo. ¿Y esas élites extranjeras no son esencialmente las mismas que las que dirigen la Agenda 2030, competencia del ministerio del tal Turrión? ¿Todo está «atado y bien atado» y llegaremos «de la ley a la ley» del Régimen del 78 a la República de repúblicas de las plurinaciones de Turrión?
Daniel López. Doctor en Filosofía.