El Gobierno español abrió la puerta con una improcedente regularización masiva. Así agravó un problema que ahora no sabe resolver.
España tiene un problema serio con la inmigración. Toda la Europa rica lo tiene, pero en España lo estamos viviendo de golpe y a toda velocidad. Ese problema puede enunciarse así: ninguna sociedad está en condiciones de digerir la entrada masiva de población alógena en condiciones de inseguridad económica y laboral. Una nación reposa sobre un cierto número de equilibrios; la entrada incontrolada de población rompe tales equilibrios y genera problemas que tarde o temprano se traducen en conflictos de difícil salida. El Gobierno español abrió la puerta con una improcedente regularización masiva. Así agravó un problema que ahora no sabe resolver.
En ese paisaje, el presidente Zapatero ha acudido a Senegal, uno de los puntos de origen de la inmigración ilegal que recibe España. Zapatero ha prometido ayuda económica a los senegaleses, lo cual es una buena medida. Pero, a cambio, no ha obtenido la menor garantía sobre el control de la emigración ilegal. Esto es, lisa y llanamente, un ejemplo solemne de incompetencia. Esa misma noche, por cierto, llegaba a Canarias un nuevo cayuco con noventa y dos inmigrantes ilegales. ¿Podemos estar peor?