En las últimas dos semanas ha habido un asunto de interés que ha recogido abundantes noticias y, dada su trascendencia y significancia nacional, es digno de tratar en nuestras páginas, a saber: el precio de la luz, que ha alcanzado máximos históricos. Veamos.
El recibo de la luz español es el quinto más caro de la UE (cuarto teniendo en cuenta la capacidad adquisitiva real). Pero mientras que en Europa el precio medio ha subido un 18% desde 2007, en España ha subido un 52%. El recibo de la luz español se compone de varios elementos: el coste de la energía, marcado por el mercado (que es lo que estos días se ha disparado, aunque el Ministerio ha pedido un informe para averiguar si «la subida de precios respecto de la demanda es la adecuada»); la parte impositiva –21% de IVA y 7% de impuesto de electricidad–; y los peajes regulados, como las tarifas a las energías renovables, la amortización del déficit de tarifa o el coste de las redes. Esto es, en el recibo de la luz el consumo corresponde a un 30%, siendo el 70% restante costes fijos. Además, como explicó Álvaro Nadal, ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital, la falta de lluvia y viento está impidiendo la producción adecuada de energía eólica e hidroeléctrica. La subida del petróleo también ha afectado al precio del gas, lo que hace más cara la producción en centrales de ciclos combinados, y además Francia ha paralizado algunas centrales nucleares a las que antes se compraba energía.
Y si bien todos los factores comentados explican las subidas, no por ello estas quedan justificadas. Porque esto que puede pasar por un asunto meramente doméstico –aunque ello ya lo hace económico y por tanto político–, es en realidad asunto de escala nacional. Es admisible que factores climáticos y/o exógenos afecten un tanto al sistema eléctrico, o energético, pero lo que no es admisible es que dicho sistema dependa constantemente de ellos. Y es que el sector energético de una nación es clave, fundamental, para el desarrollo y competitividad económica de la nación. España, como se ha dicho muchas veces, cuenta con un sector energético desaprovechado y cada vez más débil, más aún desde la venta de empresas antes nacionales a extranjeros. Y las energías renovables aún no son capaces –si es que lo llegan a ser algún día– de suplir la demanda nacional. Mientras, muchos ciclos combinados –ahora activados por necesidad– permanecen apagados y la construcción de centrales nucleares sigue siendo tabú.
Para que el sector productivo de una economía sea rentable debe contar al menos con materias primas abundantes o baratas, con costes de producción (sobre todo salarios) bajos y/o con energía barata. España, desgraciadamente, no cuenta ni con lo primero ni con lo último, y la segunda no es la mejor de las soluciones, puesto que provoca el descenso en la capacidad de consumo, lo que hace disminuir la demanda y por tanto también la producción y su consecuente encarecimiento. Un círculo vicioso.
Así pues, la cuestión energética es una cuestión de primordial interés nacional, por ello desde DENAES no podemos dejar de atender a ello e instar al Gobierno y al ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital a la urgente toma de medidas al respecto. Bien mediante una rebaja de ese 70% de gastos fijos en el recibo de la luz, bien en el aprovechamiento de las infraestructuras energéticas con las que cuenta el territorio nacional, bien mediante la construcción de nuevas instalaciones o buscando acuerdos internacionales más ventajosos para el bolsillo de los españoles. Soluciones hay muchas, ninguna fácil, pero todas necesarias.
Fundación para la Defensa de la Nación Española.