La tergiversación de la Historia de España realizada por los separatistas catalanes no parece conocer límites: el Instituto Nueva Historia, adalid de una manipulación que más que indignación causa risa, afirma ahora que Cataluña conquistó la Corona de Aragón
En estas líneas que periódicamente traemos a la atención de nuestros lectores, hemos dado cuenta en alguna ocasión de las singulares andanzas del denominado Instituto Nueva Historia, fundación financiada por las instituciones catalanas controladas por los sediciosos, cuya revisión de la Historia de España, para dotar a Cataluña de una sustancia histórica propia y ajena a la Nación Española, alcanza la categoría de delirio sin freno. Un delirio alimentado con ingentes cantidades de dinero público, y sin las cuales no pasaría de ser la ocurrencia de un grupo de ignorantes aficionados a los libros de historia ficción.
Si una de sus actividades más relevantes en este año 2016 consistió en presentar, el pasado mes de febrero, una conferencia en la que afirmó que El Cid Campeador, el héroe español por excelencia, era en realidad un linaje catalán, que Miguel de Cervantes o Lope de Vega escribieron sus obras más relevantes en catalán para luego ser traducidas al español, o que Miguel Servet era catalán —lo que provocó considerable irritación en grupos separatistas aragoneses como la Junta Aragonesista (CHA)—, aparte de otros dislates que merecen un lugar de honor en la antología del disparate, ahora los miembros de este singular Instituto parecen estar convencidos de haber encontrado la clave del origen «histórico» de los «Países Catalanes»: fueron un resultado del glorioso transcurrir medieval de Cataluña, producto de su conquista de la Corona de Aragón.
No es novedad que los sediciosos catalanes reinventen la historia de la Corona de Aragón, reino parte de la Nación Española en sentido histórico, y de cuyos principales protagonistas medievales partió precisamente la idea solidaria de esa nación histórica, la primera en Europa, por encima de la segregada Portugal: si ya en el siglo XIII era normal que se hablase en español en las principales ciudades de la Corona de Aragón, incluyendo cómo no a Barcelona, no es hasta el reinado de Dionisio I el Trovador en el reino portugués, a finales de ese mismo siglo XIII, cuando se decide que el dialecto de Oporto, el portugués, sea lengua oficial del reino. Jaime I el Conquistador afirmó en varias ocasiones, cuando auxiliaba a Castilla en su lucha con las taifas musulmanas, que lo hacía «por salvar España», y al levantarse de su lugar tras el segundo Concilio de Lyon, en 1274, afirmó que «hoy hemos dejado bien puesto el honor de España». Por no nombrar que la unión de Isabel y Fernando en 1469 era querida principalmente por Juan II de Aragón, descendiente de los Trastámara castellanos, invocando la existencia de una Nación Española…
Por eso mismo, el separatismo catalán ha puesto especial ahínco en «demostrar» que la Corona de Aragón nada tiene que ver con la Historia de España, sino con una presunta «Confederación Catalano-Aragonesa» que sólo existe en los delirios de tan peculiares y degenerados españoles.
Siguiendo su razón de ser fundacional, que no es sino el «estudio e investigación sobre la tergiversación de la historia que Cataluña y los antiguos reinos de la corona catalanoaragonesa sufrieron —y sufren todavía—, por parte de la corona castellana» [sic], sostienen, a través de una de sus voces más caracterizadas, el ya conocido historiador mercenario separatista Luis María
Mandado (el mismo sujeto que reinvidicó la «catalanidad» del linaje de El Cid), que en los textos históricos segregados por los diversos reinos europeos de la época se hace mención a un «Reino de Tarragona», denominación que para estos singulares manipuladores de la Historia de España era el verdadero apelativo con el que se conocía a la Corona de Aragón.
