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Comentada con profusión en los medios, la manifestación celebrada el pasado domingo en Madrid, mantiene aún importantes aspectos sin analizar, motivo por el cual creemos oportuno volver sobre ella. En particular, nadie, que sepamos, ha reparado en lo que pueda significar el apoyo de los sindicatos al «pueblo palestino», víctima de un «genocidio», según se podía leer en la pancarta que sujetaba un nutrido grupo de intelectuales y artistas que, valiéndose de sus codos, pugnaban por mantenerse en primera línea conscientes de los pingües beneficios que ello acarrea.

Los sindicatos UGT y CCOO son, al menos intencionalmente, grupos pertenecientes a la capa conjuntiva de una sociedad política, la española, que tratan de obtener mejoras para la clase obrera, frente a la patronal. Esta lucha se escenifica con frecuencia cuando los representantes de ambas facciones se reúnen en ceremonias pertenecientes al llamado diálogo social. La dialéctica de clases, por tanto, parece subsistir ceremonialmente para júbilo de los llamados agentes sociales, que no encontrarían justificación para sus actividades de no existir tal dialéctica.

Sin embargo, lo que a nuestro juicio no contemplan tales sindicatos, sobre todo cuando acuden a tales manifestaciones, es la dialéctica de estados. Nos explicaremos:

Cuando los dóciles CCOO y UGT se lamentan por la pérdida de vidas humanas en Gaza, envueltos en un eticismo sin límites tan sólo sostenible si la visión de los ataques de Israel sobre Palestina se lleva a cabo desde la perspectiva del Género Humano, están obviando que tales muertos, madres y niños, pero también milicianos y terroristas, son eliminados no en tanto que hombres –-asesinatos todos ellos que constituyen el mayor delito ético– sino en tanto que palestinos.

Viendo la gran presencia de CCOO y UGT en la manifestación –-con profusión de banderas que acompañaban a la de la II República, pero no a la vigente en la actual España-– cabe pensar si éstos no estarán considerando proletarios a todos los muertos palestinos. Pero si tal percepción, a todas luce errónea, fuera la que hubiera constituido el móvil de su adhesión, los sindicatos estarían cayendo en una grave contradicción, pues imbuidos de un renovado internacionalismo, no deberían distinguir entre proletarios de uno y otro lado de la frontera.

Desde DENAES queremos señalar que el comportamiento de los sindicatos muestra su miopía ante la dialéctica de estados, clave del conflicto entre Israel y Palestina. Es por tanto en el contacto de las capas corticales de ambos países donde se localiza el verdadero problema, al que se añade el fanatismo mahometano, que anhela el establecimiento de un nuevo califato que en su avance «recuperador» tendría en el punto de mira, una vez barrido Israel, el mitificado territorio y conocido como Al Ándalus.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA