El presidente vasco ha vertido sus lágrimas por el anuncio más prometedor pero más hipócrita de la banda terrorista Euskadi Ta Askatasuna: el supuesto cese definitivo de la violencia. Un anuncio carente de una rendición sin condiciones, un comunicado falto de una entrega absoluta de su arsenal de armas. El ingenuo líder vasco llora hoy por sus compañeros asesinados y España, por las víctimas vivas que no verán detenidos a los miembros de la banda, por las víctimas muertas que no conocerán de la derrota definitiva de estos delincuentes.

Nuestra Historia entristece ante el indiscutible favor otorgado por nuestros gobernantes a los etarras para celebrar una conferencia que nada tiene que ver con la paz, y que sólo les regala una voz en la opinión pública mundial que nunca debieran haber tenido.

Porque cualquier compromiso de un ciudadano dispuesto a matar y que se esconde tras una máscara carece de credibilidad. Porque todo hombre incapaz de sentarse ante el banquillo y asumir la responsabilidad de sus actos sólo merece ser tildado de cobarde. Porque si en un conflicto sólo una de las partes utiliza las armas condena a subordinarse a la otra parte. Porque una cosa es bajar el arma y otra entregarla.

Las tumbas de los muertos languidecen por ver a sus inocentes compatriotas vascos chinchinear sus vasos por el brindis de lo que creen ha sido el fin del terror. Pero que no nos engañen, esto es sólo otra paz armada.

La Justicia se ha esfumado de seis magistrados del Tribunal Constitucional y de un gobierno que parece haber pactado con terroristas, así que ahora es el turno de los ciudadanos escépticos e inconformistas. Es el momento de los recursos, de agotar todas las vías que nuestro Derecho nos otorga para pedir explicaciones. Ahora más que nunca, esas personas luchadoras que aún quedan en las fuerzas de seguridad del Estado han de perseguir a estos personajes para que sean debidamente juzgados. Es hora de inadmitir los indultos o reducciones de la pena de los que, sin duda, seguirán matando por una causa que atenta contra la indisolubilidad de nuestra Nación. La lucha no ha cesado, el enemigo no está muerto.