El Real Monasterio de Santa María de Sijena, en el término de Villanueva de Sijena (Huesca), municipio que vio nacer a Miguel Servet, fue fundado por la reina Sancha de Castilla, esposa del Rey de Aragón, Alfonso II en 1188, en un contexto en el que el avance de la Reconquista dio a los monasterios un papel decisivo en el proceso repoblador, quedando Sijena vinculado a la monarquía aragonesa desde su génesis, siendo Panteón Real y Archivo de la Corona de Aragón.
El Monasterio fue declarado Monumento Nacional en 1923, comprendiendo dicha declaración el templo, el claustro y su sala capitular, el palacio prioral, el refectorio, el dormitorio antiguo, la sala de la Reina y la parte subsistente de la fortificación. Cumpliéndose 100 años de ello, el Parlamento de Aragón acordó declarar el año 2023 como «Año de Sijena», sin que se conozca por el momento ninguna actividad programada al efecto.
En el verano de 1936 el Monasterio sufrió un ataque por parte de una columna del P.O.U.M. (Partido Obrero de Unificación Marxista) procedente de Barcelona que lo incendió y saqueó, previamente las religiosas pudieron huir, ocasionando que parte de las pinturas de la Sala Capitular se perdieran y el resto quedaran gravemente dañadas. Pinturas que posteriormente fueron arrancadas de forma ilegal por un funcionario de la Generalidad que financió la actuación, y trasladadas a Barcelona, exhibiéndose en la actualidad en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.
El Gobierno de Aragón reivindicó las pinturas y en 2016 un juzgado de Huesca falló condenando al Museo Nacional de Arte de Cataluña a restituir a la Sala Capitular del Monasterio de Villanueva de Sijena las pinturas murales. Asunto que judicialmente sigue vivo, ya que hace escasas semanas se ha conocido que el Tribunal Supremo ha admitido a trámite los recursos de casación interpuestos contra la sentencia del Juzgado de Huesca, y día de hoy se sigue esperando sentencia definitiva del Supremo, por lo que es poco probable que las pinturas estén de vuelta para la conmemoración del aniversario.
Pero la actividad litigiosa entre las dos comunidades españolas, antaño unidas bajo la misma corona del Reino de Aragón, no termina aquí, ya que también recientemente se han cumplido cinco años desde que Sijena, tras otra tortuosa travesía judicial de más de dos décadas, lograra recuperar los bienes que la Generalidad de Cataluña y sus museos compraron de manera fraudulenta. En 2017 la resolución de un litigio conllevó la salida del Museo de Lérida Diocesano y Comarcal, de un total de 44 obras; y en 2021, fruto de otro litigio con el obispado de Barbastro-Monzón, se obligó al museo a entregar más de 100 obras.
La devolución de los bienes no fue desaprovechada por la grey independentista para escenificar el falaz maltrato de la justicia española a los catalanes, y con motivo del quinto aniversario de dicha entrega han inaugurado una exposición en el Museo de Lérida, dando forma a los sentimientos de pérdida que conllevó el cumplimiento de la sentencia con la devolución de las obras. Bajo el rótulo “Expolio. 25 miradas” se exhiben, desde el pasado 17 de noviembre hasta el próximo 8 de enero, 32 obras de 25 artistas colaboracionistas.
Pero la maniobra no es nueva, ya que, en diciembre de 2019, y en el contexto de las negociaciones previas a la celebración de la fatídica sesión de investidura que proclamó a Pedro Sánchez presidente del Gobierno de España, ERC presentó en el Parlamento de Cataluña una “Propuesta de resolución sobre la judicialización del patrimonio por parte de Aragón para expoliar (sic) el Museo de Lérida”. Llegando a afirmar que «un operativo comandado por la guardia civil expolió de madrugada 44 obras de arte expuestas en el Museo de Lérida», pasando por alto el hecho de que la necesaria intervención de la guardia civil estuvo motivada por la desobediencia a la Justicia y la negativa a entregar las obras. Asimismo, se estableció una conexión torticera entre la aplicación blandengue, como el modelo de hombre que promueve el Ministerio de Igualdad, del artículo 155 de la Constitución en Cataluña y el despliegue del operativo citado, siendo totalmente casual, pues el curso judicial del litigio de las obras de arte sacro era absolutamente ajeno a la aplicación de esa medida excepcional provocada únicamente por la acción golpista de grupos separatistas catalanes.
De sobra es conocida la inclinación del Gobierno Catalán a resistirse a acatar las resoluciones judiciales, lo hemos vuelto a ver con la sentencia del 25% de castellano en las aulas catalanas. También es conocida la tendencia de sectores catalanistas independentistas a utilizar la historia como arma arrojadiza, tergiversando, manipulando y falsificando los hechos del pasado, ante la eventual necesidad de justificar los hechos del presente. La historia en general, y la de Aragón en particular, ha sufrido esta lacra, y la sigue sufriendo, a la vista de algunos libros de texto con los que la inspección de educación hace la vista gorda, siendo común que la historia se manosee y manipule por los nacionalismos periféricos para conformar hechos fundacionales y establecer identidades diferenciales.
Y la exposición del Museo de Lérida es más de lo mismo, su objetivo es falsear la realidad, generar odio, abonar resentimientos y fomentar el enfrentamiento entre dos regiones unidas históricamente. La realidad, varapalos judiciales sin precedentes que obligan a la restitución de obras histórico-artísticas, es solo un pretexto más para reforzar el sentimiento independentista, enmarañando los hechos hasta confundirlos con la ficción con la que refuerzan una supuesta identidad diferencial.
Solo hace falta ver algunos títulos de las obras expuestas, San Martín secuestrado, Ruptura, Lérida ultrajada, La aberración, El complot, Virgen del Expolio, entre otras lindezas. Museo, por cierto, integrado por el Obispado de Lérida, que colabora silente en difundir falsedades y alentar rencores.
Sara Baigorri