Durante la celebración de la fiesta del separatismo catalán el pasado miércoles 11 de septiembre, el discípulo del gurú Puigdemont, Quim Torra, el terror de las «bestias con forma humana» y comandante de la Generalidad de la «independencia» y del procés, ha hecho una llamada a «ejercer el derecho de autodeterminación», advirtiendo que «la construcción de un país» sólo es posible «segando cadenas». Le faltó decir que las cadenas no se destruyen sin que se rompa un cristal y sin que se derrame sangre. Pero la verdad es que esas cadenas son sólo para los delincuentes que están en la cárcel por sus crímenes, y no para el resto de ciudadanos españoles que viven en Cataluña y apoyan la secesión de ésta. Si en España hubiese presos políticos ya el propio Torra estaría entre rejas, por pensar lo que piensa. Pero el pensamiento no delinque… si es pensamiento.
Esta sosa Diada será recordada, mal que les pese a sus promotores, por la irrupción del himno de España que se impuso a los sones de Els segadors mientras los sectarios mandatarios de la Generalidad floreaban al patriota español Rafael Casanova; que ni sabía lo que era el separatismo catalán, ni podía saberlo y ni falta que le hacía.
Casanova era el consejero en jefe de Barcelona durante el asedio de las tropas de Felipe V a la ciudad condal en la guerra de sucesión contra Carlos de Austria; ciudad que defendió el austracista «por la patria y la libertad de toda España». Pero las iluminarias separatistas confunden -ya por impostura, ya por estulticia- tal guerra de sucesión con una guerra de secesión. Esta interpretación es el colmo del disparate y la corrupción histórica, y parece aún más delirante que la manipulación negrolegendaria y maniquea que se hace con esa cosa llamada «Memora Histórica». El que se deje engañar con semejante majadería es responsable, ya que hace falta ser imbécil (en sentido etimológico: de Imbecillis, esto es, sin bastón, sin nada a lo que sujetarse para perseverar en la razón y no sucumbir a la locura y la necedad). Si Casanova levantase la cabeza y viese lo que personajes tan extravagantes como Torra y sus secuaces dicen y hacen en su nombre, se volvería horrorizado a la tumba.
Siguiendo con el himno de España ante los malhumorados rostros de los políticos secesionistas, el responsable de tan noble y notable hazaña ha sido un activista contra el separatismo llamado Juan Ribas que, junto a otra persona, hicieron sonar con unos buenos altavoces la Marcha Real desde la habitación de un hotel (también pusieron otros altavoces en un otros puntos de Barcelona). Juan Ribas afirma que los que no viven en Cataluña no saben «cómo se las gasta la Genestapo». De hecho la reacción de la «Genestapo» a la sonada del himno español ha sido inmediata. «Han cortado la electricidad de nuestra habitación y nos han querido echar del hotel». No actúan con tanta rapidez los Mozos de Escuadra cuando se trata de los actos vandálicos de los CDR, a los cuales ni detienen y ni mucho menos identifican y encima dejan hacer, por muchas carreteras que corten y muchos neumáticos que quemen.
En esta Diada, que para más inri su epicentro se ha situado en la Plaza de España de Barcelona, se han manifestado 600.000 personas, según las cifras infladas de la Guardia Urbana. Son 400.000 manifestantes menos que en la Diada de 2018, y se trata de la Diada más floja desde la del 2012, que podría ponerse como fecha en la que da comienzo toda esta locura objetiva del procés. Aunque, en rigor, éste empezó a gestarse desde 1980 con el ascenso al Gobierno de la Generalidad del presunto macrocorrupto y nada honorable Jordi Pujol i Solei; que por supuesto contó, porque si no nunca podría haberlo hecho, con la colaboración de los sucesivos gobiernos de Moncloa.
Aunque, miren ustedes qué curioso, el separatismo se separa; JxCAT y ERC concurrieron cada uno por su cuenta a la marcha secesionista. La presidenta de ANC, Elisenda Paluzie (pro Puigdemont y pro Torra, es decir, pro pedecata), decía que este miércoles de Diada «se ha vencido al desánimo y la división», y añadía que «la unidad que queremos y exigimos la defenderemos dejándonos la piel si hace falta». Paluzie ha arremetido contra el Gobierno de Cataluña y los políticos separatistas acusándolos de «desarmar» al movimiento separatista y romper la unilateralidad: «No sólo no hemos avanzado, sino que se dan algunos pasos atrás. Se discute en público el reparto de migajas. Se deslegitima el referéndum que hicimos. Y la única vía que nos ha permitido llegar a donde no habíamos llegado nunca, la unilateral, se desarma día a día». Desde luego la unidad que exigen no es la unidad de España, y para romper ésta claman por la «unidad estratégica» de las fuerzas secesionistas; porque tenía razón el evangelista, ya que «todo reino dividido contra sí mismo será devastado» (Lucas 11.17).
El separatismo centrará ahora sus fuerzas en manifestarse tras la sentencia del Tribunal Supremo, donde pretenderá exhibir los músculos que en esta Diada no ha podido mostrar. La Diada es sólo un ensayo general de la manifestación que se espera en las calles tras el fallo del Supremo. Así lo ha reconocido el monotemático Torra al afirmar que con la manifestación del 11 de septiembre «hemos comenzado a responder a la sentencia».
Daniel López. Doctor en Filosofía.