En defensa de la nación española

22/12/2025

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Milito en las filas de quienes apuestan por unos ciudadanos libres, iguales en derechos, abiertos a los demás y capaces de pensar por sí mismos.


20061009195322.jpgISABEL SAN SEBASTIÁN

07-10-2006-El Mundo

Nunca he sido nacionalista. ¿Cómo podría serlo, si antes de alcanzar la mayoría de edad ya hablaba con fluidez cuatro lenguas y había residido en seis países distintos? No comprendo que alguien construya su identidad sobre pilares tan aleatorios y ajenos a la voluntad como el lugar en el que ha nacido o el vehículo que emplea para comunicarse. Milito en las filas de quienes apuestan por unos ciudadanos libres, iguales en derechos, abiertos a los demás y capaces de pensar por sí mismos. Precisamente por ello estoy convencida de que ha llegado la hora de defender a España.

Mi certeza no procede de un impulso emocional. Aquí no se trata de excitar el viejo instinto tribal al grito de «¡nos quieren quitar lo nuestro!» o «¡somos los mejores!». Ésta es una causa que merece la pena desde un punto de vista histórico, económico, democrático, cultural y, por lo tanto, racional; un empeño fundamentado en la necesidad de salvar una gran nación amenazada de muerte, que nos proporciona elevadas cotas de bienestar. Es pues un acto egoísta, interesado, calculado fríamente en términos de conveniencia.

España, «patria común e indivisible de todos los españoles», tal y como la define la Constitución, es hoy, gracias al esfuerzo de las generaciones que nos precedieron, un miembro destacado de ese club privilegiado que es la UE. Podríamos formar parte del mundo islámico, con las consecuencias fácilmente imaginables, pero el impulso común de nuestros antepasados nos colocó a este lado de la frontera del progreso. Como dice el historiador francés Joseph Pérez, no sólo somos europeos de pleno derecho, sino que somos los únicos que luchamos durante ocho siglos por ganarnos ese puesto. ¿Cómo renegar de un pasado gracias al cual disfrutamos de este presente? ¿Desde qué absurdo sectarismo abominar del idioma que hablan 400 millones de seres humanos y sustenta algunas de las más hermosas páginas de la literatura universal? ¿Con qué argumento suicidarnos?

Unidos, hemos alumbrado un país libre, plural, solidario y próspero. Ahora no sabemos dónde vamos. Cuando el presidente del Gobierno se presta a discutir en una mesa la secesión del País Vasco; cuando el Estado no puede aprobar una ley de atención a los dependientes sin que los nacionalistas pongan el grito en el cielo; cuando Galicia arde exigiendo a sus bomberos hablar gallego y Cataluña consigue más dinero por ser más rica… se hace indispensable alzar la voz, como ha hecho la Fundación para la Defensa de la Nación Española, para reivindicar la soberanía que nos están robando.

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