Porque el gobierno de Zapatero es mucho más responsable que cualquier otra instancia social o política de la degeneración de la vida política en la democracia española.


20070308113234.jpgCarlos Martínez Gorriarán

08-03-2007-Basta Ya

Y tú, ¿qué piensas de la manifestación del PP?, preguntan unos con genuino interés, tan interesados o dubitativos como uno mismo, y también los más pelmazos y desafiantes (de ambas facciones en liza). Y eso mismo me pregunto: ¿qué pensar de la manifestación del PP? Veamos qué da de sí la cosa.

Por supuesto, pasemos por alto las obviedades relativas al derecho de ese partido, y de cualquier otro, a manifestarse cuando lo vea oportuno, etc., etc. Si esta manifestación despierta tanto interés, tanta sorpresa e incluso miedo según algunos timoratos, es porque resulta raro que el PP convoque manifestaciones. También que las convoque el PSOE. Los únicos partidos necesitados de estas procesiones son los nacionalistas, que las celebran a fecha fija y también ocasional, y la constelación izquierdista de IU y aledaños, por aquello del pueblo en marcha. En realidad, lo que provocaría una auténtica conmoción sería que el PNV o ERC no se manifestaran cada dos por tres, y sobre todo que no lo hiciera la ilegal -es un decir- Batasuna, abonada al mantra fascista de “la calle es mía”.

Si el PP y el PSOE no se manifiestan habitualmente, o prefieren acomodarse en convocatorias vicarias de terceros afines, es porque, a diferencia de los mencionados, no son partidos de masas ni partidos-del-pueblo-en-marcha, sino partidos de gobierno, que es una clase completamente distinta de entidad. A diferencia de sus parientes, los partidos de gobierno deben consagrarse a la política institucional, y predicar con el ejemplo las virtudes de la serenidad, el sosiego y la confianza en el sistema. Un partido de gobierno corre graves riesgos cuando se echa a la calle, comenzando por el de espantar o intimidar a su electorado más moderado y menos doctrinario (ese que llaman “el centro” y decide las elecciones disputadas). Por tanto, algo muy grave le pasa al sistema cuando un partido de gobierno elige echarse a la calle para medir sus fuerzas en la siempre ambivalente movilización de masas.

La manifestación del PP es un síntoma de que el sistema constitucional español aprobado en 1979 está herido, si no de muerte, sí de gravedad. La razón de que el PP elija dirimir sus conflictos con el gobierno y su mayoría parlamentaria midiendo fuerzas en la calle, en lugar de en el Parlamento, es que el trabajo parlamentario de oposición ya es claramente insuficiente para defender su posición política. La ruptura total con el gobierno en materia de política antiterrorista –aunque la política de Zapatero respecto a ETA ha dejado de ser antiterrorista- es la expresión extrema de un malestar mucho más profundo, estructural, enmascarado por la tendencia española a la gresca, la zapatiesta y el alboroto subido de tono y decibelio.

Pero, ¿por qué considera el PP que su labor de oposición está en peligro, o ya no cumple el fin de controlar al gobierno y presentar alternativas legislativas?

Creo que, más allá de la quiebra de la política de Estado contra ETA, la gota que ha colmado el vaso es una decisión gravísima que adoptaron los socialistas y sus socios: el aislamiento parlamentario del PP mediante el boicoteo sistemático de todas sus mociones relativas a la lucha con ETA. Parece que no se le ha dado la importancia debida a esa estrategia de partido único, incompatible con la democracia. El PSOE, exasperado por la mala marcha de su “proceso de paz” –cuyo fracaso es también motivo último de la cesión al chantaje en el caso De Juana-, ha intentado simultáneamente acallar las críticas del PP, tanto las más fundadas como las menos, tirando por la vía del medio: dejando de reconocerle como oposición política, lanzado una campaña masiva de calumnias a través de sus medios afines o controlados –TVE se parece cada vez más al NODO de la era digital-, y tratando de presentarlo como un partido-gamberro. Teniendo esto en cuenta, no parece exagerado concluir que la manifestación convocada por el PP ha sido forzada por el PSOE. Ahora pasamos a eso, pero antes otra consideración: ¿hay que apoyar la manifestación del PP?

La respuesta es sencilla: sí. Es una manifestación necesaria, aunque sea inoportuna para la “unión de los demócratas”, reducida a un deseo piadoso sin base práctica. No se trata de estar de acuerdo o no con la oposición que ejerce el PP, manifiestamente mejorable –aunque más lo es la labor de gobierno del PSOE-, sino de apoyar al principal partido de la oposición para que se le reconoza su obligación de oponerse al gobierno y a su mayoría parlamentaria, así como de reclamar al gobierno que admita que las críticas a su “proceso de paz” son legítimas, necesarias y muchas veces fundadas, con independencia de quién las formule y de si el tono en que se emiten gusta o disgusta. Porque el gobierno de Zapatero es mucho más responsable que cualquier otra instancia social o política de la degeneración de la vida política en la democracia española. Hasta el punto de que está empujando a la democracia a la crisis expresada por la manifestación del PP. De manera que acudir a esa manifestación es una buena manera de recordarle al PSOE que, como decía gráficamente Rajoy hace poco, no puede tratar mejor a Batasuna que al PP vasco sin producir graves daños a la legitimidad del sistema y, a medio plazo, a la convivencia.

Da la impresión de que los socialistas, empeñados en provocar el aislamiento del PP con las venenosas alusiones a la “derecha extrema”, no han calculado el grado de rechazo de su política que ha puesto de manifiesto la protesta contra la excarcelación de De Juana. Dos errores de cálculo que han provocado este desenlace.

Y para terminar, ¿qué posición tiene Basta Ya? Pues bien, no lo hemos discutido formalmente por una razón muy sencilla, o mejor por dos. La primera, que tenemos la sana costumbre de actuar por nuestra cuenta y acudir, o no, a las manifestaciones de otros que veamos oportunas, y sin pedir permiso; a veces trae algunas complicaciones, pero democráticamente es muy saludable. La segunda, que tenemos el criterio de apoyar explícitamente sólo aquellos actos en los que seamos convocantes.