Los inesperados apoyos que suscitó la Mesa del Congreso presidida por la popular Ana Pastor, hacen pensar que hay algún tipo de pacto entre bambalinas entre los separatistas de PNV y Convergencia con el Partido Popular, para propiciar la investidura de Mariano Rajoy
Llegó el momento de iniciar la duodécima legislatura de nuestra democracia coronada, y la primera sorpresa ya ha tenido lugar. Se trata de la elección de la candidata del Partido Popular, Ana Pastor, para presidir la Mesa del Congreso de los Diputados. Se esperaba que, con la cesión de los populares de dos lugares en la Mesa a Ciudadanos, que con sus escuálidos 32 escaños teóricamente no le correspondía ninguno, la formación naranja apoyase la candidata del partido que ha ganado las elecciones con 137 diputados.
Sin embargo, la sorpresa no fue semejante elección de la presidenta, sino la de la Vicepresidenta Tercera, la popular Rosa Romero, que recibió diez votos suplementarios además de los propios de su grupo. Inmediatamente se formularon toda una serie de hipótesis, a cada cual más extravagante, sobre quiénes habían sumado de forma inesperada a una causa que todos los demás, al menos públicamente, dicen denostar, incluyendo a los propios miembros de Ciudadanos hasta no hace mucho. Incluso el inefable sedicioso Juan Tardá, sempiterno líder del grupo parlamentario de la secta separatista ERC, fue interrogado acerca del sentido de su voto, lo que él considero, y nosotros también como es natural, como una gran ofensa hacia él, cuando no una burla.
Pronto la hipótesis preferida de todos los opositores del Partido Popular cobró cuerpo: se trataba de los representantes del Partido Nacionalista Vasco y de Convergencia, que habrían cedido cuando menos la mayor parte de sus 13 diputados (ocho de los peneuvistas y cinco de los convergentes), para hacer posible la mayoría absoluta que permitió que la Mesa del Congreso presidida por la hasta entonces Ministra de Fomento en funciones y diseñada por PP y Ciudadanos, viera la luz en su totalidad. Algo que contrastaba con la afirmación del líder del grupo parlamentario del PNV, Aitor Esteban, que afirmó que votarían en blanco en ambas rondas, y con la tradicional negativa del homólogo del grupo parlamentario convergente, Francisco Homs, hacia el denostado Partido Popular, el partido que no dialoga con los separatistas.
¿Por qué este presunto vuelco en unas votaciones normalmente tan disciplinadas por los partidos, pese a que son individuales y secretas? Muchos hablan de la promesa del Partido Popular para conseguir que Convergencia disponga de grupo parlamentario propio, pese a que ni por escaños ni por porcentaje de votos se lo merecería, y de la presencia tolerada por el PP de un representante del PNV en la Mesa del Senado. No parecía nada casual que Pablo Iglesias, ultrajado y humillado nuevamente por la inexperiencia en las argucias del Congreso de los Diputados, afirmase que «lamentablemente», se avecinaba la investidura de Rajoy con el apoyo nacionalista.
Sin embargo, fuentes del entorno de Mariano Rajoy han descartado que haya acuerdo alguno para conseguir la investidura del actual Presidente del Gobierno en funciones. Nadie en el entorno popular pretende ir más allá de las negociaciones concretas con Convergencia para disponer de grupo propio. Diálogo, pero nunca cesión, afirmaron las mismas fuentes. Y es que, cuando se habla de separatistas, las posibles cesiones siempre están en la mente de todo el mundo…
Está claro que algo se mueve en la sede de la soberanía nacional, y seguramente el rotundo mentís actual no sea más que otra cortina de humo para ocultar un pacto de investidura en ciernes. La cuestión es: ¿a cambio de qué? Es bien sabido que ni el PNV ni menos aún la lacerada Convergencia, hecha añicos tras el proceso rupturista y de independencia unilateral de Cataluña, hoy varado y anclado en la impotencia, han visto con simpatía a un Partido Popular al que, al igual que las fuerzas políticas que se denominan «del cambio», han realizado la estrategia del cordón sanitario. Se habla en los mentideros del Congreso acerca de algún tipo de acuerdo en política penitenciaria en lo relativo al Partido Nacionalista Vasco (en lo relativo a las competencias de este rubro), y del citado grupo parlamentario para Convergencia.
Sea como fuere, no cabe duda que las tradicionales sectas separatistas que han imperado durante décadas en País Vasco y Cataluña, se encuentran claramente amenazadas por la pujanza indudable de lo que hoy es el aglutinador de sectas separatistas por excelencia: el partido no nacional Podemos, que en las recientes elecciones generales del 26 J ganó en las dos regiones asoladas por los sediciosos, y que amenaza con hacerlo en unos hipotéticos comicios autonómicos, desbancando así a los sediciosos de siempre.
Mientras el PP juega al despiste junto a los sediciosos, quizás se esté fraguando una nueva estrategia de Rajoy, en la que se decida a reflotar, como posible barrera de contención a estos nuevos actores sediciosos teñidos de morado, a estos dos actores que con el paso de los años han ido cediendo el protagonismo a otros más radicalizados. Ya se comprobó, en el caso del proceso separatista en Cataluña, que resultaba un gran activo para varar el proceso mantener en el epicentro del terremoto catalán a un más que amortizado Arturo Mas, a quien tras el pseudorreferéndum del 9 N se le mantuvo a flote, haciendo de tapón en un proceso que, pese a presentarse como plebiscitario, estuvo tutelado por la minoría «antisistema» de las CUP, quienes lograron in extremis desbloquear la situación al apoyar a un sucesor de Mas aún más dócil que el primero, de nombre Carlos Puigdemont.
Dada la situación de bloqueo y la amenaza de unas terceras elecciones que, de persistir una situación semejante, probablemente provocarían una mayor concentración del voto en el Partido Popular, parece que la solución de un «pacto puntual» con PNV y Convergencia (como han denominado voces autorizadas del PP al apoyo anónimo de varios parlamentarios de ambas sectas a su propuesta de Mesa del Congreso) se antoja la menos mala para todos: permitirá al PSOE salvar la cara ante sus cada vez menores apoyos entre sus votantes y militantes, que jamás entenderían que se permitiera gobernar a su antagonista político natural, y al partido no nacional Podemos le dejará la iniciativa en la oposición parlamentaria frente a un gobierno del PP bastante más débil que la legislatura anterior.
Ante la amenaza de veto de Ciudadanos, portavoces populares tales como Rafael Hernando o Andrea Levy han prometido que no habrá pactos encubiertos con semejantes sectas, por ejemplo en lo referente a la unidad nacional. «Nunca habrá contraprestación cuando se hable de la igualdad de los españoles… No hay ninguna moneda de cambio», subrayó expresamente la vicesecretaria general. Esperemos que se haga todo por mantener a rajatabla la divisa del Partido Popular en su programa electoral: que la soberanía nacional jamás será troceada.
Desde la Fundación Denaes esperamos que la Nación Española salga del colapso gubernativo al que la ha sometido el bloqueo parlamentario que se remonta al comienzo de este año 2016, pero observamos con preocupación que ello se produzca a costa de cesiones a las sectas separatistas. Sólo cabe esperar que el acuerdo de investidura, caso de producirse, sea el más favorable posible a los intereses de nuestra Nación, y que no se ceda más ante las presiones sediciosas a cambio de la formación de un gobierno.
Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.