Rajoy se compromete a vencer al terrorismo y avisa al presidente: «A la hora de la verdad, su único aliado seré yo».


20070116140757.jpgA. Rovira

16-01-2007-La Razón

Madrid- «A usted le ha tomado el pelo un rebaño de asesinos». La sentencia del líder de la oposición, Mariano Rajoy, sobre el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, retumbó en el Congreso como conclusión de lo que ha sido el último, por el momento, intento por alcanzar un final dialogado de ETA. Pero más allá de la crudeza de Rajoy, de sus intervenciones se desprende una propuesta de política antiterrorista que deje de conceder a los terroristas y sus portavoces un papel político; que deje de legitimar como interlocutores a los violentos y que no reconozca la presunta cualidad política de un conflicto supuesto.

Lo más positivo del áspero enfrentamiento entre Rajoy y Zapatero fue la mutua reivindicación del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, un acuerdo que el presidente ha rescatado en su dialéctica como trampolín hacia un gran pacto político y social de nuevo cuño (con la integración del PNV que firmó el Pacto de Estella que originó la «tregua-trampa» de 1998) en el que se diluya el carácter imprescindible del PP para la lucha contra ETA. Para Rajoy, el Pacto por las Libertades no sólo es el espacio al que ha de regresar con urgencia Zapatero, sino que su arrinconamiento durante el último proceso supone uno de los principales incumplimientos electorales del PSOE, al haber quedado sustituido por el acuerdo del Congreso, sin apoyo del PP, que autorizaba al Gobierno a negociar con ETA en determinadas condiciones y sin contraprestaciones políticas.

Precisamente el «coste cero» de la paz fue una de las escasas certezas que el presidente aportó ante el Congreso. En casi todo lo demás, eludió las respuestas bajo una grandilocuente escenificación oral de su vocación por la unidad de los demócratas. A Zapatero le interesaba dejar bien claro que pedía perdón por haber dicho un día antes del atentado de ETA que el año próximo estaríamos mejor e incluso responsabilizar al PP de un porcentaje indeterminado del fracaso del proceso. Tanto empeño puso en subrayar que no se había sentido apoyado por la oposición que llegó a catalogar esa cuestión como la única diferencia entre los anteriores intentos del resto de los presidentes por llegar al fin de ETA y éste. Zapatero dijo incluso que el PP de Mariano Rajoy era el único partido que no se había solidarizado con el Gobierno tras la ruptura de las anteriores treguas de ETA. Eso y la convocatoria del Pacto Antiterrorista, según el PP, para oficializar de nuevo su falta de fe en esa herramienta, marcaron una comparecencia en la que de nuevo quedó en el aire si el Gobierno está dispuesto o no a volver a negociar con los terroristas.

Justificación de Zapatero

Zapatero orquestó una justificación e incluso una reivindicación de sus pasos en los últimos meses en base a que todos los Gobiernos de la democracia han dialogado con ETA y todos han contado con el apoyo de la oposición de turno. Por tanto, ni hubo imprevisión, ni se levantaron expectativas que no se hubieran tenido sobre la mesa política en otros momentos de los últimos treinta años, ni el Gobierno modificó un ápice la política penitenciaria, la presión policial y las instrucciones de la Fiscalía.

Como es obvio, Rajoy mostró una discrepancia absoluta, sin zonas de duda, sobre la incapacidad de Zapatero para liderar un proceso que conduzca al final de ETA sin empeñarse en promesas que no puede cumplir. La debilitada credibilidad de Zapatero tras la inoportuna concatenación de sus palabras del 29-D y el atentado del 30-D presidió la intervención inicial del líder de la oposición, convencido de que la capacidad de maniobra del presidente con ETA es tan limitada como ilimitada su fe en que el fin del terrorismo no debe comportar la existencia de vencedores y vencidos. Siete fueron los errores que Zapatero ha cometido, según Rajoy. A saber:

1) Imprudencia: la constante alusión a que si ETA llevaba más de tres años sin matar no había riesgo de una vuelta a los asesinatos. «Su apuesta salió mal y costó vidas», declaró Rajoy.

2) Creer que el terrorismo se resuelve negociando. Sobre ello, Rajoy se mostró muy contundente: «Al terrorismo o se le derrota o se le sufre, pero no hay en toda la experiencia política del siglo pasado y el actual ningún caso de final pactado».

3) No pedir la desaparición de ETA y conformarse con un cese momentáneo de la violencia para empezar a hablar.

4) Alejamiento de la realidad. En este punto, Rajoy utilizó uno de sus recursos habituales: «Usted se ha sentido como Jerjes en Salamina cinco minutos antes de salir corriendo», dijo en alusión a la falta de información fiable exhibida por el presidente del Gobierno.

5) Olvidar que no tiene en las manos el cumplimiento de lo que ETA reclama, con otra exhibición de oratoria: «Usted tocaba el violón mientras cabalgaba sobre un tigre».

6) Frivolidad al considerar a Otegi un pacifista o decir que el preso etarra De Juana Chaos estaba por el proceso.

y 7) Desprecio por las víctimas al emprender un proceso sin su participación o, al menos, comprensión.

Tras tan exhaustiva relación de errores, Rajoy concluyó que la política antiterrorista de Zapatero consiste en no hacer nada y en prometer de manera solemne que «podemos derrotar a ETA y en lo que de mí dependa la derrotaremos». Y a pesar de la abrupta diferencia de diagnóstico, procedimiento y dialéctica, Rajoy afirmó, aún más solemne que en su anterior promesa, que «a la hora de la verdad, su único aliado fiable seré yo».

Zapatero aprovechó la réplica para insistir en su crítica a la falta de apoyo de la oposición, para reivindicar que fue él en primera persona quien formuló el Pacto por las Libertades (otras fuentes lo desmienten y atribuyen la idea y su impulso a Nicolás Redondo Terreros, sustituido al frente del PSE por Patxi López) y para ponerse como ejemplo de lealtad política tras la ruptura de la tregua de 1998, fracaso que ETA atribuyó al PNV por incumplir los compromisos soberanistas de Estella. A esas alturas, no quedaba el más mínimo rastro de espíritu constructivo por ninguna de las partes. Había tanta distancia entre Rajoy y Zapatero que de algunos de sus gestos podría colegirse una sensación de disgusto y rechazo físico casi palpable.

Nuevas bases

En conclusión, Zapatero reiteró las bases para un nuevo e hipotético proceso: ausencia de violencia, aunque hay que conceder al presidente que si no fue claro en casi nada al menos profetizó que «nunca el fin de la violencia tendrá precio político; se hará dentro de la Constitución y de la legalidad».

Sin embargo, esa demostración de claridad queda tocada, según Rajoy, por la falta de fiabilidad de un presidente al que retrató en una encrucijada diabólica: «Si ETA pone bombas, es porque usted no les da lo que quiere; y si no las pone, es porque les habrá dado lo que piden». En este contexto, la convocatoria del Pacto por las Libertades y el afán unitario de Zapatero parecen poca aportación para restaurar, renovar y además ampliar un acuerdo que provocó una de las más agudas crisis políticas de Batasuna y «operativas» en ETA.

Por el momento, Otegi ha sido citado en la Audiencia por un acto de enaltecimiento del terrorismo en 2001, los terroristas siguen mofándose en los juicios, ETA mantiene en vigor su «tregua-bomba» y Zapatero no ha perdido la fe en el diálogo, sobre todo en medio de un aparente idilio con el PNV.