El lenguaje delata. Dijo Otegui que pide perdón si hicieron más daño “del que tenían derecho a hacer”; dijo Arkaitz Rodríguez que la razón para que ETA dejase de matar es que, “a pesar” del terrorismo, se convencieron de que el Estado español no reconocería su “derecho” a lo que llama la autodeterminación: un término que frecuenta el matadero de la retórica del llamado marxismo cultural. Y lo que dicen estos carteles, usando el mismo término, no es más que otra manera de reafirmar que están allí las aguas negras de esa ideología que comunica a Rodríguez con Otegui, a ambos con el independentismo catalán, este con Walter Martínez, conductor del programa Dossier en el principal canal de televisión del régimen revolucionario venezolano y, por extensión, con el régimen mismo y sus aliados, y así sucesivamente.
Martínez entrevista a Rodríguez en Caracas, donde estaba de paso por su visita al foro de Sao Paulo, esa confluencia de tirañuelos trasnochados y sus respectivos prontuarios, en el ejercicio de propaganda correspondiente. Habla de, según él, la mal llamada democracia española, de la ausencia de ruptura con el franquismo y de la víctima que es frente a un Estado que lo oprime. No es el único, pues Cubillas, quien fuese en algún momento vecino de correrías delincuenciales de Maduro, y que ha decidido volver a casa como un Ulises desalmado, también ha sido noticia. Entre otros.
Es probable que no sea casual que la idea de la autodeterminación en la que se sustenta el conflicto independentista se rastree hasta los escritos de Marx y Engels con motivo de la conmemoración de la independencia de Polonia en 1875. Cuando se está atento a los signos que pueden fracturar una sociedad y revivir su pulsión cainita, pueden identificarse con facilidad tipos de textos, una terminología común, en última instancia una manera de estar en el mundo, una cuyo principio suele ser la negación de la realidad, del orden natural de las cosas. Make a move, dice el anuncio: mueve ficha, haz la jugada, casi un más cercano haz que pase.
Narcisa García Navarro. Roma, 26 de agosto de 2019