El Ministerio de Educación y Formación Profesional encabezado por Isabel Celaá proyecta una nueva reforma educativa, la enésima, que elimina la obligatoriedad de cursar la asignatura de Matemáticas en el Bachillerato de Ciencias y Tecnología, así como la asignatura de Matemáticas aplicadas a las CC. Sociales en el Bachillerato de Ciencias Sociales. El borrador ha despertado inmediatamente las quejas de la Real Sociedad Matemática Española y de otras instituciones matemáticas.
Ahora bien, conviene reparar en que el Gobierno de Pedro Sánchez sigue en este punto la doctrina que canonizara el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en la antigua LOE de 2006, donde tampoco se contemplaba la obligatoriedad de las matemáticas. Circunstancia que fue corregida por la LOMCE, aprobada por el PP en 2013, y que la nueva ley en ciernes, la LOMLOE, aspira a derogar.
Estamos asistiendo a una ocurrencia disparatada, de consecuencias insospechadas. Un futuro matemático, físico o ingeniero podría concluir su bachillerato sin haber cursado matemáticas. Lo mismo podría suceder con un médico o biólogo, a pesar de que necesite conocer los rudimentos de la estadística antes de acceder a la Universidad. Y, por descontando, con un futuro economista o estudiante de empresariales.
Se dirá que los alumnos que quieran estudiar estos grados, no dejarán de elegir las asignaturas de matemáticas en 1º y 2º de Bachillerato. Pero, dada la nota que se precisa obtener para entrar en ellos, no es descabellado que muchos alumnos elijan otra asignatura que les garantice mejor calificación a final de curso que matemáticas, donde las notas normalmente bajan la media del expediente académico del alumno, como consecuencia del rigor y el nivel de exigencia de la disciplina («no hay caminos regios [atajos] en matemáticas», le contestó Euclides al rey Ptolomeo, ante sus quejas por la dificultad de aprender geometría). En suma, la picaresca está servida. Y, a resultas de ella, observaremos cómo merma un poco más, si cabe, la formación matemática de las nuevas generaciones.
Las matemáticas son una herramienta fundamental en la mayoría de ciencias y tecnologías, desde la física a la psicología, pasando por la arquitectura, la economía o la epidemiología, pues si algo ha puesto de manifiesto la actual crisis del COVID-19 es que vivimos en un mundo poblado de números y funciones (como las curvas de contagio). Un saber matemático mínimo lo precisa no sólo el futuro científico sino también cualquier ciudadano que aspire a orientarse en la maraña de datos cuantitativos que vomitan diariamente los medios de comunicación. ¿O es que acaso queremos que las próximas generaciones sean incapaces de criticar las cifras o los gráficos que ven en televisión o Internet?
La matemática, en concreto la geometría, fue la primera ciencia en constituirse, en la época de la Antigua Grecia. El teorema de Pitágoras sigue siendo hoy, más de dos mil años después, igual de verdadero que entonces. Los alumnos han de conocer los elementos del saber matemático porque dan la medida de lo que es una ciencia: que hay verdades objetivas y que no todo vale. Dos más dos son cuatro, por encima de los deseos subjetivos del adolescente.
Además, la matemática fue el germen de la filosofía en Grecia («no entre aquí quien no sepa geometría», rezaba el frontispicio de la Academia de Platón), siendo la filosofía otra de las materias sistemáticamente orilladas por las últimas leyes de educación, en detrimento de ciertas papillas ideológicas (Educación para la Ciudadanía, Religión Católica o Islámica, etc.) y, en especial, de ese engendro llamado bilingüismo.
Es muy probable que el Gobierno del PSOE se escude en que la medida contribuirá a paliar el fracaso escolar. Lo hará. Desde luego. Pero las facilidades para aprobar se otorgarán al precio de deteriorar aún más la instrucción pública en España. Con los recortes el PP ha dañado el continente de la educación pública; pero el PSOE ha destrozado sistemáticamente su contenido. La educación pública ha de ser exigente a fin de que pueda funcionar como ascensor social, de manera que los futuros profesionales del país no dependan del poder económico de sus padres para recibir una buena formación científica y humanística.
De momento, sólo se tiene noticia de que VOX presentará una enmienda al proyecto solicitando que las matemáticas sean obligatorias. Esperemos que el resto de grupos parlamentarios recapaciten y se sumen a la propuesta, lográndose un acuerdo al respecto como el que salió adelante in extremis en 2013.
Por más que lo defienda el cónclave de pedagogos que aconseja al Ministerio, eliminar la obligatoriedad de las matemáticas es una idea propia de precopernicanos.
Carlos M. Madrid Casado