Andamos estos días con el gallinero revuelto, otra vez a causa de la financiación autonómica, un clásico recurrente. Se quejan muy airosos, tanto propios como extraños, de las pretensiones de los partidos separatistas catalanes al exigir una financiación singular, porque ellos son especiales, con una craneometría diferente, bueno, eso ya no lo dicen, pero sí hablan un idioma y tienen una cultura diferente, y deben mantener embajadas y prófugos, y todo eso cuesta un pico. Hemos de reconocerles alguna virtud, como la perseverancia, pues ya se sacaron a relucir las balanzas fiscales allá por los franquistas años 60, y se dolían de que España les robaba, un agitprop de éxito que no caduca. Han sabido vender bien esa falacia, porque si nos atenemos a los fríos datos, ni expolio, ni maltrato a Cataluña, sino otro mito bien administrado, como el de los países catalanes.

Y si una cosa se vende, es porque hay quien la compra. Populares y socialistas han comprado los votos catalanes y vascos a cambio de empobrecer a otras regiones españolas sin ningún rubor siempre que les ha convenido, es decir, cuando han necesitado sus votos para consolidar unas mayorías en el Congreso. Con el Majestic el PP compró los votos al separatismo catalán, y Jordi Pujol le dio la investidura a Aznar, quien, a su vez, le garantizó el gobierno regional. Un 2×1 que ahora intenta Sánchez. Y ERC le dictó la última reforma del sistema de financiación autonómica a Zapatero hace quince años, un hito independentista que fue muy celebrado.

Porque vamos a ver, la financiación autonómica siempre se ha pactado así, con los catalanes, ¿dónde está la novedad? ¿Porque tanto aspaviento? Líderes regionales de todos los signos políticos no ha perdido la ocasión para denunciar que sufren de infradotación. Un mal bastante generalizado que reconocen sin pudor populares, socialistas, y partidos regionalistas de todos los signos. Los más atrevidos aprovechan el filón y reclaman haciendas forales propias. Quieren su cupo catalán, su cupo aragonés, o del terruño correspondiente. ¿Y para qué? Veamos un ejemplo, el del gobierno navarro, que utiliza el régimen fiscal propio para esquilmar especialmente a los agricultores y ganaderos, pues entre sus principales quejas durante los últimos meses está la de ser los peor tratados fiscalmente en toda España. ¡En toda España! Y mientras tanto se destinan por su gobierno foral cientos de millones de euros en promocionar el euskera a costa de degradar servicios básicos como la sanidad. ¡Viva el fuero!

15.000 millones son muchos millones, sí, pero ¿es peor esta concesión que las anteriores? Todas ellas tienen similares efectos: consolidar las asimetrías existentes entre los territorios, generadas por un sistema autonómico extravagantemente caro e ineficiente, y detraer recursos a la administración general del Estado necesarios para poder corregir esos desequilibrios y garantizar la cohesión territorial y social. Desguazar la agencia tributaria es un disparate que generará ineficiencias, menor recaudación, más margen para el fraude y duplicidades absurdas. Financiar a una región rica como Cataluña a costa del esfuerzo de las regiones más pobres no es precisamente progresista, pero con ello se consigue debilitar al Estado, que es lo que se persigue, en definitiva.  Y lo de la solidaridad interterritorial lo dejamos para los mítines.

Sara Baigorri