Ayer, en Antena 3, Pizarro ofreció empleo; y Solbes, «política social».


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2-2-2008 – Expansión

Si algún estratega electoral, del PSOE o del PP, había planteado el debate entre Solbes y Pizarro como un tedioso espectáculo encaminado a estimular el záping se puede decir que lo logró. “Nunca ha habido un moderador que trabajara menos”, acertó a decir el moderador.

De principió a fin Solbes fue fiel al discurso oficial que todavía a día de hoy niega la existencia de la crisis, por lo que las recetas que plantea el Partido Socialista para sortear un problema que a su juicio siguen siendo una incógnita. Como era previsible, el ministro de Economía se refugió en la bondad de las grandes cifras económicas durante la legislatura.

Fue el discurso del pasado, y de la foto fija de la economía a cierre de 2007. Ni una sola iniciativa económica salió de la boca del ministro, cuya autocomplacencia retrospectiva sobre las grandes cifras macroeconómicas difícilmente servirá de consuelo para las miles de familias que tienen problemas para llegar a final de mes.

Pizarro, que encarriló el debate para alertar de la tendencia declinante en la que ha entrado la economía y sobre la necesidad de introducir reformas para reconducir la situación, apeló a la percepción de la situación por parte de los españoles que, según el CIS, ha empeorado significativamente desde que comenzó la legislatura, que la confianza de éstos se ha hundido en los últimos meses.

Por ello, acertó al recalcar la ambiciosa reforma fiscal que plantea el PP, destinada a liberar recursos para las economías domésticas, aunque a Solbes le pareció improcedente por su elevado coste. Aquí el PP juega con la credibilidad que le da haber hecho compatibles dos grandes rebajas fiscales con una mayor recaudación fruto del mayor dinamismo que produjeron. Quizás recordando que a Aznar le costó en 1993 perder las elecciones el que González asegurara en su debate con Aznar que éste recortaría las pensiones en 8.000 pesetas de entonces, Solbes intentó emular la treta al imputar a Pizarro la supuesta intención de privatizar el sistema de pensiones.

Éste fue el único momento tenso del debate. Visiblemente irritado, el candidato popular tuvo que negar la mayor varias veces, pues en realidad él sólo había recomendado complementar con planes privados la prestación pública. Pero más allá de una genérica alusión al Pacto de Toledo, que ha permanecido hibernando durante toda la legislatura, Solbes se enrocó en la subida de las pensiones mínimas.

Difícilmente se puede esperar en un debate electoral que tanto el PSOE como el PP admitan que el Estado de Bienestar puede ser financiado infinitamente, pero hubiera sido deseable que ambos realizaran la pedagogía necesaria para implicar a los ciudadanos en la necesaria reestructuración del sistema, precisamente para garantizar su viabilidad a las generaciones futuras.

La voluntad reformista de Pizarro se topó con la insistencia de Solbes en negar que estas sean necesarias. El futuro de la política económica continúa siendo una incógnita. Así es muy difícil generar confianza.