Pero el Instituto Nueva Historia patina en sus tesis, ya que su argumentación se basa en una muestra de ignorancia supina: sostienen que en varios textos extranjeros se utiliza el nombre «tarraconense» o «de Tarragona», en referencia a los Reyes de Aragón, lo que constituye una prueba inequívoca de
que se estarían refiriendo a una entidad política independiente, a un reino en este caso. Y decimos ignorancia supina porque no sólo semejante traducción es poco precisa, por no decir burda, a juicio de verdaderos historiadores, sino que en realidad se refiere al marco geográfico que recordaba a la antigua provincia romana de Hispania, la Tarraconense, y nunca a un presunto Reino de Tarragona. Es lo que tiene el ponerse a hablar de lo que se ignora…
Como los delirios carecen de límites y parámetros que les pongan freno o cuando menos los encaucen, en el Instituto Nueva Historia se lanzan a la piscina una y otra vez al afirmar, con todo el cinismo del mundo (y sin una sola fuente histórica que lo confirme), que el Rey de Aragón Jaime I el Conquistador, que añadió a sus dominios los territorios de lo que hoy forman las comunidades autónomas de Valencia y Mallorca, en realidad lo que hizo fue conquistar (atención), partiendo del territorio de Cataluña [sic], primero la propia Corona de Aragón, para después embarcarse en las pugnas con los musulmanes en Mallorca y Valencia, siendo todas esas tierras «repobladas con
catalanes» [¡sic!]. La desvergüenza de estos sediciosos no conoce límite ni sentido del ridículo alguno: ¡pretenden ahora atribuir a las repoblaciones realizadas por Aragón a medida que conquistaban territorio a los musulmanes, a una presunta Cataluña preexistente que habría sido el «cerebro» de semejante operación!
Y es que, sin duda, la única forma de justificar la segregación de la Nación Española de unos «Países Catalanes» que jamás existieron, es afirmando que allí se habló catalán gracias a esas presuntas tentativas de «repoblación» de Valencia o Mallorca, igual que la lengua española se expandió por toda la Península Ibérica en la Edad Media, gracias a la repoblación de los habitantes
del norte de los territorios que se iban ganando hacia el sur, verdadero «rumor de los desarraigados», que dijo cierto desnortado investigador en los años de la Transición democrática.
Sin embargo, bien sabemos que la Historia es muy tozuda y cruel: ni la Marca Hispánica de Carlomagno, ni la Hispania Tarraconense que dibujaron los administradores del Imperio Romano tienen nada que ver con esa Cataluña tan soñada por los separatistas actuales. Una Cataluña de la que comienza a hablarse precisamente en el contexto de aquel siglo XIII, donde fue protagonista el rey español Jaime I el Conquistador, un siglo donde los «hispani» de las primeras crónicas altomedievales ya son «españoles», como bien se encarga de señalar Alfonso X el Sabio en sus escritos; una época, en suma, de fortalecimiento de la Nación Española. Por su parte, Cataluña no
deja de ser un territorio de la Corona de Aragón que además toma su nombre de la «marca» realizada por Carlomagno en el siglo VIII, de los castillos que el rey franco situó en esa zona fronteriza para asegurar sus dominios. Si la «marca» de los reyes ovetenses es Castilla, nombre que proviene de los castillos que edificaron en ese lugar más allá de la cordillera cantábrica para
defender sus fronteras en los siglos VIII y IX, Cataluña es la Castilla de Carlomagno, pero enningún caso una entidad que obrase con independencia en ningún momento de la Historia, pese a quien pese.
Desde la Fundación Denaes traemos a estas líneas un nuevo disparate del Instituto Nueva Historia, una forma de volver a decir lo mismo con diferentes palabras: que Cataluña era una sin par nación preexistente a España, dotada de una fabulosa Historia y que, oprimida por la «cárcel de pueblos» española, volverá a resurgir bajo el nombre de «Países Catalanes», una vez que haya logrado debilitar la identidad de la Nación Española mediante la inoculación constante de mentiras y tergiversaciones históricas, como las que estos singulares y simpáticos mercenarios separatistas presentan periódicamente.
Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.