Educadores y sociólogos reconocen «déficits» en el sistema educativo, aunque subrayan la influencia de los padres para explicar cómo un 15% de los jóvenes aplauden la violencia


Los jóvenes que apoyan a ETA tienen un criterio «muy claro», asegura Elzo. / AFP

Los jóvenes que apoyan a ETA tienen un criterio «muy claro», asegura Elzo. / AFP

MANU RUEDA| BILBAO

«Los planes de Educación por la Paz aplicados hasta ahora son demasiado genéricos. En Euskadi tenemos un problema específico de violencia que no se produce en otros sitios». Luis Santiso, responsable de Educación del sindicato UGT tiene claro que algo falla cuando un 15% de los alumnos de entre 12 y 16 años justifica la existencia de ETA y otro 14% se muestra indiferente o no quiere hablar al respecto. Los datos no son suyos. Están extraídos del informe que el Ararteko hizo público la pasada semana y que ha puesto negro sobre blanco los déficits del sistema escolar a la hora de arraigar entre los jóvenes valores como la tolerancia y la deslegitimación de la violencia. El documento también recalca que un 71% de los encuestados condenan a la banda de forma taxativa.

Todos los estamentos que forman parte de la enseñanza en el País Vasco reconocen que la cifra de alumnos que no rechaza abiertamente el terrorismo es «aterradora» y supone una «mala noticia». Coinciden, además, en la necesidad de revisar los programas que sobre esta materia se aplican en las aulas desde hace un par de cursos. «Debemos ser más efectivos», subrayan.

Los representantes de los diferentes sectores educativos no se muestran, sin embargo, excesivamente sorprendidos. Creen que el porcentaje de alumnos que respaldan a ETA refleja, en el fondo, la realidad social de Euskadi, donde también en torno al 15% de los votantes secundan a Batasuna y las marcas que le han ido sucediendo desde la ilegalización de la coalición en 2003.

El catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto, Javier Elzo, tiene claro su análisis. Él es el director del estudio técnico en el que el Ararteko ha fundamentado su informe. En su opinión, lo preocupante del trabajo que acaba de dirigir -que en su totalidad no se dará a conocer hasta septiembre- es que los porcentajes se mantienen en unas cifras bastante similares a las que reflejaban las estadísticas «hace unos años». La diferencia estriba en que hay una mayor «polarización» de las diferentes opiniones. Quienes repudian a ETA lo hacen de un modo «más nítido» mientras que aquellos que defienden la violencia armada -en un número algo «menor» que antes, asegura el catedrático- tienen un criterio mucho «más claro».

¿Cuál es el por qué de esta situación? Desde el mundo educativo miran hacia la familia y los valores que transmiten los padres. Endika Rodríguez, del sindicato de la enseñanza STEE-EILAS, recomienda «no alarmarse» a pesar de los «preocupantes» datos revelados por el Ararteko. A su juicio, la «falta de valores» de los estudiantes de los cuatro últimos cursos de ESO tiene mucho que ver con la situación que vive el País Vasco y las relaciones de familia, algo que también se refleja en los episodios de acoso en las aulas y en la falta de implicación de los jóvenes vascos.

El peso del profesorado

Así lo recalca también el informe del Ararteko que revela cómo los propios escolares perciben a su núcleo familiar como «el principal agente de socialización». Es donde dicen encontrar los elementos más importantes para orientarse en la vida. Por detrás quedan los amigos y, en tercer puesto, la escuela. «El grupo de amigos y la familia, casi al unísono, sin olvidar al colegio, son agentes extremadamente potentes a la hora de explicar la justificación y legitimación de ETA en los escolares que, efectivamente, justifican, legitiman a ETA y sus acciones», sostiene el defensor del pueblo vasco.

En este sentido, todas las fuentes consultadas coinciden al limitar la capacidad real de los colegios para transmitir ciertos valores. De hecho, el catedrático Elzo destaca cómo la posible influencia que siempre se ha achacado a los profesores tiene que ver más con el tipo de relación «concreta» que el docente mantenga con sus alumnos que con el tipo de centro al que acude, ya sea una ikastola, una escuela pública o un colegio privado. «La responsabilidad para preparar para la vida es compartida entre la sociedad, la escuela y la familia», sostiene el presidente de la Confederación de ikastolas de Euskal Herria, Koldo Tellitu.

Y, en este punto, todos aluden al entorno, al municipio concreto donde cada alumno estudia. «Las escuelas a las que asiste el alumnado no están exentas de la influencia del medio en que viven», añade Ana Eizagirre, coordinadora de los padres de alumnos de la Escuela Pública Vasca. Un aspecto que explicaría que la mayoría de los apoyos a ETA entre los adolescentes se registre en Guipúzcoa y, concretamente, entre los que cursan sus estudios en euskera. «Lo ilógico y sorprendente sería lo contrario. Ello responde a que es donde fundamentalmente se desenvuelve el mundo de Batasuna», apostilla Javier Elzo. La radiografía, añade el sociólogo, demuestra que la izquierda abertzale radical representa a un sector importante de la sociedad vasca, con capacidad de incidir entre los jóvenes.

A pesar de todo, y ante la contundencia de los datos, la comunidad educativa reconoce que tiene un asignatura pendiente, por lo que se presta al debate para alcanzar consensos. Unos consensos que no alcanzó el plan de Educación para la Paz redactado por el anterior Gobierno vasco e impulsado desde Eusko Alkartasuna. El proyecto, que ya en la anterior legislatura provocó las críticas de PSE y PP, será «reformulado» por el Gabinete de Patxi López. La consejera de Justicia, Idoia Mendia, se ha comprometido a que «presentar» un nuevo proyecto el próximo 25 de noviembre. Queda por delante un duro examen.