«Les soliviantó enormemente -relata la alcaldesa- comprobar que, por una vez, estaba colocada la bandera de España en el lugar que le corresponde.
BLANCA TORQUEMADA
03-07-2007-ABC
MADRID. «Imagino un mandato de limpiar y limpiar. Ya he dejado por escrito la orden de que quiten las pintadas y los carteles de los etarras de la fachada del Ayuntamiento. Los volverán a poner, claro, y nosotros los retiraremos de nuevo. De lo que se trata es de restituir la normalidad en este pueblo. Si conseguimos que en las próximas elecciones se presenten más listas democráticas, con gente del pueblo, ya será un triunfo». Ayer, 2 de julio de 2007, Regina Otaola escribió una página memorable de dignidad cívica en la localidad guipuzcoana de Lizarza (602 habitantes), uno de esos reductos del País Vasco donde los tiranos se llaman a sí mismos demócratas y tutelan hasta la asfixia la vida de los otros, como peones de la nueva «stasi» de «Euskal Herria».
La cita era a las nueve de la mañana en el Ayuntamiento, en segunda vuelta, después de que el pasado 16 de julio no se pudiera llegar a constituir el nuevo gobierno municipal porque no se habían completado los papeleos. Ayer sí, y la alcaldesa electa no estaba por la labor de tirar la toalla. Veintisiete votos le otorgaron el pasado 27-M una peculiar mayoría absoluta, frente a 186 nulos, como recomendaba Batasuna, y 142 en blanco, emitidos en respuesta a una petición formulada por el PNV «para que los del PP no lográramos el poder -recuerda Regina Otaola–. Pero les ha salido el tiro por la culata. Ellos no se presentaban esta vez por la cobardía de Joseba Egibar, que salió alcalde en las anteriores elecciones y no ejerció como tal. Me consta que algunos de sus votantes se han sentido humillados y abandonados. Es vergonzoso».
Desde que el PP presentó su candidatura en Lizarza (como hace en todos y cada uno de los municipios del País Vasco), asumió las posibles consecuencias. Por eso, Otaola estima que «aunque el acto se podía haber celebrado en la sede de la Diputación, que era la otra posibilidad para formalizar la toma de posesión, los siete que hemos resultado elegidos hemos estado de acuerdo en que era preferible estar allí. Dar la cara».
La comitiva formada por Otaola, sus seis concejales,dirigentes del Partido Popular del País Vasco como Antonio Basagoiti, Carmelo Barrio, María José Usandizaga o el eurodiputado Carlos Iturgáiz, y un puñado de periodistas, llegó al pueblo a primera hora de una mañana enladrillada, arropada por un impresionante blindaje policial. El recibimiento, extraordinariamente hostil, no impresionó ni lo más mínimo a Regina: «En diez años de concejal en Éibar y juntera me han llamado de todo. Cochina, cerda, asesina, hija de tal… Podría haber sido mucho peor, porque, al menos, las cosas no pasaron a mayores».
Unas decenas de individuos enarbolaban ikurriñas y proferían insultos, aunque no lograron impedir que los recién llegados entrasen en el edificio consistorial, gracias a la seriedad del dispositivo de la Ertzaintza desplegado en Lizarza: «Han tenido un comportamiento ejemplar y han contribuido a que se cumpla la ley», comenta agradecida la nueva regidora.
Una bandera de España
Una decena de proetarras (entre ellos los integrantes de la lista anulada de ANV) sí consiguieron colarse en el Ayuntamiento . «Les soliviantó enormemente -relata la alcaldesa- comprobar que, por una vez, estaba colocada la bandera de España en el lugar que le corresponde. Algunos de ellos salieron a contárselo a los que estaban fuera y se armó un griterío». La bronca arreció también cuando la alcaldesa juró su cargo.
Otaola esboza cómo cree que se desarrollarán los acontecimientos, a partir de ahora: «En un pueblo pequeño como éste los plenos se celebran cada dos o tres meses. Pero en breve volveré porque hay que hacer algunos nombramientos. Ojalá en Lizarza la gente empiece a hablar de las preocupaciones cotidianas de cualquier ciudadano corriente, sin el condicionamiento del fanatismo».
En ese empeño perseverará, alentada por un alud de mensajes de ánimo que le están llegando desde toda España: «Unos me reconfortan y otros me dicen «¿sabes dónde te metes?». Cómo no lo voy a saber si defiendo lo que defiendo y estoy donde estoy». Sin embargo,no ha recibido noticias directas de sus veintisiete votantes, vecinos de Lizarza.
Ciudadanos que viven sus convicciones a hurtadillas, de puertas adentro, y no pudieron ayer estrechar la mano de su alcaldesa. En demasiados pueblos del País Vasco sigue siendo atroz y opresivo el cerco sobre la vida de los otros.