Si se presupone que los vascos, y sólo ellos, pueden decidir sobre tal territorio sin que nadie a su vez (por ejemplo el resto de los españoles) pueda pretender impedirlo, es porque se está dando en todo momento por sobreentendido que Euskal Herria es soberana y que, por ende, España no existe como tal nación política

Íñigo Urkullu, presidente del Euzkadiko Buru Batzat del Partido Nacionalista Vasco, presentaba la semana pasada, en plena «precampaña» de las elecciones vascas, una nueva propuesta del PNV tendente, según pudo manifestar el propio dirigente «jeltzale» a configurar un «concierto político» que, a través de un pacto con el Estado español, estableciese un sistema de «garantías recíprocas» respetuosas lo mismo del «derecho a decidir de los vascos» y de la soberanía del Estado central tal y como esta viene rubricada en la Constitución de 1978.
A la luz de la propia dialéctica interna al PNV, parecería obligado leer semejante propuesta como una expresión más que diáfana de la voluntad, por parte del sector «vizcaíno» del partido, de desentenderse de apuestas rupturistas y unilaterales como pueda serlo la consulta de Ibarreche o la estrategia de acumulación de fuerzas soberanistas respaldada en cambio por el sector «guipuzcoano» con Joseba Eguibar a la cabeza. De este modo, y conectando con la consigna «no imponer, no impedir» que hicera famosa Jesús Juan Imaz en su momento, la nueva oferta de Urkullu parecería exhibir una mayor sensibilidad «trasversal» capaz, a su vez, de entroncar con las premisas que, también en plena campaña, viene manejando el candidato del PSE, Pachi López, en torno a una eventual reforma estatutaria que huyera como de la peste de la imposición unilateral de soberanías exclusivas y excluyentes.
Bien está. Pero adviértase que el lema «no imponer, no impedir» sin perjuicio de su innegable efectividad retórica es por sí mismo muy oscuro y aun contradictorio; y ello precisamente debido a las elevadas dosis de armonismo que lleva acarreadas. En efecto, si por «no imponer» se entiende que el nuevo concierto político no podría desde luego ser llevado a efecto a la manera de un trágala respecto al resto de los españoles, esto es, que simplemente tal reforma estatutaria no podría sacarse adelante al margen del «derecho a decidir» (es decir, la Soberanía Nacional) de España sobre las tres provincias vascas, entonces resultaría evidentemente absurdo pretender que tal «derecho a decidir» de la Nación española no pueda «impedir» el ejercicio del «derecho a decidir» de los vascos sobre su territorio (es decir, de su supuesta Soberanía sobre él).
Y, por el contrario, si se comienza presuponiendo que estos mismos vascos -y sólo ellos- pueden decidir sobre tal territorio sin que nadie a su vez (por ejemplo el resto de los españoles) pueda pretender impedirlo, es porque se está dando en todo momento por sobreentendido que Euskal Herria es soberana y que, por ende, España no existe como tal nación política.
En conclusión: desde la Fundación DENAES estimamos como enteramente frívolo considerar que problemas políticos fundamentales concernientes al concepto de soberanía nacional pueden resolverse apelando a fórmulas armonistas tan absurdas como puedan serlo la de Imaz. Simplemente: la soberanía no puede compartirse.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA