La claudicación permanente de un cuarto de siglo ante los nacionalismos periféricos nos han llevado hasta aquí.


La enseñanza en Cataluña discrimina al idioma español y privilegia abusivamente al catalán. La obtención de una tercera hora lectiva de castellano ya parece una osadía. Mientras tanto, la legislación sobre símbolos se vulnera incluso cuando hay sentencias judiciales firmes, como ocurre en el País Vasco: las diputaciones de Vizcaya y de Guipúzcoa siguen vetando la bandera española; en la Academia de la policía vasca, obligada por los tribunales a colocar la bandera española, ésta ha sido relegada a un patio interior.

Buena parte de España es ya territorio conquistado para el separatismo. Eso ocurre en muchos aspectos de la vida pública en el País Vasco y en Cataluña, también en Galicia, y el fenómeno es creciente en Navarra y en Valencia. La claudicación permanente de un cuarto de siglo ante los nacionalismos periféricos, estimulada hoy por los irresponsables procesos de revisión estatutaria abiertos por el Gobierno Zapatero, nos han llevado hasta aquí. Ahora, en todos esos lugares, hay que empezar a pensar en términos de reconquista. Si el Estado renuncia, tendrá que hacerlo la sociedad.