En diciembre de 1995 Gustavo Bueno, a invitación de la Fundación de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo escribe Diez propuestas, “desde la parte de España”, para el próximo Milenio. La Cuarta de esas propuestas dice así: “Organización de un servicio nacional obligatorio para jóvenes de ambos sexos, con funciones sociales, militares, policiales, &c., sin posibilidad de objeciones de conciencia o de cualquier otro tipo de excepción”. El propio Bueno afirma que este servicio no tiene por qué ser de carácter militar, aunque tampoco eso queda excluido.
En aquellos días todavía estaba vigente el Servicio Militar Obligatorio, la popular mili que, como es sabido, el Gobierno de José María Aznar elimina en mayo de 1999 mediante la Ley del Régimen del Personal de las Fuerzas Armadas. A partir del 1 de mayo de 2002 el ejército pasaba a ser completamente profesional. Con la desaparición del SMO finalizaba también la Prestación Social Substitutoria, destinada a todos aquellos jóvenes varones que alegaban una objeción de conciencia ante el uso de las armas. La novedad de la propuesta de Bueno consistía en la imposibilidad de la objeción de conciencia, ya que implicaba una conciencia descarnada y separada del cuerpo, capaz de juzgarlo todo al margen del cuerpo y de su inserción en la sociedad.
La citada Ley afirmaba que, dadas las nuevas características armamentísticas e internacionales, dejaba de tener sentido un ejército de reclutas sobredimensionado y poco preparado. La solución consistía en construir un ejército más especializado e integrado en otras fuerzas supranacionales, como la OTAN.
A estas razones habría que sumarles otras, no escritas en la Ley, como puedan serlo: a) la presión social de los objetores de conciencia y de los insumisos; b) el excesivo gasto que suponía un ejército de tantos efectivos; c) el mal funcionamiento de un ejército en el que los reclutas, una vez pasado el período de instrucción, se dedicaban a labores tediosas y poco útiles, con las únicas finalidades de mantener a la tropa ocupada nueve meses y de sostener en pie un sistema arcaico.
Otra razón de peso podría ser la desamortización de muchos terrenos de propiedad militar que podrían dar buenos beneficios a la propiedad y a las constructoras. No olvidemos que las fechas coinciden con la época de los altos precios de los productos inmobiliarios. El ejemplo más claro de estos proyectos de recalificación urbanística de terrenos es la Operación Campamento, que pretendía transformar cientos de hectáreas del área militar del barrio madrileño de Campamento en barrios residenciales. Hoy, en esos terrenos crecen salvajes los chopos, los ailantos y los olmos. Sin duda es una bella y metafórica imagen de lo ocurrido con el paso de tiempo en España.
La referida Ley, en su preámbulo, olvida aspectos positivos de un servicio obligatorio nacional (porque su finalidad es la de eliminar tal servicio obligatorio). Entre esos aspectos positivos podemos destacar:
· El afianzamiento del patriotismo en nuestra juventud.
· La concienciación de la necesidad de contribuir al bien común, tal y como se afirma en nuestra Constitución, que solamente recoge tres deberes a los ciudadanos: trabajar, defender a España y pagar impuestos.
· La educación en la disciplina y el compañerismo.
· La relación con jóvenes de diferentes partes de la nación y de diferentes clases sociales. En la mili, muchos jóvenes tenían la ocasión de conocer el país y de relacionarse con gente diversa. Ni la clase social ni el origen regional era eximentes de cumplir con el servicio.
Sin duda, todos los españoles de una determinada edad conocemos los aspectos negativos de la mili: novatadas, arbitrariedades, exceso de tiempo, disciplina mal entendida…No queremos caer en los mismos.
Por eso, desde aquí, mi propuesta, siguiendo a aquella propuesta de 1995 de Gustavo Bueno, es la de la implantación de un Servicio Forestal y Patrimonial Obligatorio para jóvenes de ambos sexos. Es cierto que carece de sentido un ejército de reclutas poco preparado. Pero también es cierto que nuestra sociedad vive instalada en un laxo individualismo subjetivista que en realidad esconde un egoísmo hedonista.
Fijémonos en lo que ocurre hoy en día allende nuestras fronteras: en Francia, Macron ha propuesto la vuelta al Servicio Militar Obligatorio, de menor duración pero para ambos sexos; China ha enviado a 60 mil soldados para reforestar su territorio.
Nuestro país sufre cada año miles de siniestros relacionados con el fuego (unos 20 mil aproximadamente), a los cuales es imposible llegar con los efectivos de bomberos, por muchos planes estivales que se establezcan (cada Comunidad Autónoma gestiona el suyo: INFOMA en Madrid, INFOCA en Andalucía, etc.). Si nuestra juventud adolece de falta de patriotismo; si nuestra nación ve como el agro se va despoblando y la superficie agrícola es, año a año, convertida (por abandono) en superficie forestal, nos parece importante que exista un servicio nacional que se dedique a cuidar nuestro suelo, nuestra patria, que no es sino el suelo en el que están enterrados nuestros padres (como decía Gustavo Bueno) y que ve como la maleza crece sin medida en ese suelo.
Asimismo, también nos parece imprescindible el mantenimiento de nuestra cultura material, de nuestro Patrimonio, que es de una riqueza proporcional a la importancia de nuestra nación en la Historia Universal. Es tan enorme este Patrimonio que resultaría útil dedicar parte de la fuerza de nuestra juventud a su cuidado y restauración.
Sin duda, para fomentar el apego de nuestros jóvenes por nuestra nación, nada mejor que hacer que está pase un tiempo (prudencial) cuidando de su territorio y de su patrimonio; que el joven salga de su Comunidad Autónoma y se relacione con otros jóvenes de distinta procedencia y clase social, y que aprenda el valor del compañerismo, la disciplina y la pertenencia a su sociedad, la cual no es solo una fuente inagotable de recursos para su bienestar. Y que aprenda a valorar la enorme riqueza natural y cultural de nuestra histórica nación.
Raúl Boró Herrera. Profesor de Bachillerato en el Instituto de Huérfanos de la Armada