El doctor Pedro Sánchez, que no consultó al Comité Federal del PSOE para formar gobierno de coalición con Unidas Podemos junto al apoyo de investidura de los separatistas, reunió el pasado 15 de febrero al máximo órgano entre Congresos que no se reunía desde septiembre. Es la primera reunión del Comité Federal tras las elecciones del 10 de noviembre.
Después de ser traspasadas lo que se consideraban dos líneas rojas (formar gobierno de coalición con Podemos y negociar con los separatistas), los barones se rinden ante el doctor y lo aplauden disciplinadamente con las orejas e incluso con el rabo. Cuando un periodista de Libertad Digital le preguntó a la baronesa sureña Susana Díaz si habrá alguna crítica al Comité Federal, la ex presidente de la Junta de Andalucía respondió con un revelador «¿a qué?». Ya puestos podría haber dicho parafraseando a Lenin: «¿Criticar para qué?».
A puerta cerrada un dirigente territorial del PSOE decía de la señora Díaz que «es la más fan de Pedro». Díaz está pareciendo ser la campeona del pedrismo-sanchismo y afirma que «diálogo y legalidad irán de la mano». Y si el contenido del diálogo consiste en acordar un referéndum y liberar a los separatistas presos, ¿también irá de la mano de la legalidad?
O se está con el Estado o se está con la sedición. Por el principio del tercero excluido Estado y sedición no pueden ir de la mano nunca, y si el diálogo es ceder a la sedición no puede ir de la mano de la legalidad constitucional ni a la vuelta de la esquina (si es que ésta trata de defender la unidad del Estado, aunque ya sabemos que en la Constitución del 78 está la semilla de la sedición).
«Diálogo y legalidad» es una fórmula muy propia de la tradicional ambigüedad del PSOE, esto es, la característica esquizofrenia del partido del puño y la rosa y de la dudosa honradez. Parafraseando a Pablo Iglesias el auténtico, el fundador del PSOE auténtico, el PSOE está con la legalidad constitucional cuando le interesa y cuando no con el diálogo con los separatistas.
Para los sanchistas «el único camino es el diálogo». Camino, verdad y diálogo. «Diálogo, diálogo y diálogo», decía Pablo Iglesias II Turrión el del Casoplón. Sánchez les aseguraba a sus sumisos barones que el diálogo con los separatistas no «perjudicará» a otros territorios. Lo que, entendiendo bien el «sanchés», quiere decir que naturalmente estos territorios sí serán perjudicados en pos del privilegio de la casta separatista.
El viajero del falcón insiste en que la «solución política en Cataluña debe ser una solución dialogada». El diálogo, al parecer, es la solución final. Y en tal solución «no sobra nadie». Nadie excepto aquellos que se oponen a un acuerdo de referéndum y a la liberación de los sediciosos encarcelados. El doctor del buen colchón tiene claro que «el no diálogo es la no política». Como si la política se agotase en el diálogo y el diálogo en la política. Y añadía: «Una democracia fuerte es una democracia que dialoga. Aquí no sobra nadie. Ni la oposición, empezando por el Partido Popular, a quienes tendemos la mano de nuevo para que se sumen al diálogo social y territorial». ¿Y cómo rayos puede ser una democracia fuerte si dialoga con aquellos que precisamente quieren debilitar al Estado, que no es otra cosa que aquello que sustenta a la democracia?
Sánchez arremete contra «la derecha» señalando que no se preocupa por los temas importantes. «Sus temas han sido que hemos cambiado los Consejos de Ministros a los martes, el pin de Abascal, la confrontación en Cataluña… en definitiva, polémicas fugaces que sólo sirven para tratar de crear un ambiente irrespirable y distraer la atención de lo importante». Suponemos que lo de Cataluña (que en rigor es la confrontación con los separatistas) es una polémica fugaz (aunque llevemos con el procés desde el 9 de noviembre de 2014, y ya desde los tiempos de Pujol), porque no es ningún problema al solucionarse con diálogo, diálogo y diálogo, y después -como las cotorras- más diálogo. Hablando se separa la gente.
Los barones, salvo Emiliano García-Page, no se atreven a criticar públicamente al dialogante Sánchez. Page incluso se ha envalentonado a sostener que no es exclusivamente el gobierno el que marca la agenda del día a día, porque «hay otros como ERC que marcan también el día a día amenazando la unidad del país y la igualdad de los españoles». Y añade: «Tenemos una distinta visión y opinión desde el PSOE de Cataluña que la tenemos en el PSOE de Castilla-La Mancha y se trata de sumarlas en el interés de España». Page ha pedido en la puerta de Ferraz que el diálogo con ERC no suponga «ni privilegios sociales ni privilegios territoriales», y se manifestó en contra de que se rebajasen los delitos de sedición y rebelión, como pide el separatista-largoplacista Miquel Iceta; porque «los que están dispuestos a repetir no pueden elegir la pena que quieren».
También advirtió que «todas las Comunidades Autónomas somos iguales». A lo que Iceta le podría contestar sin inmutarse: «unas son más iguales que otras», y además «las he contado» y «en España hay ocho naciones» (suponemos que unas más iguales que otras o, descaradamente, unas con más privilegios que otras). Page afirma con bastante razón que «debemos tener claro que hoy, más que nunca, defender la unidad de España es defender la igualdad. Quienes creemos y trabajamos por la igualdad somos los que más tenemos que defender la unidad». Cosa que ni sanchistas ni podemitas son capaces de entender, sus caletres no dan para tal menester.
Y mientras el PSC, el Partido Separatista Catalán, a lo suyo: a favorecer a los sediciosos presos votando con ERC, JxCat, la CUP y los comunes de Podemos en contra de lo propuesto por Ciudadanos sobre la cuestión del mal uso de las competencias penitenciarias de la Generalidad que descaradamente favorece a los líderes separatistas encarcelados. Los separatistas gozan de privilegios penitenciarios frente al resto de presos. En las prisiones catalanas no se aplica el mismo trato si el preso es de etnia gitana o si éste tiene el apellido Turull (ya no digamos si se apellida Pujol). ¿Sobre esto no tiene nada que decir el zapateril-irenemonteril Ministerio de Igualdad?
Daniel López. Doctor en Filosofía.