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La opinión pública española se ha visto sorprendida por la reciente noticia de la conversación telefónica mantenida entre el flamante Ministro de Asuntos Exteriores del Reino de España, D. Alfonso Dastis Quecedo, y el consejero de “Asuntos Exteriores, Relaciones Institucionales y Transparencia” (sic) de la Generalidad de Cataluña, D. Raúl Romeva Rueda.

Antes de entrar en otras consideraciones, y para valorar la dimensión real del problema, parece conveniente recordar como un día antes de dicha conversación, a cuenta esta vez de otra conversación telefónica mantenida entre el Presidente electo de los EEUU de Norteamérica, Sr. Trump, y la Presidenta de Taiwan, Sra. Tsai Ing-wen, se formuló una inmediata protesta diplomática por parte del Ministro de Exteriores de la R. P. China, Sr. Wang Yi, ante las autoridades norteamericanas, dado que este país no reconoce la personalidad internacional de Taiwan ni admite que terceros países lo hagan, en un ejemplo de firmeza que, cuando menos, produce respeto.

La sustancial diferencia estriba en que, al fin y al cabo, el Sr. Trump aún no está en el ejercicio de sus funciones, mientras que no se puede decir lo mismo del ministro español, por lo que nuestro caso sí que es realmente grave y digno de ser denunciado por DENAES.

El primer interrogante que surge es el de si en el Ministerio de Asuntos Exteriores español o en nuestro Gobierno no hay nadie que repare en la coincidencia nominal de los cargos de los conferenciantes, Sres. Romeva y Dastis. Pero inmediatamente surgen las siguientes, es decir, ¿de qué asuntos tienen que hablar el “consejero de Asuntos Exteriores” catalán con el “ministro de Asuntos Exteriores” español? y, más aún, ¿de qué asuntos tiene que hablar este último con un miembro cualquiera del Consejo de Gobierno catalán?

La desorientación de nuestros conciudadanos se ve acrecentada por otras noticias recientes que no vamos a comentar ahora, pero sí a señalar, como son el anuncio de que la Sra. Vicepresidenta del Gobierno va a abrir una oficina en Barcelona, así como las reiteradas alusiones efectuadas por dirigentes de diferentes fuerzas políticas de ámbito nacional a una inminente reforma constitucional de objetivos aún sin determinar, pero de la que se nos reitera por algunos de aquellos que trataría de lograr “que los catalanes se sientan a gusto en España” o “el encaje de Cataluña en España” (sic).

Todo ello tiene componentes de tomadura de pelo por la Generalidad catalana a nuestros mandatarios y, por consiguiente, a todos los españoles. Esto no es nuevo, porque lo estamos viendo cada día ante la pasividad de nuestros gobernantes frente a hechos semejantes, pero queremos aprovechar para poner de relieve otra tomadura de pelo más, como es el caso del curriculum del mencionado consejero de “Asuntos Exteriores” de la Generalidad de Cataluña, D. Raúl Romeva Rueda (Madrid, 1971), como aparece en su biografía de la versión española de Wikipedia, en la cual se dice que su “Ocupación” es la de “político, diplomático (sic) y catedrático (sic)”, mientras que en su versión inglesa se dice simplemente que su “Occupation” es la de “Politician”, ya que, evidentemente, ni es catedrático ni diplomático. Y, en fin, parece que al ministro español de Asuntos Exteriores le ha sobrado suficiente tiempo de sus ocupaciones como para dedicarlo a hablar con una persona que en el año 2012, en su calidad de eurodiputado de Izquierda Unida por entonces, tuvo la esperpéntica idea de “denunciar” ante el Parlamento Europeo una patada que a su entender le propinó un jugador del Real Madrid a otro del F. C. Barcelona en un encuentro deportivo.

En definitiva, y más allá de estas anécdotas delirantes, desde DENAES entendemos que en lo tocante a las asimismo delirantes pretensiones de algunos sectores nacionalistas (amen de insolidarios) catalanes, la actitud del Estado en ningún caso debe ser la denunciada por nosotros en el título de este editorial, sino otra clara y firme en cuanto a las ideas y consecuente en las actuaciones, evitando a propios y extraños la desorientación de los nacionales y el desprestigio ante la comunidad internacional que producen las conductas que acabamos de condenar.

Fundación para la Defensa de la Nación Española