Entrevista a Gabriel Cisneros/ Vicepresidente tercero del Congreso.
Marta Gómez de Castro
22-07-2007-La Razón
MADRID-¿Lo más difícil de la Transición?
Sin duda, los años que mediaron desde la muerte de Franco hasta las elecciones del 15 de junio del 77 fueron los tiempos terribles de la Transición. Esos años en los que todo pudo venirse abajo con el secuestro de Antonio Oriol, presidente del Consejo de Estado, los asesinatos perpetrados por los ultraderechistas de «Cristo Rey», el secuestro del Teniente General Villaescusa y la ofensiva terrible de ETA; con el Ejército bastante bunquerizado todavía o, por lo menos, con una cúpula que no parecía nada propicia a facilitar los cambios, los asesinatos de los abogados laboralistas de Atocha. La dimisión de Pita de Veiga, Ministro de Marina, la búsqueda frenética de su sucesor… Fueron años muy difíciles. El espíritu de la transición yo lo viví con mucha angustia y con mucha esperanza. Cuando te acostabas cada noche y no había pasado nada irreversible tenías la conciencia de que ibas ganando, que el tiempo estaba a tu favor.
¿Diría que volvemos a vivir años difíciles?
Es normal que ciertos valores de la Transición se pierdan, porque aquel fue un momento de fiesta mayor. El modelo normal de relaciones políticas es el disenso y no el consenso, o sea, que en ese sentido hay cosas que han cambiado de las que no tenemos que avergonzarnos. De otras muchas sí, porque se ha perdido, por ejemplo, la cordialidad y el buen trato entre las fuerzas políticas e incluso la urbanidad.
¿Cómo recuerda aquel día de elecciones en 1977?
Yo era candidato por Soria, en consecuencia no estuve en Madrid, estuve en Soria votando. La ciudad es muy pequeñita y el partido apenas existía. Tengo la tentación de decir que la UCD de Soria era casi una empresa familiar, porque la sede era el comedor de la casa de mis padres. Para proteger los muebles se pusieron unas sábanas y sobre ellas colocamos los mapas de operaciones, el reparto de responsabilidades por comarcas y todo nuestro trabajo. A todo esto, contarle que aquella casa era un cuarto piso sin ascensor y llegaban de Madrid los camiones de reparto con la cartelería, los panfletos, las pegatinas y algunos repartidores se negaban a subir los paquetes, te puedes imaginar. El día de aquellas primeras elecciones recuerdo que hizo una tarde preciosa. Estaba el cielo de un color como sólo en Castilla pudo estar a esas horas en ese fantástico día. Tengo verdaderamente un recuerdo maravilloso y emocionado. Luego llegaron los resultados y fueron estupendos. Ganamos con un sesenta y tanto por cien de los votos.
¿Cree que hay que reformar la Constitución?
Si me hace esta pregunta hace un año o dos te digo que no. Lo primero, soy conservador y lo segundo, me parecía lleno de riesgos abrir el melón. Me parecía que eran mayores las desventajas que tenía el hacerlo que el mantenerlo. Ahora le digo radicalmente que sí y además no una reforma menor. Hay que meterle mano en la línea del dictamen del Consejo de Estado que tanto le ha disgustado al Gobierno. Hay que meterle mano al título octavo, al Senado. Por supuesto, está el tema, que todos lo damos por hecho pero que tiene que pasar por referéndum, sobre la igualdad de la mujer, eliminando la prevalencia del varón en la línea sucesoria de la Corona.
¿Y la Ley Electoral?
He defendido el aumento de número de escaños para reducir el peso nacionalista, pero consciente de que esto sin reforma constitucional no es posible.
¿Considera que hay buenos políticos en España?
Creo que la clase política se ha envilecido y achatarrado desde la Transición a aquí. En aquella época hubo mucha gente que fue a las Cortes porque entendía que era un momento histórico en el que no podían dejar de arrimar el hombro, pero no se les pasaba por la cabeza profesionalizar su condición política y, de hecho, volvieron a sus bufetes de abogados y a sus empresas y negocios buena parte de ellos. Ahora hay un círculo vicioso de personas vinculadas a los partidos que rotan entre la alcaldía de su pueblo, el parlamento autonómico, las responsabilidades orgánicas en el partido, el Parlamento nacional. Dejan el Parlamento nacional para volver a una concejalía. Se profesionalizan con el rasgo terrible del clientelismo y una pérdida de valores de democracia interna totales.
Un pesar, políticamente hablando…
Sin duda, el fracaso vasco. Yo, ni en la peor pesadilla podía suponer que 40 años después podría persistir el mismo problema en sus mismos términos, porque hay que reconocer a unos y a otros. Izquierda y derecha, todos han intentado acabar con ETA.
