Ceder ante una banda terrorista es, simplemente, indigno. Y los españoles no quieren ser indignos.
Las últimas encuestas indican que los españoles, muy mayoritariamente, exigen que Batasuna condene el terrorismo como paso previo a cualquier negociación. Eso quiere decir que la inmensa mayoría de los españoles percibe claramente lo esencial, a saber: que no es posible negociación alguna si el mundo de ETA no abandona expresamente las armas. Y percibe, en consecuencia, que cualquier movimiento que se salte ese requisito no será un “proceso de paz”, sino una indigna rendición.
Esto es esperanzador, evidentemente: significa que los ciudadanos no están cayendo en la trampa de la propaganda gubernamental. Pero no caigamos en esa superstición paternalista, tan del uso de los políticos en jornada pre-electoral, de confiar en el “sano instinto del pueblo español”. Ni el español ni ningún otro pueblo tienen por qué ser particularmente sanos, y menos aún en sus “instintos”. En una política racional, madura, los ciudadanos han de moverse por razones, no por instintos. Esas razones, en este asunto del llamado “proceso”, se agrupan en torno a un concepto mayor que es el de la dignidad de la nación española. Ceder ante una banda terrorista es, simplemente, indigno. Y los españoles no quieren ser indignos.