Desde DENAES somos plenamente conscientes de que el desarrollo del nuevo Estatuto de Cataluña resulta una grave agresión a nuestra nación. Poco esperamos en este sentido del presidente del Gobierno, que incluso llegó en campaña electoral a mostrarse encantado con la marginación lingüística que sufren sus compatriotas residentes en Cataluña, por lo que no podemos sino pedirle a este catalán sobrevenido un gesto, uno sólo, de vergüenza torera: su dimisión.
El Presidente de la Generalidad, José Montilla, en un gesto intimidatorio más propio de Calabria que de su Córdoba natal, manifestó hace un par de días que no acatará una sentencia, por parte del Tribunal Constitucional, que vaya en contra de esa atrocidad que él mismo impulsa y sostiene y que se embosca tras el eufemismo de la llamada inmersión lingüística.
En efecto, este charnego cordobés, condición de la que hasta sus propios socios se mofan públicamente, muestra una fe propia del converso. Un converso que no duda en perseguir a quienes hablan, –bien que con poco acierto pues la elocuencia no es una virtud que adorne a don José–, su propia lengua materna: el español. Nos hallamos pues, ante un nuevo caso de emigrante que, cargado con el aplastante peso de sus complejos y grandes dosis de autodesprecio, no duda en sumergirse en eso que se ha dado en llamar identidad catalana.
Resulta grotesco ver a Montilla esforzarse por adaptarse al papel que se supone debe encarnar un buen catalán, papel fabricado cuidadosamente por las facciones independentistas y antiespañolas a las cuales él se ha sumado de un modo tan obsceno. Pero si lo anterior cumple punto por punto con ese estereotipo tan español denominado esperpento, la actitud desafiante ante el Tribunal Constitucional, resulta absolutamente intolerable.
Desde DENAES somos plenamente conscientes de que el desarrollo del nuevo Estatuto de Cataluña resulta una grave agresión a nuestra nación, por lo que creemos urgente la resolución final del Tribunal, por supuesto en sentido derogatorio. El silencio que desde hace años guarda el Tribunal, propicia que las leyes contenidas en dicho Estatuto hayan comenzado a desplegarse en el sentido antiespañol para el que fueron concebidas. Al mismo tiempo no podemos dejar de señalar la gravedad de estos actos, de esta declaración de rebeldía que España no puede tolerar de modo alguno. Instamos a quien corresponda a que ponga en su sitio a este amontillado rebelde que atenta con sus actos y palabras contra la libertad de todos los españoles, incluso contra aquellos que como él, se avergüenzan miserablemente de serlo.
Poco esperamos en este sentido del presidente del Gobierno, que incluso llegó en campaña electoral a mostrarse encantado con la marginación lingüística que sufren sus compatriotas residentes en Cataluña, por lo que no podemos sino pedirle a este catalán sobrevenido un gesto, uno sólo, de vergüenza torera: su dimisión.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA