El Gobierno parece empeñado en poner la cabeza de la AVT sobre la mesa de la negociación con ETA.


Ha sorprendido mucho –aunque, lamentablemente, no tanto como debiera– ese arrebato de un diputado socialista que ha cuestionado públicamente las subvenciones que recibe la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT). Sorprende, primero, por los insidiosos términos de sospecha utilizados por el diputado. Y sorprende, además, por el insólito hecho de que sea precisamente la AVT la institución escogida por el entorno del poder para desahogar su frustración por los obstáculos del “proceso” de negociación con ETA.

Desde hace muchos meses, el Gobierno parece empeñado en poner la cabeza de la AVT sobre la mesa de la negociación con ETA. Seguramente esto es una percepción errónea por nuestra parte. Pero se agradecería que el Gobierno hiciera algún gesto para sacarnos de nuestro error.

No es la AVT la que obstaculiza “la paz”. Quienes obstaculizan la paz son los que roban centenares de pistolas, los que programan el terrorismo callejero y los que intentan quemar vivo a un policía. Puede que a ese diputado socialista, obnubilado por la obediencia ciega al jefe, se le haya pasado por alto. A los ciudadanos españoles, no.