Ha cambiado el mundo, ha llegado la globalización, se ha producido la pacificación irlandesa, se produjo el 11 de septiembre, se produjo la rectificación del mundo entero entorno a la percepción del hecho terrorista. Se han sucedido tales acontecimientos que harían pensar que esto podría haber cambiado en algo, pero no han cambiado absolutamente en nada, están estancados y no evolucionan. Si te lees el «Zutabe» más remoto y uno de ahora se parecen como dos gotas de agua. Lo que quieren está muy claro, no engañan. Contra lo que el Gobierno dice, ETA siempre ha dicho la verdad de lo que quería y ese objetivo es incompatible con la pervivencia de España como nación, lisa y llanamente. Creo que Rodríguez Zapatero se metió en un mal llamado proceso de paz sin hoja de ruta, sin sentido, sin una idea clara de los objetivos y con la complicidad muy fuerte del PSOE vasco al que realmente lo está llenando de ignonimia, pues las cosas han salido como era previsible que salieran. Si tú has hecho unas promesas de cumplimiento imposible y llega el momento que tienes que pagarlas pues ocurre lo que ocurrió en la T4 de Barajas seguido del final de la tregua.
Si le digo Miguel Ángel Blanco, usted me dice…
Tristeza, impotencia. El recuerdo de Ermua es siempre terrible y sobrecogedor. La Iglesia de Santiago estaba preciosa. Nunca olvidaré ese itinerario de la iglesia hasta el cementerio caminando por aquel largo paseo.
Déjeme contarle algo con detalle. En el mismo entierro de Miguel Ángel fue cuando en la cabeza de Arzálluz nació el Pacto de Lizarra. Yo iba a un par de metros detrás de él y fui testigo de las reacciones fisionómicas de su rostro. Miraba de un lado a otro, serio, sombrío, pero a medida que crecían las expresiones de dolor y a su vez de entusiasmo del público allí congregado ante el paso del cadáver de Miguel Ángel, las flores, los gritos, los aplausos, él se iba poniendo más cetrino, más violeta. Yo pensaba, a este hombre le va a dar algo, fue tremendo.
El «Espíritu de Ermua», ¿es?…
Una rebelión cívica frente a una situación de genocidio y «apartheid» que venía siendo pacientemente sufrida por todos, vascos y españoles, y silenciada en toda su dimensión. Yo lo llamaría un movimiento de resistencia.
¿Tienen algo en común el «Espíritu de Ermua» y el de la Transición?
Por supuesto. Ponernos todos de acuerdo en la consecución de un bien común, independientemente de las siglas de los partidos políticos, en favor de la libertad y la democracia.
¿Cree que ETA tiene final?
Si, acabando con ella con el Estado de Derecho. Quiero recordar, porque siempre es conveniente, que el proceso de paz irlandés nada tiene que ver con el nuestro. En Irlanda hay dos bandos que matan, aquí lo único que hay son víctimas y verdugos.
Si le digo «nacionalismos», usted me dice…
Una frase divertida e ingeniosa de Leopoldo Calvo-Sotelo. En una ocasión le preguntaron: «Los nacionalistas ¿qué quieren?», y dijo: ¡Más! No dijo otra cosa. La vacuna contra el nacionalismo es el conocimiento. Hay que combatirlo desde las ideas y valores. Primero, demostrar que los fundamentos históricos sobre los que se apoyan son falsos e impostados como la historia andalusí y otras locuras como pregonan los partidos nacionalistas por todos conocidos. Segundo, y confío más en ello, el momento exterior del nacionalismo no puede ser más negativo para nuestros nacionalistas porque ha habido una fuerte reacción internacional de rechazo en el proceso de liquidación de la antigua Yugoslavia. Fue un genocidio, un proceso desordenado y mal conducido. No creo que nadie quiera cometer los mismos errores. No creo que vayamos hacia la balcanización.
¿Seguiremos estancados en los Estatutos de autonomía?
Cuando llega una señora como Esperanza Aguirre y dice, no voy a tocar el de Madrid, tiene que tener un premio y lo ha tenido. Mayoría absoluta. Hay problemas más importantes que los Estatutos, la gente no quiere cambios, quiere vivir tranquila, que la economía funcione, llegar a fin de mes. Al ciudadano no le importan los Estatutos, les importan a los políticos.
Para terminar, dígame una frase que realmente le guste.
«Por evitar la guerra, habéis preferido el deshonor. Pues bien, ya tenéis el deshonor luego tendréis también la guerra» (Winston Churchill).