La verdadera hipoteca del PP se sustancia en la exigencia de alcanzar el gobierno mediante futuros pactos con CiU o el PNV, lo que implica dar la espalda al movimiento de ciudadanos que les ha apoyado estos cuatro años en su política de defensa de España.


rajoy-banderita-4.jpgA fuerza de verse retratados grotescamente, en los medios afines al gobierno del PSOE, un sector de los “populares” ha terminado por, si no creerse, al menos, mirarse en la imagen que interesadamente ha construido de ellos la propaganda del adversario.

Cuando el PP ha defendido la unidad de la Nación Española, la reacción ha sido presentarlos como “centralistas”, “anticatalanes”, “residuos del franquismo” y “fascistas”.

Cuando se ha opuesto a que se llame indebidamente “matrimonio” a la unión de dos individuos del mismo género, lo han pintado de “homófobo”, “liberticida”, “carpetovetónico” y… “fascista”, claro.

Cuando gestionaron la crisis provocada por el hundimiento del petrolero “Prestige” o aprobaron el Plan Hidrológico Nacional, aportaron nuevas ideas al adversario: “prevaricador”, “destructor de la Naturaleza”, “fascista” otra vez.

Al susurrar (todo lo bajito que pudieron) algún que otro argumento contra las leyes abortistas y contra esta “preparatio eutanasica” de cineastas, actores y otros intelectuales varios; se convirtieron en “cenizos”, “ultracatólicos”, “fascistas” siempre.

Esta red adjetiva forma un estereotipo deleznable, contrafigura del igualmente fabuloso “progresista”, “pacifista”, “tolerante”, “talantoso”, “respetuoso” y “sensible” socialista. Tras la victoria socialista, el 9M, esta apariencia, que es “veraz” para todos aquellos que votaron al PSOE “para frenar a la derecha ultracatólica y fascista”, acaba por interiorizarse como tal por el mismo Partido Popular. De ahí que algunos pretendan deshacer la imagen, aunque esto suponga abandonar los principios.

En su próximo congreso, el PP deberá elegir entre quienes piensan que para ganar las elecciones tienen que “moderar” su discurso, renunciando a la defensa de la Nación y hasta participando -como, por otro lado, ya han hecho en la pasada legislatura, sin mayor rentabilidad electoral- en la construcción histórica de naciones o realidades nacionales y quienes se oponen a esta deriva.

Es una simple cuestión aritmética: para gobernar necesitan acercarse al “nacionalismo moderado” y, según publica La Razón, Rajoy está dispuesto a encarar esta posibilidad “centrando” sus posiciones políticas. El primer paso es seguir el consejo de Arturo Mas: «Si la voluntad de Mariano Rajoy va en serio, llevar al PP hacia posiciones más centristas, y quiero creer que sí, tiene una oportunidad magnífica, sin presión electoral, de retirar el recurso contra el Estatut». Lo que, traducido, quiere decir que “centrarse” equivale a transigir, a sumarse a los partidos secesionistas, para desalojar al PSOE del poder, confiando, además, en que la crisis económica hará el resto.

La verdadera hipoteca del PP se sustancia en la exigencia de alcanzar el gobierno mediante futuros pactos con CiU o el PNV, lo que implica dar la espalda al movimiento de ciudadanos que les ha apoyado estos cuatro años en su política de defensa de España.

Para combatir al espantajo construido por la propaganda, el PP podría, en su próximo congreso, renunciar a la defensa de la Nación. Sin caer en la cuenta de que es, precisamente, al renunciar a este principio cuando, de verdad, se convierte en un espantajo. Alguien debe decírselo a Rajoy. Porque es posible que defendiendo una España de ciudadanos iguales no vaya a ganar las elecciones, pero es imposible que las gane no haciéndolo.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA