Tras las elecciones generales que se celebraron el pasado 23 de julio, el futuro se ve incierto para España. El baile de pactos determinará el rumbo de nuestro país para los próximos cuatro años. Tanto Pedro Sánchez como Alberto Núñez Feijóo quieren formar gobierno.
Pero para ambos se convertirá en una tarea ardua y llena de complicaciones.
El recuento de votos de los españoles que residen en el extranjero “voto cera” puede hacer tambalear posibles coaliciones, puesto que podría cambiar el reparto de los escaños.
El PP ha despojado un escaño al PSOE en Madrid, lo que permite al líder del Partido Popular alcanzar los 137 diputados. Ello hace cambiar el escenario para Pedro Sánchez. Ya no le basta con la abstención de JxCat, sino que además necesita un sí de la formación del prófugo de la Justicia Carles Puigdemont.
La Junta Electoral Provincial de Madrid ha rechazado la petición que había cursado el PSOE para la revisión de los 30.302 votos nulos de las elecciones generales para conseguir nuevamente arrebatar el escaño conseguido al PP.
Por otra parte, ERC realizará una consulta a sus militantes para decidir sobre qué se votará en la investidura en la que Sánchez es el candidato. Pero aquí nada se consigue de manera gratuita. Para poder llevar a cabo esta investidura van a solicitar el traspaso de Rodalies (servicios ferroviarios de cercanías y media distancia) y abordar el tema del déficit fiscal.
Lo más importante de todo es que Sánchez quiere unirse con todos los partidos independentistas y nacionalistas para que le ayuden a conseguir su Presidencia en el Congreso, y si consigue el sí de Puigdemont, déjenme que les diga que estaremos perdidos. Le facilitará la investidura si se alcanza un acuerdo sobre el conflicto entre España y Cataluña, que debe hacerse sin presión ni ningún tipo de chantaje político, no tiene ningún temor a las consecuencias de decir que no a Sánchez para que obtenga su investidura. Para el expresidente de la Generalitat, solo existen tres opciones, o JxCat vota que sí, o el partido liderado por Sánchez facilita la investidura de Alberto Núñez Feijóo o nuevamente concurrimos a elecciones.
El calendario quedaría de la siguiente manera. El 8 de Agosto se efectuaría la proclamación de los resultados. El 17 de agosto se constituiría el Congreso y el Senado. El día 21 se efectuaría la ronda de contactos en Zarzuela y el 24 sería el fin del plazo para formar los grupos. Pasaríamos al 8 de septiembre donde si se ha logrado, el nuevo presidente tomaría posesión. Pero en el caso de que no se lograra se empieza a contar con un plazo de dos meses para nuevos intentos. Si aun así pasado este plazo no se lograra, se disolverían las cortes en noviembre y, por lo tanto, las nuevas elecciones se celebrarían a los 47 días, con tan solo una semana para la campaña electoral.
Si finalmente Pedro Sánchez repite legislatura como presidente del Gobierno, rodeado de nacionalistas e independentistas, provocaría una ruptura total de España tal y como la conocemos ahora, construida en un estado social y democrático. Pero al líder del PSOE no parece importarle demasiado en estos momentos. Tras desbaratar las vacaciones de muchos españoles, el gobierno ha adjudicado un contrato de seguridad privada de casi 400.000 euros para su residencia oficial de la Mareta donde está disfrutando de unas vacaciones y del uso desmedido del Falcon.
El sí de Puigdemont supondría un veneno para España como el cianuro utilizado en la antigua Roma, y el preferido de Nerón para eliminar a sus oponentes. Y los efectos serían los mismos para nuestro país: llevarnos al coma y finalmente a la muerte.
Patricia Rodríguez Corchado