Desde la inmersión lingüística en catalán, pasando por el Presidente de la Generalidad, Carlos Puigdemont, que sólo sigue las indicaciones de la vía pública escritas en catalán, hasta las listas negras que realiza el separatismo, todo en Cataluña apunta hacia una purga y expulsión de lo que sea común con la Nación Española


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Cualquier régimen político que base sus principios en la supremacía de su grupo sobre el resto, necesita en consecuencia señalar siempre hacia los otros, hacia quienes considera inferiores. Es bien sabido que los principales ideólogos del separatismo catalán, tales como Pompeyo Gener, afirmaron el carácter ario de los catalanes, frente a los rasgos semíticos que atribuía a los “mesetarios”; recientemente, Oriol Junqueras, en una vulgarización de las ideas de Gener, afirmó que era obvio a simple vista que los catalanes tenían un tipo genético diferente al de los españoles…

En el caso catalán que tan en boga se encuentra en la actualidad de la Nación Española, esta pretensión alcanza cotas aún más ridículas si cabe. Por ejemplo, el Presidente de la Generalidad de Cataluña, Carlos Puigdemont, es muy famoso por sus peculiares manías en su quehacer diario, ya alejado de la vida pública. En sus “salidas al extranjero” (Madrid incluido, porque ya se sabe que para los separatistas, envueltos en su peculiar delirio, España no es su nacionalidad, pese a lo que diga su DNI), Puigdemont siempre ha portado su “DNI catalán”, y cada vez que alguien le preguntaba su nacionalidad, afirmaba que era “catalán”, ante la incredulidad de sus interlocutores. Puigdemont llegó a registrarse como huésped en los hoteles de noche, para evitar que nadie le realizase esas incómodas preguntas…

Asimismo, en la propia Cataluña hacía gala de su catalanidad. Literamente afirmó en su día: “Antes, cuando utilizaba la autopista, siempre pasaba bajo los letreros donde ponía “peatge”, jamás bajo los de “peaje””. Creía así predicar con el ejemplo de la nefasta inmersión lingüística en catalán que ha llevado a la anomia y la dislexia a miles de españoles en Cataluña, convertidos en ciudadanos de segunda clase a costa de semejante apartheid practicado en la Nación Española. Tan paranoico ha demostrado ser Puigdemont a lo largo de su vida, que incluso, para viajar a Madrid, prefería usar de vuelos internacionales, (caso de un Bruselas-Barcelona-Madrid) que el tradicional y más sencillo puente aéreo, porque así podía entrar y salir por la puerta de vuelos internacionales, y en lugar de su DNI tenía que enseñar el pasaporte. A qué nivel de estupidez conduce el delirio separatista a sus correligionarios más caracterizados…

Pero si Puigdemont no deja de ser un vulgar acomplejado que necesita entregar el DNI “catalán” en los hoteles para hacer como si Cataluña existiera como entidad independiente de España (no sabemos si también ha hecho lo mismo en aeropuertos y aduanas, aunque es sumamente dudoso que hayan aceptado el documento como válido), incapaz de comprender que los catalanes son españoles con total normalidad, este grado de estupidez va in crescendo según se mira a ciertas profesiones liberales ejercidas en la autonomía española. Así, si recientemente nos hicimos eco del peculiar manifiesto que una serie de “intelectuales” presentaron en la Universidad de Barcelona, exigiendo que el español sea desterrado de Cataluña por ser “lengua de innmigrantes”, ahora tres escritores separatistas, que responden a los nombres de Salvador y Jorge Aviá, así como Juan Marcos Pasada, han publicado recientemente en la Editorial Viena un libro titulado «Perlas catalanas. Tres siglos de colaboracionistas».

Este novísimo panfleto recopila el nombre de nada menos que 70 personalidades nacidas o radicadas en Cataluña cuya característica común es, literalmente, el «apoyo a los opresores de Cataluña», esto es, se señala a quienes han sido y son “malos catalanes” frente a los “buenos catalanes”, los separatistas. Estos «esclavistas, colonizadores, colaboracionistas, genocidas o fascistas”, como los definen de inicio, incluyen a los voluntarios de la División Azul (?) y a varios de los enemigos declarados del proceso separatista, como el brillante y flamante Académico de la Lengua Félix de Azúa, que ha caracterizado correctamente como “talibanes” a estos delirantes separatistas, al ex Presidente del COI Juan Antonio Samaranch, al político socialista José Borrell y al cómico Alberto Boadella, entre otros.

Las lindezas que este singular trío profiere sobre personajes tan heterogéneos cuyo único vínculo es haberse atrevido a decir que el rey está desnudo, ergo que existe una amenaza separatista en Cataluña, no tienen en absoluto desperdicio. A Félix de Azúa se le descalifica como “acorazado del nacionalismo y la pseudoizquierda española”, a Alberto Boadella le tildan de “bufón que prefirió ponerse una correa en el cuello y pasar a ser el perrito del mandarín”, de José Borrell afirman que “Cataluña le importa un rábano” (cuando con sus críticas ha demostrado que es precisamente al reves) y del jurista Francisco Carreras dicen que es uno de los promotores de un “partido colonialista” que atiende al nombre de Ciudadanos. Incluso llegan a acusar al líder de Unión Democrática de Cataluña, José Antonio Durán, de “poner palos en las ruedas a los intentos de emancipación del pueblo catalán”. El mito supremacista hace que estos sediciosos no puedan ver el bosque de tantos árboles que se lo tapan.

Desde la Fundación Denaes traemos a estas líneas toda una peculiar antología del disparate, que sin embargo supera ese nivel jocoso que, de ser algo inocente, no trascendería. Se trata de una muestra singular del delirio del separatismo catalán, donde todo aquel que no comulgue con corrupciones ideológicas como el “derecho a decidir” es poco menos que un ser inmoral y aberrante, casi se diría que un infrahombre en esta peculiar reedición del apartheid que se vivió en tiempos en otras latitudes.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.