Es curioso que una de las lenguas más habladas en el mundo sea la que menos se reivindique en el propio territorio nacional, para que todos nos pudiéramos entender, como se dice pomposamente, hasta el hartazgo, “democráticamente”. El objetivo perverso está claro: la insolidaridad, la aniquilación de lazos entre las futuras generaciones porque, con frecuencia, las lenguas son para separarnos.
Habrá quienes piensen que queremos imponer nuestra lengua, pero no es cierto desde el momento en que ya la hablamos todos. (¿A quién no le han obligado a aprender una lengua? ¿Pediste hablar en castellano cuando eras bebé? ¿Crees que te enseñaron catalán porque era la mejor opción?) Nosotros, por el contrario, vemos en la lengua una herramienta, un mero instrumento que nos une. Ello, sin perjuicio de que se pudieran mantener, de la manera más conveniente, otras lenguas, pero sin impedir la libre movilidad de todos. Lo contrario es juego sucio. Un juego sucio al que la mafia cívica y política se ha acostumbrado de la forma más canalla. Por eso trato de movilizar a los alumnos y a los jóvenes a que observen el maltrato, la desconsideración, la falta de equidad. Pablo Iglesias, toda la casta burguesa y Su Majestad no necesitan aprender ninguna otra lengua en la nación. No obstante, el curioso Iglesias contesta a una futura opositora vallisoletana a maestra que le hace esta objeción en una cadena de televisión, la de por qué unos tienen ese privilegio y, otros, no, respondiendo, con la perversidad propia del político falaz que, en España, todos debemos aprender las lenguas que existen. ¿Cuáles sabes tú, diputado Iglesias? ¿Por qué les obligas al resto a hablar lenguas de las que tú estás exento de hablar por tu condición de pertenencia a la casta política? ¿Cómo hacer una nación más justa si no usamos la lengua común que hablamos todos? ¡El que esté agachado, que se levante!
Miguel Ángel Castro Merino
Profesor de Filosofía de IES Padre Isla