Con la crisis económica que viene sí o sí tras la pandemia, ya veremos su alcance, vamos a lamentar estos años de desindustrialización de España, a fin de entrar en la Comunidad Económica Europea (el nombre anterior de la Unión Europea, tal vez más ajustado que éste si sobre todo entendemos «comunidad» como biocenosis).
La partitocracia coronada del 78, prácticamente en su totalidad, ha consentido o más bien ha colaborado en conseguir que Alemania tenga las fábricas y exporte bienes de consumo y de equipo y España se vuelque en el sector terciario en detrimento de su capacidad industrial, pues se pasó de ser la décima potencia industrial y el segundo fabricante mundial de acero a desmantelarse la totalidad de la industria pesada por órdenes de políticos imprudentes vendedores de lesa patria. Eso hizo que nuestra nación se nutriese fundamentalmente del turismo, y este año dicho sector va a quedar tocado, si no hundido, por la pandemia.
También se transformó en un país dependiente de la hostelería y del sector servicios en general (todo ello afectado gravemente por la crisis sanitaria). De momento esta temporada está prácticamente perdida, y eso ya por sí solo es gravísimo. Se comenta que bares y restaurantes no podrán reestablecerse y funcionar de manera normal hasta finales de año. De película de terror.
Esa desindustrialización ya la estábamos pagando y la estamos padeciendo en esta crisis sanitaria (si tuviésemos industrias no tendríamos que buscar mascarillas, tets ni respiradores fuera); pero con la que se nos viene encima va a ascender a niveles de llorar y crujir de dientes. Con esta crisis la desindustrialización va a hacer real aquello de la «España invertebrada», pues la cesión de nuestros más preciados valores basales a Europa no han sido precisamente la solución a nuestros problemas menudos ni al problema de España, sino más bien ha supuesto todo un problemón que puede desintegrar el ser de España si realmente, como se estima, nuestra nación va a salir tan mal parada en esta crisis. Y si España sobrevive como unidad (pese a que la amenaza formal del secesionismo no desaparecerá con el virus) estará por ver cómo va a quedar su identidad tras el paso de la pandemia, es decir, de qué modo perseverará el ser de España
En cambio, con suma prudencia para sus intereses eutáxicos, como es lo normal en cualquier Estado-nación que se precie, Alemania ha nutrido durante estos años su industria, eliminando a España como principal competidor. Y si bien la nación política germánica es sólo un enano militar (ni tiene y por presiones de otros Estados no puede tener munición nuclear), es sin duda un gigante industrial. Sin semejante industrialización Alemania no hubiese alcanzado sus escandalosos superávits comerciales, sólo comparables a los de China. Pero si es una nimiedad militar no podrá empezar una nueva guerra mundial al carecer de la susodicha munición. Francia e Inglaterra sí la tienen. Aunque van a salir peor paradas que el Reich de la pandemia de COVID-19, desde el cual se afirma que tienen «controlada» la pandemia y que van a ayudar a Francia, Italia y España. Veremos en qué consiste esa ayuda y a qué precio.
Asimismo, el ejército español también ha sido esquilmado («invertebrado») durante estos años (y tampoco disponemos de contundencia nuclear).
Y por si fuera poco España es un país sin moneda propia al abandonar la peseta y subirse al euro. Moneda que, si para los alemanes, con una industria fuerte, ha supuesto montarse en el marco sublimado, para los españoles ha sido una ruina que nos ha costado el ojo de una cara y con la que se nos viene encima puede que nos quedemos ciegos, sordos y mudos, y ya puestos sin gusto y sin tacto y por tanto sin sentido de la orientación. Escalofriante.
La pertenencia a ese club de naciones llamado Unión Europea ha sido un lastre para la independencia económica, política y militar de España. ¿Cómo vamos a industrializarnos, a tener moneda nacional y a forjar un gran ejército, requisitos para recuperar nuestra soberanía (que sólo existe jurídico-formalmente y no materialmente), de la noche a la mañana o en unos pocos de años? Sin industria, sin moneda, sin ejército y para más inri sin turismo difícilmente podemos hacer mucho con la que vamos a padecer en unos meses; o con la que ya tenemos presente, que no es poco, pero será mucho más en poco tiempo.
A lo que hay que añadir problemas como el separatismo, la crisis de los agricultores, la débil demografía española y la inmigración ilegal masiva; a lo que hay que añadir la catástrofe ideológica: la Memoria Histórica (más bien negrolegendaria), el globalismo aureolar, el europeísmo sublime, la ideología de género, el Pensamiento Alicia y todas esas miserias terciogenéricas que tanto daño nos han hecho y que como no se extirpen y trituren de manera incontestable y radical en poco tiempo, dada la situación que nos va a dejar el virus, nos hundirán definitivamente no ya sólo en el fango de la ignorancia -que decía Platón- sino básicamente en la ruina más paupérrima que España haya conocido desde la posguerra civil. El que es débil que espabile, alertaba Gustavo Bueno.
Ahora estamos lamentando, algunos lo llevamos haciendo desde hace unos años, que en estos 40 años de partitocracia se haya estado dilapidando un Estado fuerte en pos de un autonomismo que ha derivado en algunas regiones en separatismo, y de un europeísmo que entre otras cosas ha desindustrializado el país y nos ha dejado sin moneda y por ende sin soberanía efectiva. Y el globalismo nos ha infectado con ideologías estúpidas, como la ideología de género o el cambio climático escatológico inminente. Pero la inminencia era la pandemia, que los medios progresistas-globalistas españoles, en este caso vergonzosamente «negacionistas», procuraron ningunear e incluso ridiculizar: «¡Coronavirus, oé!».
La ideología de género (que no el feminismo) ha sido el catalizador de las manifestaciones del 8 de marzo, que han sido el detonante de tantos contagios no sólo por sí mismas (por las múltiples manifestaciones en toda España, destacando la de Madrid), sino por las de aglomeraciones que igualmente no se suspendieron en ese potencialmente mortal fin de semana: eventos deportivos, bares, restaurantes, discotecas, ferias, mítines y transeúntes por las calles y pueblos de España. Como ha señalado Atilana Guerrero en el número especial de El Catoblepas sobre la crisis del coronavirus, «el Pensamiento Alicia inoculado a lo largo de estos años nos ha dejado, en oportuna metáfora médica, con las defensas demasiado bajas».
Daniel López. Doctor en Filosofía.