Concentraciones como las de Oyarzun constituyen un medio de captación idóneo para la banda criminal.


20061123103520.jpgJAVIER PAGOLA

23-11-2006-ABC

La Guardia Civil cree disponer ya de una «radiografía completa» de lo que podría ser la nueva ETA, en el caso de que al final los terroristas dinamiten el denominado «proceso de paz», rompan el «alto el fuego permanente» y reanuden la actividad criminal. Ello, pese a los intentos del cabecilla Garikoitz Aspiazu, «Txeroki», de blindar el «aparato militar» y su red de «comandos».

Una de las más recientes pistas y, también, la que más datos ha aportado a los Servicios de Información ha sido la dejada por el mitin terrorista celebrado el pasado mes de septiembre en un monte próximo a la localidad guipuzcoana de Oyarzun, con motivo de la celebración del «gudari eguna» (día del soldado vasco). En el acto irrumpieron tres encapuchados para leer, mientras efectuaban siete disparos al aire, un comunicado en el que la banda declaraba su intención de empuñar las armas hasta conseguir la independencia.

La concentración terrorista no tenía convocatoria pública, por lo que los cerca del millar de asistentes formaban el núcleo más duro e irreductible del denominado Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV). A la fuerza tenían que ser individuos de la máxima confianza de ETA, ya que la invitación era «personal e intransferible», con la consigna de no divulgar su celebración, considerada de «máximo secreto». No es casualidad que los etarras eligieran un monte próximo a Oyarzun, municipio que sigue siendo feudo de Batasuna, pese a que su ilegalización la desalojó del Ayuntamiento.

Como consecuencia de labores de investigación preventivas, las Fuerzas de Seguridad detectaron la convocatoria y procedieron a investigarla como si se tratara de una reunión interna de la «ETA de los comandos». Así, en lugar de instar a su prohibición a través de los mandos políticos, dada la manifiesta ilegalidad del acto, los agentes antiterroristas establecieron el oportuno despliegue operativo.

Como consecuencia de ello, las Fuerzas de Seguridad pudieron identificar a 700 de los asistentes, gracias tanto a los controles instalados en los accesos, que sorprendieron a los proetarras, como a otros procedimientos. El resultado, para los Servicios de Información, es esperanzador. Así, los investigadores están convencidos de disponer de una radiografía completa de lo que podría ser la «nueva ETA», en caso de que la banda, por falta de acuerdos con el Gobierno, decida dinamitar el «proceso de paz» y reanudar la actividad criminal.

Concentraciones como las de Oyarzun constituyen un medio de captación idóneo para la banda criminal. Los investigadores no dudan de que la cúpula etarra dispone también de los nombres de los asistentes y de su «currículum», que les ha hecho merecedores de convertirse en candidatos a engrosar una nueva ETA. El siguiente paso sería citarlos en algún lugar de Francia con el objetivo de darles licencia para matar.

Una banda infiltrada

Al margen de la información sobre los 700 individuos que podrían formar el «relevo generacional», la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía disponen también de otros medios para conocer la «ETA posproceso de paz», en el caso de que se rompa la tregua. Por ejemplo, los infiltrados que han logrado colocar incluso en los aledaños de la propia cúpula. Es el riesgo que arrastra inevitablemente una organización terrorista que lleva más de cuarenta años, en los que no han faltado las disputas internas. Las Fuerzas de Seguridad han tenido tiempo de «trabajarse» una red topos.

Se da la circunstancia de que uno de los motivos que forzó a ETA a declarar en septiembre de 1998 la tregua fue la psicosis que se extendió entre cabecillas y pistoleros de que la banda estaba infiltrada. La histeria estaba más que justificada, ya que las operaciones que decapitaban ETA eran continuas y afectaban a «aparatos» tan claves para la actividad criminal como el «militar» y el «logístico».

La cúpula etarra decidió entonces crear una suerte de «subaparato de seguridad», con dos funciones. Por una parte, actuaba como una «brigada de asuntos internos», interrogando a los sospechocos hasta detectar algún «topo». Y, por otra, como un «tribunal», que hacía de filtro en la selección de aspirantes a terrorista.

Mensajes a «Txeroki»

El «subaparato de seguridad» no acabó con el problema, porque la psicosis se mantuvo en el seno de ETA, alimentada por las nuevas caídas de cabecillas. Este es uno de los motivos que empujó a «Txeroki» a blindar durante el actual «alto el fuego permanente» el «aparato militar».

Pese a ello, los cabecillas de ETA no se sienten a salvo. Por motivos de seguridad se desplazan actualmente por diferentes países Europeos, como Bélgica, Suiza, Alemania o Italia. Pero por casi todos ellos van dejando rastro. Demasiada cooperación antiterroorista entre las policías de la Unión Europea como para pasar desapercibidos. Demasiado cansancio dentro de ETA como para que algún terrorista no se vea tentado a «vender a sus compañeros» para finiquitar la banda. A «Txeroki» le han llegado mensajes de que ha estado a punto de ser detenido en varias ocasiones. La banda se siente controlada y algunos etarras ya esgrimen este argumento para defender, en el debate interno, el finiquito.