La red terrorista ha señalado a «Al Andalus», Ceuta y Melilla como objetivos «irrenunciables» de su lucha contra Occidente.


20070703123344.jpgHumberto Montero

03-07-2007-La Razón

Madrid- El 7 de octubre de 2001, tres semanas y media después de los ataques del 11-S contra las Torres Gemelas de Nueva York y del atentado frustrado en Washington, y con el mundo aún en estado de «shock», Al Qaida emitió su primer comunicado con una referencia explícita a España. En él, Ayman Al Zawahiri -«número dos» de la red terrorista y actual cabeza visible de la trama- comparó la expulsión de los árabes de España con la situación de los palestinos en los territorios ocupados: «El mundo tiene que saber que no vamos a permitir que vuelva a repetirse la tragedia de Al Andalus con Palestina».

Desde entonces, el saudí Osama Ben Laden, en persona o a través de sus lugartenientes o sus células «hermanas», ha amenazado o nombrado a España en 21 ocasiones con mayor o menor intensidad. La más grave de las últimas aireadas a través de Al Yazira o de Internet fue la proferida el 11 de abril de este mismo año por la rama de esta organización integrista en el Magreb. Tras los atentados suicidas que causaron 33 muertos en Argel, la «Organización Al Qaida en los países del Magreb islámico» reivindicó los ataques y juró no descansar hasta liberar «la tierra del islam desde Jerusalén hasta Al Andalus».

Apenas un mes antes, el 12 de marzo, se había advertido al Gobierno español de que la presencia de tropas en territorio afgano traería «consecuencias». Al Qaida avisó de que la presencia de soldados españoles en la misión internacional exponía «de nuevo a la amenaza» a España y a sus ciudadanos en todo el mundo. Según un vídeo divulgado en el canal islamista de Internet «La voz del Califato», un encapuchado solicitaba al Ejecutivo austriaco que no siguiera «el ejemplo del Gobierno socialista de España, que ha engañado a su pueblo al retirar a las tropas de Irak para enviar a otros 600 soldados a Afganistán». «Los países del islam son una misma nación, y el Gobierno español con el envío de tropas a Afganistán pone en peligro otra vez a su país», señalaba el portavoz terrorista.

La presión del radicalismo integrista islámico sólo se rebajó levemente tras la retirada de las tropas españolas de Irak por parte del Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero a finales de abril de 2004. El 29 de abril se disolvió oficialmente la brigada Plus Ultra, que fue relevada por la Unidad de Repliegue del Contingente Español, encargada de coordinar la retirada definitiva de las tropas. El 21 de mayo salió el último contingente español de suelo iraquí y el día 27 de junio finalizó la presencia militar española en Kuwait, donde se hallaba el último grupo de coordinación del repliegue.

Sin embargo, el gesto del Gobierno socialista no sirvió para que la «tregua» islamista se extendiera «sine die». Así, el 30 junio de 2004, la radio pública francesa aseguraba disponer de un documento atribuido a Al Qaida en el que se recomendaba atacar a España «porque es el eslabón más débil» de Occidente. Las referencias a Al Andalus o a la «liberación» de las ciudades «ocupadas por los infieles» de Ceuta y Melilla son asimismo constantes en los comunicados de Al Qaida.

Pero España ha sido objetivo del integrismo islámico desde mucho antes de que Ben Laden transformara un entramado inconexo de organizaciones, en ocasiones enfrentadas, en una red homogénea con un único objetivo: infligir el mayor daño a Occidente. Ya desde los años 80, nuestro país ha sufrido atentados en cadena, coches bomba y ajustes de cuentas entre las diversas ramas del terrorismo panárabe.

El primer atentado de relevancia se produjo en abril 1982, a pocos meses de la inauguración del Mundial de fútbol. Un comando islamista colocó dos bombas en las sedes de la compañía aérea jordana Alia y de la agencia de viajes Egypt Tours en Madrid. Durante ese mismo año se sucedieron varios incidentes más. Sin embargo, la presencia estable de células integristas se hizo verdaderamente palpable en 1985.

El 12 de abril de ese año, la explosión de una bomba de gran potencia en el restaurante El Descanso, situado entre Barajas y Torrejón (Madrid) y frecuentado por soldados estadounidenses, ubicó a España en el mapa mundial de objetivos del terrorismo islamista. El ataque, reivindicado por la Yihad Islámica, costó la vida a 18 personas, todas ellas españolas. El temor a una réplica se materializó en el mes de julio, cuando terroristas árabes atacaron con bombas y ametralladoras la sede de la compañía aérea British Airways y de la jordana Alia en Madrid. En el primero murió la española Esther Grijalbo. Los ataques fueron reivindicados por varias organizaciones árabes, entre ellas Septiembre Negro. Tres meses después el grupo palestino Fuerza 17, ligado a la autoridad de Yaser Arafat, se atribuía el asesinato de dos marineros israelíes en Barcelona.

La presencia de tropas españolas en Irak agravó la situación hasta extremos desconocidos. Las amenazas contra los ciudadanos españoles se hicieron efectivas con una crudeza brutal. Primero en Casablanca. Así, el 16 mayo de 2003 una cadena de atentados suicidas contra la Casa de España, el hotel Farah, un restaurante italiano, la Alianza israelí y un antiguo cementerio judío, causó la muerte de 45 personas, cuatro de ellas de nacionalidad española. Luego el frente se trasladó a territorio iraquí el 29 de noviembre, cuando siete agentes del Centro Nacional de Inteligencia fueron asesinados en una emboscada contra los dos vehículos en los que se desplazaban, a altura de la localidad de Lutaifiya, a unos 30 kilómetros al sur de Bagdad.

El círculo de terror regresó a Madrid el 11 de marzo de 2004, cuando 191 personas de 14 nacionalidades murieron en cuatro trenes de cercanías tras la explosión de diez mochilas bomba. Más recientemente, el 24 de junio, seis soldados españoles murieron en Líbano en un atentado de Al Qaida. El ataque de ayer en Yemen contra ciudadanos españoles refleja que Al Qaida y sus tentáculos no sólo cumplen puntualmente con sus amenazas, sino que nunca han dejado de considerar a España su objetivo.