El caso Puyol ha estallado coincidiendo con el apoyo que Convergencia, el viejo partido de Pujol, ha dado al Partido Popular en el Congreso


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«Soy ex capitán del Fútbol Club Barcelona. He ganado seis Ligas, tres Copas de Europa, un Mundial y una Eurocopa. Soy Carles Puyol, soy español. Soy español, soy Carles Puyol». Estas han sido las palabras pronunciadas por el exfutbolista en un anuncio grabado para una cadena de televisión china que promociona la Liga de Fútbol española, declaraciones ilustradas por imágenes del central jugando con el Barça o con la selección española. Unas palabras -«soy español; soy Carles Puyol»- que le han procurado un aluvión de insultos por parte de las múltiples organizaciones a través de las que operan las sectas catalanistas, pero también desde la individualidad de los muchos españoles enfermos avecindados en Cataluña, sin que su antiguo club, el mismo que defiende al Messi condenado por fraude fiscal, haya mostrado apoyo alguno al que fuera su capitán.

La polémica, en absoluto puede tomarse a la ligera, toda vez que, como es sabido, el fútbol, por su repercusión e implantación social, tiene una importante dimensión política, como puede observar cualquiera que, por ejemplo, observe la camiseta del F.C. Barcelona, con la bandera catalana siempre incorporada; o caiga en la cuenta de que el Camp Nou, verdadera caja de resonancia del separatismo catalán, carece de banderas españolas.

Dentro de tan crispado contexto, con la amenaza de la declaración unilateral de independencia con la que coquetean desde hace años diversas facciones catalanistas, conviene recordar que Puyol no ha hecho pública su postura sobre tal asunto, si bien es conocido su apoyo a la plataforma Guanyarem, defensora del deporte catalán, circunstancia nada anecdótica si tenemos en cuenta que el deporte, recordemos a Vázquez Montalbán y su afirmación de que «el F.C. Barcelona es el ejército desarmado de Cataluña», es uno de los frentes más beligerantes del catalanismo. Todo ello añade complejidad al caso, pues pudiera ser que Puyol simplemente se hubiera prestado a grabar el polémico vídeo en el que afirma su españolidad, por puro interés económico.

Esta posibilidad, sin embargo, a despecho de su rentabilidad, ilustra hasta qué punto, desde el exterior de la región catalana, en concreto desde el gigante asiático, se percibe el absurdo de la balcanización española, que daría, por ejemplo, al traste, con la célebre Liga. Por lo que respecta a Puyol, este ha quedado marcado como españolísimo a los ojos de sus vecinos más ultramontanos, que han llegado a llamarle payaso, hijo de puta y desertor; y solo el futuro dirá si su manifestada españolidad se afirma o se desmiente cuando cese esta polémica.

El caso Puyol ha estallado coincidiendo con el apoyo que Convergencia, el viejo partido de Pujol, ha dado al Partido Popular en el Congreso, gesto que ha sido interpretado como el comienzo de una nueva etapa de relaciones entre los dos partidos, ya unidos en el pasado por medio de pactos que sirvieron para consolidar el separatismo y la desigualdad entre españoles en Cataluña. El supuesto acercamiento se ha manifestado a través de la abstención de los catalanes en la votación para elegir la presidencia de la Cámara, favoreciendo la designación de Ana Pastor, abstención que bien pudiera pagarse con la autorización, por parte de PP y Ciudadanos, para constituir grupo propio en el Congreso a pesar de que el partido no cumple con los requisitos exigidos para alcanzar tal condición, pues Convergencia, con un 2%, no alcanza el 5% de los votos a nivel nacional. De conseguir tal objetivo, nos hallaríamos ante un nuevo retorcimiento, una nueva corrupción, de los procedimientos legales, corrupción que tendría al PP como principal responsable, y que serviría a los sediciosos para obtener más medios y financiación en los próximos años, recursos que sin duda pondrían al servicio de su causa hispanófoba.

La situación nos remite, una vez más, a lo ocurrido desde la implantación de la Constitución del 78, desarrollada por un régimen partitocrático que siempre ha mostrado, por lo que respecta a los partidos de ámbito nacional, un enorme complejo de inferioridad frente a las sectas independentistas, ante las que siempre han cedido debido al cortoplacismo e irresponsabilidad de nuestros gobernantes nacionales. Desde la Fundación DENAES alertamos una vez más de los peligros que tiene cualquier relación con formaciones como la Convergencia fundada por el jefe del clan Pujol, sujeto doblemente corrupto, que ha marcado las últimas décadas de una España siempre en manos de individuos capaces de ceder ante los enemigos de la Nación.

Fundación Denaes, para la defensa de la Nación española