Si cualquiera revisa las imágenes de la pasada noche electoral y los pocos días que han pasado desde aquella, verá cómo un buen número de españoles ríen complacidos por un resultado electoral que nos aboca a un escenario incierto. Es poco probable que esos españoles que ríen satisfechos quieran incertidumbre en sus vidas y, sin embargo, ríen. ¿De qué se ríen, entonces? Me aventuro a decir que ríen por haber conseguido su objetivo democrático vital: frenar a la derecha, el retroceso en derechos y la involución en libertades.
Nadie, absolutamente nadie, ha sido capaz de concretar por qué hay que frenar a las derechas o en que consiste ese retroceso en derechos y libertades, más allá de arropar su dudoso argumentario con los oscuros mantras y lemas de las izquierdas: por los derechos de las mujeres, por los derechos LGTBI, salvar la cultura… Pero, seamos realistas, tampoco ha hecho falta. Un electorado fiel (que no leal: las fidelidades se compran, las lealtades se ganan) ha sabido ejecutar la perfección su papel de tropa dando su voto a cambio de algo tan absolutamente confuso como «alegría» o «felicidad». Porque tan feliz es el votante que «para los retrocesos» al votar en contra de las derechas, como el etarra que asesinaba a sangre fría para conseguir la independencia de su país imaginario. Convendremos, por tanto, que la apelación a la felicidad no es argumento, sino charlatanería. No importa: ha funcionado.
Ahora, lo que se nos presenta es un escenario poco seguro en el que lo peor y más probable sea la reedición de un gobierno de coaligados en el que se cambié a Unidas Podemos por SUMAR, aumentando el batiburrillo de partidos al frente de la Nación, y apoyado por más formaciones separatistas. El mundo al revés o al derecho, según cómo se mire: al revés, porque el Gobierno de España estará formado por quienes quieren acabar con España (un sinsentido mayúsculo); o al derecho, porque, dando por supuesto, que nos les importa España, lo expuesto anteriormente no supone ningún problema.
Ya se han escuchado voces entregadas a quien ha perdido estos comicios, pero tiene más posibilidades de formar gobierno, sobre su buen hacer con respecto al separatismo catalán, ya que su sucursal catalana no solo ha superado en votos a ERC, JxCAT y CUP, sino que éstos han recibido menos apoyos de la ciudadanía. Una cantinela que ya conocemos los españoles con respecto al final de ETA y que hemos tenido que escuchar vergonzosamente durante esta campaña: Zapatero terminó con la banda de terroristas asesinos. Terminó con ella, en efecto, como también el separatismo catalán ha perdido fuerza, pero no porque ETA fuese aniquilada, sino porque se le ofreció un camino alternativo para seguir logrando sus bastardos objetivos. El triunfo del PSC y la caída de los separatismos se debe hoy a que los socialistas ofrecen lo mismo que los orioles, los rufianes, los puigdemones y las vehís, pero con mayores garantías de éxito.
Las campañas del bipartidismo han estado dirigidas por dos consignas muy claras. En el caso del PSOE apelar al voto al miedo y en el caso del PP clamar por el voto útil. Un voto útil que hoy se ha demostrado completamente inútil, ya que no ha podido cambiar absolutamente nada. Ninguna genialidad hay en estas dos líneas electorales estratégicas, incluso pesadas y repetitivas para muchos electores, pero bien acompañadas y empujadas por los medios de comunicación. Si en el caso del PSOE el acoso y derribo a VOX desde sus plataformas entraba dentro de lo previsible, en el caso del PP ha sido un error garrafal. Repetir los bulos y las mentiras sobre un supuesto ideario de VOX que nada tiene que ver con la realidad le ha servido al PP para alejarse de Moncloa y, por supuesto, no lograr el objetivo de «derogar al sanchismo».
Ahora bien, si no podemos negar que la campaña mediática ha tenido efectos entre los posibles votantes, habrá que preguntarse por qué: ¿Por qué han calado las mentiras, los bulos y las medias verdades? Ese es el ejercicio crítico que debemos hacer si lo que se desea es una oposición firme frente al delirio del Gobierno. Porque sin votantes no hay oposición y sin oposición no hay posibilidad real de cambio.
La canción del grupo Hidroggenesse que da título a estas líneas (¿De qué se ríen los españoles?) dice que los españoles se ríen en contra de toda lógica y realidad. Puede que sea eso, que, como decía Gustavo Bueno, a la gente le gusta que le cuente cuentos y la realidad de lo que tenemos y de lo que nos espera, si no se le pone freno a las izquierdas, sea demasiado difícil digerir.
Mejor un cuento
Sharon Calderón-Gordo