La Fundación para la Defensa de la Nación Española va a defender la España de todos, una España por encima de los bandos y de los cafres que quieren dividirla.
Santiago Abascal
16-10-2006-El Semanal Digital
Entre quienes niegan que España exista o, a lo sumo, la consideran un grave error histórico, y quienes se envuelven en su bandera con afán de exclusividad, surte a veces un extraño maridaje.
16 de octubre de 2006. Parece que la defensa de la nación española, la apelación al patriotismo desde posiciones moderadas e integradoras, encuentra resistencias incomprensibles, críticas virulentas y despierta odios cainitas nada más proponerse. No se escucha, no se atiende, no se observa con buena fe. Ésa es nuestra historia contemporánea y parece que nuestra historia presente. Porque la defensa de la nación española siempre encuentra los mismos obstáculos, siempre topa con los mismos obstinados enemigos –entre los propios compatriotas- que la zancadillean, la examinan y la caricaturizan. Ayer y hoy; tales enemigos no han variado. Ahí sigue la izquierda antipatriótica en maridaje con la ultraderecha patriotera obstaculizando una defensa de España en la que todos quepan y nadie sea extraño.
La izquierda antipatriótica constituye el primer obstáculo en la defensa de la nación española y en la promoción de cualquier patriotismo español, por muy descafeinado y constitucional que sea. Esa izquierda divina, cuyo reino no es de este mundo, no ve legítimo referirse a España como patria o nación pero concede tales títulos a cualquier región o Comunidad Autónoma en la que lo demande más de un 5% de la población. Esa izquierda tilda de ultraderechista a cualquiera que ose pronunciar la palabra España, esa izquierda apátrida o cuya patria es la humanidad, esa izquierda relativista, esa izquierda que ve nuestra historia colectiva como un cúmulo de despropósitos. Esa izquierda antinacional que, a lo sumo, concede que España –si existe- es únicamente un error de la Historia.
Pero esa izquierda cuenta con un aliado inestimable, que le hace el caldo gordo, que la alienta en su rechazo a lo nacional, a lo patriótico, a lo español. Ese aliado no es otro que la ultraderecha cafre y patriotera, el extremismo pistolero e iletrado que ve en España sólo una bandera, un símbolo, un fetiche del que puede apropiarse para ser más y mejor que los demás. Esa ultraderecha que siempre ha patrimonializado lo nacional, que da y quita carnés de españoles, que se envuelve en nuestra bandera y que provoca que otros iletrados, acomplejados, sientan deseos de escupirla. Y que no acepta que otros –que no sean ellos- defiendan la nación.
La Fundación para la Defensa de la Nación Española (DENAES), un proyecto cívico que cuenta con el respaldo de personas de la talla intelectual de Gustavo Bueno, Fernando García de Cortázar, Gabriel Cisneros, Adolfo Prego, Sabino Fernández-Campo y Alejo Vidal-Quadras, entre otros, se ha topado con ambos obstáculos desde el día de su constitución recibiendo andanadas desde el ámbito de la izquierda antipatriótica (no toda la izquierda es así) y desde los lares de la ultraderecha camuflada en algunos movimientos cívicos y en alguna prensa digital.
Tales ataques de la coalición de ultraderechistas y de izquierdistas antinacionales no hacen sino facilitar un diagnóstico: nuestra lepra nacional se encuentra en tales minorías, en ambos grupúsculos. No hay mayor cómplice de los antiespañoles que los ultras cavernícolas e ignorantes que dan lecciones de españolidad, y que se dividen cuando son más de ocho. No hay aliado más estrecho de la izquierda antipatriótica que la ultraderecha patriotera. Eso es algo que –sin duda- sabe, desde el minuto uno, la Fundación para la Defensa de la Nación Española, que quiere y va a defender la España de todos, una España por encima de los bandos y de los cafres que quieren dividirla, sean estos ultraderechistas, separatistas o ultraizquierdistas.